Juan Rallo analiza la última treta de Maduro (Venezuela) para seguir robando al pueblo y esconder su masiva impresión de dinero (causante de la inflación) para financiar el masivo despilfarro clientelar del gobierno.
Artículo de su página personal:
En toda hiperinflación suele llegar un momento en el que los ceros dejan de caber en los billetes y, en consecuencia, los gobiernos han de redenominar sus divisas en una unidad monetaria menor. El caso paradigmático de este comportamiento probablemente sea el de la mayor hiperinflación en la historia de la humanidad: la de Hungría en 1946 (cuando el IPC llegó a crecer a una tasa de 150.000% al día). La unidad monetaria húngara por aquel entonces era el Pengő y, tras una primera escalada de precios, el Gobierno decidió reemplazar un millón de Pengős por un Milpengő (es decir, 1 Milpengő = 1.000.000 de Pengős); posteriormente, conforme la inflación siguió avanzando, volvieron a reemplazar un millón de Milpengős por un Bilpengős (es decir, 1 Bilpengős = 1.000.000.000.000 de Pengős), y, aún más adelante, hubo que sustituir el Bilpengő por el Adopengő, una moneda que se redenominaba automáticamente en función de la inflación diaria. Venezuela todavía no ha alcanzado las cuotas del desastre hiperinflacionista húngaro, pero va camino de ello.
Hace dos días, el presidente bolivariano Nicolás Maduro anunció una redenominación monetaria: el “bolívar fuerte” sería reemplazado por el “bolívar soberano” a una tasa de 1.000 bolívares fuertes por bolívar soberano. Sucede que, hace apenas una década, allá por 2007, el propio Chávez ya había impulsado otra denominación monetaria: 1.000 bolívares fueron intercambiados por un bolívar fuerte. Dicho en otras palabras, en solo diez años, el chavismo ha tenido que sustituir un millón de bolívares por un bolívar soberano para, de ese manera, borrar seis ceros de todos los billetes. No es para menos: actualmente, el valor de 235.000 bolívares fuertes apenas asciende al de un dólar en el mercado paralelo. O, expresado a la inversa, el valor de un bolívar fuerte tan sólo es de 0,0004 céntimos de dólar. Por consiguiente, el bolívar soberano arrancará con un valor en el mercado paralelo de 235 bolívares soberanos por dólar (o, lo que es idéntico, cada bolívar soberano valdrá 0,4 céntimos de dólar). Acaso para volver la comparativa más desoladora: en 2007, un bolívar tenía un valor de 20 céntimos de dólar (y, por consiguiente un bolívar soberano habría tenido un valor de casi 205.000 dólares); actualmente, un bolívar apenas alcanzaría un valor de 0,0000004 céntimos de dólar.
En diez años, el bolívar —por mucho que le hayan ido cambiando de nombre— ha perdido el 99,99% de su valor. Esa es la magnitud exacta del robo monetario que la casta bolivariana ha perpetrado sobre los ahorradores venezolanos. Y, siendo así, ¿qué se pretende con esta nueva redenominación monetaria? Pues, como decíamos al comienzo, se ambiciona economizar el espacio existente en los billetes, eliminando de ellos tres incómodos ceros: dado que Maduro en particular, y la oligarquía chavista en general, quieren seguir imprimiendo masivamente moneda para financiar el masivo despilfarro clientelar del gobierno, no les queda otra que disimular los efectos más visibles y descarados de su desastrosa política monetaria. Todo se trata de una treta para continuar robando.
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