Artículo de Disidentia:
España es uno de los países más longevos del mundo, también de los que desde hace demasiados lustros más tasa de paro acumula, y destaca casi sin competidores cuando hablamos de desempleo juvenil o de destrucción de puestos de trabajo temporales a poco que se enfría la economía.
Así viene siendo nuestro país en las últimas décadas y no parece que vaya a haber cambios ni en lo bueno, ni en lo malo, aunque la acumulación de deudas y la confusión política pueden variar este panorama y no precisamente en la buena dirección.
¿Debe España encabezar una transición ecológica acelerada? caben varias respuestas, la más obvia es que no.
Un Green New Deal español que pretenda un impacto más allá del publicitario es un proyecto faraónico que resulta tan extravagante como si pretendiésemos ser los primeros en llevar una nave tripulada a Marte. Solo las ambiciones personales para ocupar puestos destacados en instituciones internacionales o los deseos de acabar a cualquier precio con determinadas empresas pueden justificar el esfuerzo que supondría que España encabezara mundialmente la transición ecológica.
Habrá quien diga que dada la debilidad de parte de nuestro tejido productivo no se pierde demasiado por ser pioneros en un proceso de reconversión energética, pero habría que señalar que las revoluciones duelen y que la industria y el sector energético son muy importantes en sus núcleos de influencia, el sector del automóvil tiene un elevado peso en nuestra economía y en el sector exportador, es el motor de la economía en Vigo, Palencia, Valladolid, Pamplona, Vitoria, Villaverde, Almussafes, Martorell o Figueruelas. Aún tiene más concentración y peso la industria azulejera en la provincia de Castellón o el refino en Puertollano o Abanto, para todas esas localidades y no digamos los trabajadores de esas empresas y sus proveedores no es lo mismo un ritmo de transición ecológica u otro.
En política no cabe que un solo valor rija todos los demás, debe darse un equilibrio, el éxito de cierto maximalismo tiene que ver con la diferente intensidad con que unos y otros se aplican en lo que se ha dado en llamar la batalla cultural, este desequilibrio hace que determinadas posiciones tengan barra libre de fake news, sensacionalismo y cobertura arrimada como candente ascua a su sardina ideológica.
Sin duda debemos avanzar en la eficiencia energética y en la descarbonización de nuestra producción pero podemos y debemos discutir si hay emergencia (como el Congreso de los Diputados de España ha declarado) y si nos corresponde a nosotros ser los que hagamos un mayor esfuerzo, o esa es una tarea para Alemania o EEUU, o incluso si deben acelerar la protección medioambiental en China o India.
En España debemos priorizar las oportunidades de empleo, facilitar el crecimiento y priorizar la orientación del Estado de bienestar al envejecimiento que nos tocará gestionar. El sistema de pensiones o la financiación de la dependencia ya suponen un reto mayúsculo que difícilmente podremos atender con los depósitos de combustible vacíos, el empleo en retirada y la deuda disparada.
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