viernes, 6 de marzo de 2020

¿Podrá debatirse la ley Montero o te dirán machista y señoro?

Juan Soto analiza los diversos problemas que lejos de solucionar, genera la nueva ley de libertades sexuales que plantea Unidas Podemos, y la peligrosa y más que equivocada actitud (pero para qué cambiarla si así consiguen todo) de la izquierda para evitar toda crítica, rechazo, cambio o sugerencia, por múltiples errores (independientemente de la enorme ideología que subyace en ella) que contiene. 

Artículo de El Confidencial:
Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE)La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE)
La nueva ley de libertades sexuales promovida por el Ministerio de Igualdad va a suponer un cambio notable en la esfera privada de la ciudadanía. Es una ley que penetra en el terreno sexual, íntimo, donde desgraciadamente se dan muchos delitos impunes. Como la ministra ha dicho, lo que pretenden no es solo ofrecer asideros legales a las mujeres víctimas de la violencia sexual, sino cambiar la mentalidad de la sociedad respecto de esta situación. No será una ley de hechos solamente, sino también pedagógica.
De ahí que dediquen parte de su articulado a asuntos ajenos a la actividad sexual ilícita, y penetren en la educación, la grosería o la publicidad. El anteproyecto tiene, por tanto, una explícita vocación revolucionaria, entendiendo revolución como el intento de cambiar la psicología de las masas para conducir la sociedad hacia un lugar distinto. Como la ministra y su equipo han repetido en entrevistas, esta ley aspira a una transformación del pensamiento, y por eso el primer borrador ha invadido competencias que excedían las funciones de su ministerio.
El cambio de chip que persiguen pasa, han dicho, por que los hombres dejen de percibir a las mujeres como objetos sexuales y las reconozcan como sujetos libres y autónomos, con voluntad propia. De ahí que el mayor cambio de óptica que trae esta ley coloque en el centro del delito sexual el vaporoso concepto del consentimiento, que ni siquiera es fácil de definir con exactitud. Dado que la voluntad íntima de la mujer debe ser aceptada sin distorsiones, el salto cualitativo de la ley es, cuanto menos, arriesgado.
Creo que la inmensa mayoría de la sociedad entiende a la mujer como un sujeto autónomo y libre, por más que el movimiento feminista insista en que la sociedad patriarcal la reduce a una especie de concubina hacendosa. Con esto no niego que muchos hombres se toquen los cojones en casa, o que no dejen hablar a las mujeres en una reunión, o que deleguen en ellas los cuidados, etcétera. El machismo es persistente, pero sí cuestiono que la mayoría de los hombres no entienda qué es la libertad sexual de las mujeres.
La cuestión es que, en la ley, el diablo vive en los detalles. Todavía es pronto para saber cuál será el desarrollo, pero en lo que nos han adelantado surgen dudas sobre el consentimiento y las pruebas para determinar si ha existido una violación, una humillación callejera o un abuso. La redacción del articulado parece ambigua y su vocación declaradamente ideológica deja ver sesgos que podrían provocar problemas cuando toque aplicarla. De ahí que sea tan importante que una ley tan trascendental como esta se debata a fondo.
Hasta aquí, todo normal. Los partidos proponen leyes según su ideología y el Congreso, como una colmena, las matiza. La democracia proporciona frenos de seguridad al totalitarismo mediante enmiendas, discusiones y votaciones. Distintas sensibilidades terminan transformando lo que podríamos llamar 'leyes de unos pocos' en 'leyes de unos cuantos más'. Y serán siempre imperfectas y sometidas a reforma, pero casi nunca contrarias a los principios rectores del Estado liberal. Esto, claro, en teoría.
Pero vistas las reacciones de Podemos ante las primeras críticas que ha suscitado el borrador, incluso ante algunas críticas de los miembros de la coalición, lo que me estoy preguntando es si la precaria salud del debate público va a permitir que esta ley se debata. Dado que penetra en terrenos pantanosos y complejos, dado que quiere ser pionera, esta ley debería discutirse a fondo y de forma escrupulosa y racional sin que las autoras y sus compañeros salten al cuello de quien plantee críticas.
La actitud de la izquierda está siendo equiparar a la derecha con el machismo asesino, y esto es grave por la acusación en sí, y por el estado en que deja el debate público. Ha bastado que surjan las primeras críticas para que Pablo Iglesias Pablo Echenique empiecen a disparar el estigma en todas direcciones. Han tildado de "machistas frustrados" y “señoros” no ya a quienes lanzan enmiendas a la totalidad sino a los que han manifestado dudas. Además, han denostado en bloque cualquier opinión que pueda verter un hombre, al más puro estilo identitario, sacando de la chistera el 'mansplaining'.
Pero esta ley afecta a hombres y mujeres: afecta a la vida sexual. Me preocupa que esa actitud de matones de instituto se imponga, y que personas razonables teman hacer críticas para no aguantar que las llamen machistas. Es decir: temo que la superioridad moral de la izquierda haga el debate tan imposible como la enmienda a la totalidad constante de algunos de sus adversarios.
Por el momento, parece que quieren plantear un escenario en el que o apoyas su ley con ovaciones o eres cómplice de la violación. Y es deprimente y poco eficaz, porque sin consenso esta ley será imperfecta y durará lo que dura un Gobierno. Nada.

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