martes, 10 de febrero de 2015

Frederic Bastiat ya adelantaba en el siglo XIX lo que sucedería en adelante

El gran Frederic Bastiat (1801-1850) ya adelantaba en obras como "La ley" (1850) lo que estaba ocurriendo y se extendería en adelante, que no era otra cosa que la tergiversación de palabras como la LEY o la JUSTICIA, causa de la degradación y de mucho de los males que nos afectan hoy.


La ley, decía, ha obrado contra sus propios fines y destruido su objeto; se ha dedicado a aniquilar la Justicia, a borrar el límite que separa los Derechos, cuando su tarea debía consistir en hacerlos respetar; ha puesto la fuerza colectiva a merced de los que, sin riesgo y sin escrúpulo, quieren explotar la persona, la libertad o la propiedad ajena; ha convertido el despojo (robo) en derecho para protegerlo, y la legítima defensa en crimen para castigarla.

Destacaba que la causa de esta perversión fueron el egoísmo no inteligente y la falsa filantropía.

-1 Egoísmo en el sentido de vivir y desenvolverse a costa de terceros. Al estar la ley al servicio del hombre o una clase de ellos, es cuestión de tiempo, que ésta (la fuerza) esté al servicio de los que legislan, lo que lleva a la perversión de la Ley. Así en lugar de servir de freno a la injusticia, se convierte en instrumento, el más poderoso instrumento, de injusticia.
Este hecho en provecho de las clases que la hacen, provoca que todas las clases despojadas (robadas) tengan dos opciones cuando se lanzan a por sus derechos políticos: acabar con el despojo legal o participar de sus efectos, ocurriendo lo segundo.

En consecuencia ocurre lo peor para una sociedad, esto es, que la ley se convierte en instrumento de despojo, y las consecuencias son que se borra de las consciencias de la gente la noción de lo justo y lo injusto, contraponiéndose la Moral a la Ley (si ésta permite el despojo), estando el ciudadano en una cruel alternativa. Otra consecuencia deplorable de la perversión de la ley es dar a las pasiones y luchas políticas una preponderancia exagerada. Y es que mientras se admita como principio que la Ley puede ser desviada de su verdadero objeto, y que puede violar las propiedades en vez de garantizarlas, todas y cada una de las clases querrán hacer la ley, ya sea para precaverse contra el despojo, ya para organizarlo en provecho propio.
Esta perversión es causa perpetua de odio y de discordia, capaz de producir desorganización social.

La solución no era otra que la Ley siempre obrase del mismo modo ante el despojo, no permitiéndolo. Pero esto no era así, sino que lo defiende en muchas ocasiones, y pone todo el aparato de magistratura, policía y cárceles a disposición del que despoja, y trata como criminal al despojado que se defiende.
Y cómo se averigua si una ley es perversa y consiente el despojo?. Pues fácilmente: examinando si la Ley quita a unos lo que les pertenece para dárselo a otros, a quienes no pertenece; examinando si la ley beneficia a un ciudadano con perjuicio de los demás, un acto que aquel no podría verificar por sí solo sin cometer un crimen.

Por lo que habría que derogar todas ellas. Por su puesto afirma algo que vemos continuamente hoy. Que el favorecido por dicha ley pondrá el grito en el cielo, invocará a derechos adquiridos, dirá que el Estado debe fomentar y proteger su industria, alegará que es bueno que el Estado le enriquezca, porque cuanto más rico es, más gasta y mayor lluvia de salarios derrama sobre los pobres jornaleros. Pero no hay que hacer caso del sofista, puesto que precisamente sistematizando sus argumentos (falaces), es como se consigue sistematizar el despojo legal.

Y esto es lo que ya sucedía (y ha seguido sucediendo cada vez más). La manía de hoy comenta, es enriquecer a todas las clases, unas a costa de otras; es generalizar el despojo, organizándolo. Y hay muchas maneras: aranceles, protección, primas, subvenciones, estímulos, impuesto progresivo, instrucción gratuita, derecho al trabajo, derecho al beneficio, derecho al salario, derecho a la asistencia, derecho al crédito gratuito...: Y el conjunto de todos estos planes (que es el despojo legal), es lo que se llama socialismo, y que aspira al despojo legal.

Ante esto, dice Bastiat, solo hay tres opciones:

-Que la minoría despoje a la mayoría.
-Que todos despojen a todos.
-Que nadie despoje a nadie.

La solución es la tercera, si bien las que vemos hoy es bien la primera, bien la segunda.

El problema que hay es que se pretende que la ley sea a su vez justa y filantrópica. Pero estas dos tareas se contradicen. O se opta por una o por la otra. El ciudadano no puede ser y no ser libre al mismo tiempo. No es concebible la fraternidad obligada por la ley, sin que quede destruida la libertad, y recortada la justicia.

2- La falsa filantropía era la segunda causa de dicha perversión.
No entra nada en la Caja del Estado en favor de un ciudadano, que no se les haya obligado a entregar previamente a otros.
La ley solo puede ser un instrumento igualitario cuando tome de unos para dar a otros, y entonces es instrumento de despojo.
Por ello, el socialismo lleva inherente el monstruo del despojo legal. Eso sí, lo disfraza ingeniosamente para que ni él mismo, si es posible, pueda conocerlo, y lo bautiza con hermosos nombres de fraternidad, solidaridad, organización y asociación. Y quienes pedimos a la Ley su verdadera función, que es la justicia, se nos echa en cara que rechazamos la fraternidad, la solidaridad...y nos arroja a la cara el epíteto de individualistas.
Por tanto, el socialismo debe saber que no rechazamos la organización natural, sino la que se impone por la fuerza.
No la asociación libre, sino las formas de asociación que él pretende imponernos. No la fraternidad espontánea, sino la fraternidad legal. No la solidaridad providencial, sino la artificial, que no es más que una desviación injusta de responsabilidad.

Ahí la estrategia del socialismo: confunde gobierno con sociedad. Por eso cada vez que nos oponemos a que el gobierno haga una cosa, se figura que no queremos que la cosa se haga.
Por ejemplo, rechazamos una religión de Estado, luego dice, no queréis religión. Rechazamos la igualdad por medio del Estado, luego, no queréis la igualdad...que es lo mismo que si nos acusase de que no queremos que los hombres coman, puesto que no queremos que se cultive trigo por cuenta del Estado.

Y esto es consecuencia también de algo que ha dominado a muchos pensadores (desde Montesquieu a Rousseauy pasando por Robespierre) de la educación clásica, que es la falsa creencia de que el mundo va hacia el caos inevitablemente y sus iluminados líderes son distintos (creencia en la infalibilidad del legislador) y necesitan el poder total para cambiarlo y llevarlo hacia la luz (lo que Hayek llamó el constructivismo cartesiano o el racionalismo contructivista).
Defienden en consecuencia el poder ilimitado del gobierno, el despotismo, el absolutismo, la omnipotencia de la Ley, que por supuesto, aspiran a hacer ellos mismos.

Por tanto, no pueden dejar ninguna libertad a los hombres, pues según ellos, tenderían a degradarse en todos los conceptos. Pero estas pretensiones llevan a una pregunta. Y es que si las tendencias de la humanidad son malas, hasta el punto de que la deba dejar sin libertad, ¿Cómo pueden ser buenas las tendencias de los organizadores? ¿No forman parte del género humano los legisladores y sus agentes? ¿Se creen acaso de un barrio distinto del de que fueron hechos los demás hombres? Dicen que la sociedad, abandonada a sí misma, corre fatalmente hacia el abismo, por sus instintos son perversos, y tratan de detenerla en la pendiente dándole mejor dirección. Es decir, que son superiores y diferentes al resto de la humanidad teniendo poderes y virtudes que nadie tiene. Pues si es así que lo prueben palpablemente. Pues quieren que creamos que ellos son pastores y el resto rebaño.

Siguiendo esto, el poder político y su responsabilidad es inmensa. Está encargado de todo, cuida de todo, lo hace todo, luego debe responder por todo. De manera que no hay un dolor en la nación de que el gobierno no se ha hecho responsable.
Y ante cualquier problema y mal funcionamiento, su propuesta es ensanchar hasta lo infinito el dominio de la ley: es decir, la responsabilidad del gobierno.

Pero si el gobierno se encarga de alzar y ordenar los salarios y no puede conseguirlo; si se encarga de dar remedio para todos los infortunios y no puede hacerlo; si se compromete a asegurar pensiones de retiro a todos los trabajadores y no puede hacerlo; si se compromete a proporcionar a todos los obreros instrumentos de trabajo y no puede hacerlo; si se encarga de abrir un crédito gratuito a todos lo que deseen tomar prestado y no puede hacerlo...
¿Deberá extrañarnos que cada contratiempo sea una causa de revolución?

La ley como insiste es la fuerza común organizada para impedir la injusticia, y en menos palabras: LA LEY ES LA JUSTICIA.

No es cierto que el legislador tenga sobre nuestras personas y propiedades un poder absoluto, toda vez que éstos preexisten y que la tarea de la ley es rodearlas de garantías.
No es cierto que el objeto de la ley consista en regir nuestras conciencias, ideas y voluntades, nuestra instrucción, nuestros sentimientos, trabajos, dones y goces. Su objeto es impedir que en ninguna de estas materias el derecho de uno se sobreponga al derecho de otro.
Tan falso es que pueda oprimir a las personas o lastimar las propiedades, ni aun proponiéndose un objeto filantrópico, que precisamente su función es protegerlas.

La ley es inmutable, inalterable. No admite aumento ni disminución. Si se sale de esto, nos hallamos en lo infinito, en lo incierto, en la utopía impuesta a la fuerza, o lo que es peor, entre la multitud de utopías que pugnan por apoderarse de la Ley o imponerse; porque la fraternidad y la filantropía no tienen límites fijos como la Justicia. ¿En dónde os detendréis? ¿En dónde se detendrá la Ley?

Unos dirán que solo se extenderá a algunas clases industriales y que disponga de los consumidores en favor de los productores. Otro que se extienda en favor de trabajadores y que la Ley señale un mínimo asegurado: el vestido, la habitación, el alimento y todas las cosas necesarias para la conservación de la vida. Otro que todo esto es elemental, y que además debe dar a todos los instrumentos de trabajo y la instrucción. Otro que aún así, habrá desigualdad y que la Ley deberá actuar (lujo, literatura, arte...). Y así os irán llevando hasta el comunismo, o más bien, la legislación será lo que es hoy...el campo de batalla de todas las ambiciones y de todos los apetitos desordenados.

Si se funda la Ley así, en un principio fraternario, de la que emanan los bienes y los males y que es responsable de todos los quebrantos individuales y de las desigualdades sociales, se dejará la puerta abierta a un sinfín de quejas, odios, disturbios y revoluciones.

Concluye que bajo la Ley de justicia, bajo el régimen del derecho, bajo la influencia de la libertad, de la seguridad, de la estabilidad y de la responsabilidad, irán llegando los hombres a su valor completo; a toda la dignidad de su ser y la humanidad realizará con orden, con calma, lentamente sin duda, pero con certeza, el progreso a que está destinada.

La solución del problema social está en la libertad.




Una foto de Unión Editorial.

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