José Luís Montesinos analiza la cuestión del revuelo de los datos robados a Facebook, la supuesta influencia en política de los mismo (que no varía en nada a lo que hacen todos los políticos bajo todos los medios posibles a su disposición), el chivo expiatorio (uno más) que supone para el stablishment y su vaga percepción e incapacidad para entender la realidad y su posición.
Artículo de Desde el Exilio:
Queda mucho por ver y mucha tinta correrá a raíz del nuevo escándalo que se cierne sobre Facebook. La venta de datos personales, rompiendo los acuerdos y condiciones de uso que la empresa tiene con sus propios usuarios puede acarrear costosas multas a la red social, pérdidas millonarias en bolsa y quien sabe qué más. Queda por ver, por investigar y por saber. El uso fraudulento de los datos de los clientes es una de las lacras de las que no parece librarse Internet. Muchos intereses, mucho dinero y mucho desaprensivo. Un cóctel sin duda explosivo. Queda por ver y veremos.
Como es un asunto grave parece que es el momento de mezclar las churras con las merinas. Ya se estudian las implicaciones que haya podido tener el asunto en la victoria de Trump en las elecciones americanas. Los prebostes de la Eurocámara ya se preguntan, sesudos, si Zuckenberg pudo adulterar la democracia, cambiando el curso de la Historia. Westminster por su parte, se plantea echarle la culpa del Brexit al pelirrojo y a su creación. Poco a poco se van subiendo al carro más lumbreras con cargo a nuestros impuestos.
Salvo que la consultora Cambridge Analitica manipulara directamente las urnas, americanas, británicas o cualesquiera otras, en esencia, lo que pudo hacer es exactamente lo mismo que cualquier político viene haciendo desde que Pepe Goebbles nos enseñara a todos el poder de la propaganda. Con la salvedad de que la propaganda esta vez no era pro establishment molón. No le quita esto un ápice de gravedad a la cuestión mollar, el robo de datos, sin duda. Sin embargo, lo que sí consiguieron, por lo que parece, en la consultora, es algo que desde la aparición de las redes sociales se les resiste cada vez más a los Estados y sus ramificaciones, que no es otra cosa que adaptar mejor un mensaje y dirigirlo a su público objetivo. Esto es lo que hace tiempo que muchos dejaron a un lado hace ya demasiado tiempo. Si Trump o el Brexit tuvieron éxito es porque el mensaje, fuera verdad o mentira, era el que la gente quería oír, estaba adaptado a sus necesidades y utilizaba los canales adecuados en cada momento. De primero de comunicación.
Los socialdemócratas de todos los partidos, el establishment, la prensa radiotelevisiva, la Eurocámara o el New York Times hace mucho tiempo que desconectaron de la realidad de la calle. Trump no. O al menos no tanto. El ciudadano medio, el votante de a pie, vive una vida muy distinta a la que cuentan en la tele. No importa que hablemos de feminismo, de cambio climático o energías alternativas, de pobreza, de pensiones o de cualquier otro tema. Son muchas las fuentes que rebaten el discurso del Congreso, de A3Media, de Mediaset, de la prensa escrita, de tantos y tantos tertulianos. Son muchos los que acceden a estas fuentes y, mientras la realidad circula por un lado y los diputados por otro, aparecen los Trump o los Iglesias. Uno llegó a presidente y el otro no. Uno simplemente contó lo que quería oír la gente y el otro se dedicó a repetir consignas que no convencieron a suficientes al principio y ahora ya no convencen a casi nadie.
En el propio Facebook se puede encontrar una información y su contraria. Una explicación y su refutación. No digo en la inmensidad de toda la red. Me temo que si la treta execrable de Cambridge Analitica tuvo alguna influencia no fue más que residual. Predicar conversión a los conversos. El resto, la explicación del niño malcriado que le echa la culpa de su mala suerte al resto del mundo, sin ver la viga en el ojo propio. El establishment envía mensajes tan alejados de la realidad que el votante que no tiene pesebre se arrima a Trump, a Iglesias o a Rivera, en cuanto éstos conecten mínimamente con el pulso de la calle, y mientras sigan conectados van convirtiéndose en establishment sin parecerlo – ya lo eran si duda entes de empezar, no se equivoquen. Aire fresco y esas cosas. Mientras, los viejos dinosaurios seguirán mirando que pasa por ahí, sin acertar, cuando esta vez sí, deberían mirarse el ombligo porque son ellos los que no funcionan. No solo no aciertan con el mensaje, cosa harto difícil, desde luego, si no que no tienen ni la más remota idea de como funcionan los canales. Ignorante no es el que no sabe, si no el que no quiere saber.
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