sábado, 21 de septiembre de 2019

Contra la Teoría Monetaria Moderna: una fraudulenta solución mágica

Ignacio Moncada muestra la fraudulenta solución mágica que supone la Teoría Monetaria Moderna, asumida cada vez más desde la política, centrándose en la excelente y recomendable obra de economía monetaria de Juan Rallo "Contra la Teoría Monetaria Moderna. Por qué imprimir dinero sí genera inflación y por qué la deuda pública sí la pagan los ciudadanos", siendo muy interesante también la lectura de su otra obra al respecto: "Contra la Modern Monetary Theory: los siete fraudes inflacionistas de Warren Mosler".


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¿No sería maravilloso que existiera un botón que, al pulsarlo, resolviera todos nuestros problemas económicos? Nuestras sociedades se enfrentan de manera recurrente a problemas tan graves como el desempleo, la pobreza, la inflación o el endeudamiento excesivo. En ocasiones, como en grandes depresiones económicas como la que hemos vivido durante la última década, estos problemas se manifiestan con tal intensidad que muchas personas llegan a situaciones desesperadas. Es inevitable que en ese caldo de cultivo aparezcan doctrinas que vendan que la solución a los problemas es muy simple, que basta con aplicar unas sencillas recetas y, sin esfuerzo, todos esos problemas se resolverán como por arte de magia. Una de esas aparentes soluciones mágicas es la denominada Teoría Monetaria Moderna.
La doctrina de la Teoría Monetaria Moderna puede resumirse con una famosa cita humorística de Woody Allen: “Arreglar los problemas económicos es fácil: lo único que se necesita es dinero”. La TMM afirma que un Estado soberano puede crear la cantidad de dinero que desee para financiar sus gastos sin necesidad de cobrar impuestos, sin endeudarse, y además sin provocar inflación. Y dado que puede hacerlo, dos implicaciones resultan inmediatas. Por un lado, aseguran que es imposible que un Estado con soberanía monetaria quiebre, pues siempre puede crear la cantidad de moneda fiat necesaria para cumplir con sus obligaciones. Por otro, el gobierno en todo momento puede contratar a todo los desempleados imprimiendo moneda y sin generar inflación, convirtiéndose en “empleador de última instancia”. En palabras de dos de sus principales seguidores, Randall Wray y Éric Tymoigne, “el gobierno tiene una capacidad ilimitada para pagar todo lo que quiera comprar y para cumplir con todas sus promesas de pago. Por tanto, la insolvencia y bancarrota del gobierno es imposible. Siempre puede pagar”.
El nuevo libro del profesor Juan Ramón Rallo tiene como objetivo realizar un análisis crítico de las ideas de esta doctrina monetaria y la conclusión alcanzada queda clara desde su título: “Contra la Teoría Monetaria Moderna: Por qué imprimir dinero sí genera inflación y por qué la deuda pública sí la pagan los ciudadanos” (Deusto). En palabras del autor, “la TMM se equivoca tanto a la hora de describir el funcionamiento del sistema monetario moderno como a la hora de proponer políticas económicas basadas en tales errores analíticos previos”. Y es que, de acuerdo con Rallo, “lo cierto es que sus promesas son completamente ilusorias y sus riesgos inflacionistas totalmente reales”.
Para llegar a estas conclusiones, sin embargo, el autor comienza por el principio: analizando y desmontando de manera minuciosa los fundamentos teóricos de la MMT. La MMT hunde sus raíces en la doctrina neochartalista, que niega que el dinero sea una institución social que pueda ser seleccionada de manera evolutiva por el mercado, y afirma que es el Estado quien siempre determina qué bien se utiliza como medio de intercambio. Rallo, sin embargo, demuestra que ambas cosas son erróneas. Por un lado, dedica un capítulo entero a formular en detalle la teoría evolutiva sobre el origen del dinero, enriquecida con una visión más completa sobre el funcionamiento de las economías premonetarias que la que es habitual en otros autores austriacos. El autor explica cómo el proceso de selección del bien que terminará actuando como dinero es gradual e iterativo y se basa en criterios que no son arbitrarios, y con ello refuta los argumentos que emplean los neochartalistas para concluir que el dinero no puede surgir del mercado.
Por otro lado, Rallo realiza el que probablemente sea el desarrollo más completo del valor de la moneda fiat desde una visión subjetivista. El autor parte de la base de que la moneda fiat es un crédito fiscal que los ciudadanos extienden al Estado, y por tanto una deuda del propio Estado. “Y justamente porque la moneda fiat es un activo financiero contra el Estado”, afirma Rallo, “su valor se determinará exactamente igual que el de cualquier otro activo financiero: será el valor presente de sus ingresos futuros esperados”. Las conclusiones del desarrollo efectuado por el autor son claras: si el Estado emite moneda fiat sin aumentar a su vez las obligaciones tributarias de los ciudadanos o adquirir activos de suficiente calidad, su valor tenderá a caer, los precios tenderán a subir, y la capacidad de gasto del Estado en términos reales se verá efectivamente limitada. No es cierto, por tanto, que el Estado mediante emisiones de moneda fiat tenga una capacidad ilimitada de gasto en términos reales.
En realidad, para que el Estado tenga cierta capacidad de gasto mediante emisión de moneda fiat es fundamental que sea creíble como emisor: si los ciudadanos no creen que vaya a ser capaz de mantener su valor estable o que no vaya a ser capaz de respaldarlo con activos de suficiente calidad, los propios ciudadanos exigirán descuentos crecientes para aceptar dicha moneda fiat. Por ello, la mayoría de los Estados han establecido un marco institucional en el que el banco central debe cumplir con unas reglas mínimas, como la autolimitación de la capacidad para emitir moneda fiat y la obligación de mantener activos de calidad en sus balances, de forma que se mantenga creíble como emisor. De hecho, es precisamente este marco institucional que permite a los Estados tener cierta capacidad de emitir moneda fiat de manera creíble el que los seguidores de la TMM proponen desmantelar: si lo hicieran descubrirían que la capacidad de gasto real del Estado mediante emisión de moneda fiat no es que fuera ilimitada, sino que pasaría a ser prácticamente nula.
Desmontados los fundamentos teóricos en los que se apoya la TMM, parecería que se cae por su propio peso la popular propuesta de pleno empleo que suscriben muchos de sus seguidores: a saber, que si el Estado se convirtiera en “empleador de última instancia”, y mantuviera siempre el pleno empleo mediante el sencillo método de contratar a todos los desempleados con emisiones de moneda fiat, no se generaría inflación. Como demuestra Rallo, el problema de esta medida es que no sólo tendería a generar inflación, sino que ni siquiera lograría alcanzar el pleno empleo.
Por un lado, para que la contratación continua de parados mediante la emisión de moneda fiat no sea inflacionaria, en ausencia de subidas de las obligaciones tributarias, sería imprescindible que dichos trabajadores generarán un valor económico realizable en el mercado tal que permita al Estado cancelar por completo la moneda fiat emitida sólo con la venta de la producción de esos trabajadores: como dice Rallo, de lo contrario “equivaldrá a un incremento de los pasivos estatales que no irá de la mano de mayores derechos de cobro capaces de asegurar el reflujo de su valor”. Es decir, que el programa de trabajo garantizado sólo funcionaría si el trabajo creado produjera tanto valor que pudiera producirlo en el mercado, y por tanto no tendría sentido que lo hiciera desde el Estado; y si el programa no es capaz de crear suficiente valor, será inflacionario o requerirá de más impuestos para financiarlo.
Para colmo, si aún así el Estado insistiera en mantener esta política de “empleo garantizado”, los trabajadores empezarían a incorporar en sus expectativas las subidas de inflación futuras, y por tanto exigirían de antemano salarios más elevados. Así, aumentaría el desempleo y la medida quedaría inutilizada, a menos que el Estado aumente la intensidad de emisión monetaria y por tanto el nivel de inflación. “Entraríamos así en una espiral precios-salarios”, dice Rallo, “que sólo podría romperse influyendo sobre las expectativas de inflación (por ejemplo, anunciando creíblemente aumentos de impuestos o recortes de gastos futuros que den lugar a un incremento esperado del reflujo de moneda fiat y que normalmente irán aparejados a aumentos extraordinarios del desempleo a corto plazo)”. En conclusión, como afirma el autor, “lejos de proporcionarnos pleno empleo sin inflación, el plan de empleo garantizado arroja inflación sin pleno empleo”.
En definitiva, la TMM es una doctrina muy atractiva en tiempos de crisis, pues parece proporcionar un remedio sencillo y sin coste aparente a los principales problemas económicos de nuestras sociedades. En “Contra la Teoría Monetaria Moderna”, Juan Ramón Rallo refuta con rigor y de manera didáctica los errores fundamentales de esta corriente monetaria, y demuestra que la supuesta solución mágica que sus defensores proponen no sólo no soluciona nada, sino que es un fraude que terminaría agravando los problemas.

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