Teodoro León analiza la lección delirante que se saca de Lavapiés y la gestión y responsabilidad de Podemos, la posverdad en esencia institucionalizada.
No se puede caer más bajo en su intento de agitación social para intentar movilizar las bases y provocar el conflicto social para intentar obtener rédito electoral a cualquier precio (todo vale, ya sea, provocar y alentar la violencia y daños públicos, provocar pérdida de dinero al ciudadano e inseguridad, crear conflicto y enfrentamiento social y disturbios mediante la propagación de bulos, alentar la violencia y el odio, manipular vilmente a los medios y a los ciudadanos, ocultar la verdad, tergiversar la realidad, aprovechar el sufrimiento humano en beneficio propio, ideologizar cualquier acontecimiento...).
Artículo de El País:
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. EFE
El desenlace lógico para lo sucedido en Lavapiés es que Podemos reclame despenalizar la venta ilegal de falsificaciones. Se trata de una curiosa aunque previsible resolución del silogismo: si vender falsificaciones es delito, y muere un vendedor de falsificaciones de un infarto, queda claro que hay que despenalizar la venta. En fin, lo raro es que no hayan propuesto directamente prohibir los infartos.
La alcaldesa Carmena, tras la delirante espiral de los acontecimientos desde la muerte del senegalés Mmame Mbaye, ha ofrecido al fin su valoración sosegada con la perspectiva que da esperar cuatro días: “Nadie ha tenido ninguna actitud que merezca reproche”. Carmena ya ha acostumbrado a la sociedad a sus extravagancias bajo el estereotipo de ‘abuelita rebelde’, pero incluso para ella esto resulta demasiado extravagante, porque de hecho es exactamente todo lo contrario: nadie ha tenido ninguna actitud que no merezca reproche. Desde la propagación del bulo, incluyendo a la prensa que cayó en el error, hasta ese pelillos a la mar suyo aunque el barrio experimentara dos días de violencia como si fuese la banlieue combustible de París.
Los hechos: tras desplomarse Mmame Mbaye en la calle, la policía informa de la atención a un hombre víctima de un infarto y reclama el servicio Samur. Esto sucede a las 16:58. Hay imágenes del masaje cardíaco. Los responsables del Ayuntamiento de Madrid no podían desconocer la verdad, pero son precisamente dirigentes de Podemos quienes esa tarde ya propagan el bulo, primero Ramón Espinar, con su “no hemos estado a la altura de los Derechos Humanos”; después Monedero con su hashtag #NingunaPersonaEsIlegal, y finalmente la concejala Rommy Arce, anticapi según consta en su perfil de Twitter: “Los nadie víctimas de la xenofobia institucional y de un sistema capitalista que levanta fronteras interiores y exteriores. El pecado de Mmame ser negro, pobre y sin papeles. Hermano, siempre estarás en nuestro recuerdo”. Ahora vaya usted ahora a explicar que su problema era una enfermedad cardiovascular congénita.
Tras esa imponente declaración de una responsable del propio Ayuntamiento apelando al “hermano” muerto –¿hermano por ser negro? ¿hermano por ser pobre? ¿hermano por no tener papeles? ¿hermano por estar muerto?... en realidad no se sabe en condición de qué, porque la concejala tan anticapi como antihonesti no comparte ninguno de esos requisitos– a quién le podía importar ya la autopsia. En definitiva desde el Ayuntamiento se silenciaba la verdad para anteponer el relato ventajista que agitaba ya la calle. En Podemos, tres años después de las municipales del 24M de 2015 en que comenzaron a asaltar los cielos del poder, más de mil días, aún no se ha entendido la contradicción de ser antisistema en las instituciones, desprestigiar la política desde los cargos públicos, estar contra la ley siendo garantes de las leyes, y desacreditar las versiones oficiales siendo las fuentes oficiales.
La lógica de la posverdad, que en definitiva es el desprecio por la verdad, supone un factor natural en el auge del populismo. Este caso deja una lección extraordinaria: Podemos es el partido que gobierna Madrid; Podemos es el partido que ha difundido bulos provocando violencia en Madrid; Podemos es el partido destinatario de la ira de Podemos con sus denuncias de “xenofobia institucional”; y Podemos ha exculpado a todos los implicados incluyendo a Podemos. Sin duda, una lección extraordinaria.
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