Artículo de Negocios.com:
"Una retórica cargada de política ha contaminado la investigación académica.
No se han atrevido. Los investigadores y políticos reunidos en Estocolmo para adoptar mediante acuerdo la forma final del nuevo informe sobre el cambio climático global no han suprimido la referencia a que el calentamiento global en los últimos 15 años apenas es medible. No podíamos esperar otra cosa de un órgano de la ONU que se autodenomina “científico”. Después de todo, reflejar en un “informe de la situación del clima” el hecho de que existen mediciones que no concuerdan con lo proyectado por los modelos en el informe publicado cinco años atrás no es más que ser fiel a la verdad y consecuente con los principios de la ética científica.
Sin embargo los titulares de los periódicos y los noticiarios televisivos apenas han reflejado esta circunstancia, mucho más interesados en comunicar otro mensaje: el IPCC está seguro, en un 95%, de que las emisiones de CO2 de origen antropogénico son las causantes del cambio climático al que asistimos.
Dado que la parte científica del informe AR5 es más que discutible, los medios se han quedado con el mensaje político que, piensan ellos, es el que debe preocuparnos. Es un gravísimo error.
Con el lanzamiento del informe AR5, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático –que es como se llama el engendro nos pone a todos entre la espada y la pared: de un lado la ciencia, exigente desde su ética y absolutamente obligada a la búsqueda de la verdad. Por otro lado la acción política, carente de toda ética y absolutamente obligada en la búsqueda de nuevos campos en los que derrochar la riqueza que generamos los demás. Por ello, en la presentación del informe, la secretaria general de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Christiana Figueres, no tuvo ningún reparo en abrir su intervención con un: “El cambio climático avanza actualmente a un ritmo más rápido y más fuerte de lo esperado”. A la luz de las numerosísimas contradicciones del informe AR5, las palabras de Figueres no parecen tanto un llamamiento para salvar el clima como un intento desesperado de salvar la propia burocracia climática. ¿A qué se refiere cuando dice “lo esperado”? ¿Se refiere al momento de la presentación del informe anterior, en el 2007? ¿Se refiere al hecho de que las temperaturas reales desde entonces apenas han aumentado en una medida que puede ser considerada como estadísticamente insignificante?
No, el IPCC no es un órgano científico, por la simple razón de que en el IPCC no se hace ciencia. No podemos ignorar que las emisiones globales de CO2 siguen aumentando en tasas superiores a lo previsto y ello no ha supuesto un aumento significativo de las temperaturas globales. Tampoco podemos ignorar que después de varias décadas y millones y millones de euros gastados, el IPCC aún no ha presentado un argumento convincente sobre en qué medida cuantificable el calentamiento observado en el siglo 20 ha sido causado por los seres humanos. La ciencia funciona de manera radicalmente diferente. Si queremos postular una nueva teoría (“el hombre causó un fuerte calentamiento de la Tierra”) y “probarla”, lo primero que debemos hacer es refutar la teoría existente (“El clima es caótico y constantes cambios drásticos son normales, la variabilidad es muy alta”) y demostrar que la nueva explica mejor los datos observados.
Nada de ello veo en los informes del IPCC. Datos fundamentales son escondidos “inteligentemente”, como el hecho de el CO2 está en niveles mínimos si consideramos los últimos 500 millones de años, en los que las cantidades de ese gas eran inmensamente superiores y las temperaturas del planeta significativamente más frías y más cálidas que hoy. Durante muchos cientos de millones de años el contenido de CO2 en el aire fue más de 15 veces superior al actual. No se puede leer de los datos de los últimos 15 o 30 años (ó 40 ó 50), una tendencia en un sistema con tan fuertes fluctuaciones naturales como nuestro sistema climático. Una retórica cargada de política ha contaminado la investigación académica y, lo que es más grave, a las instituciones que investigan el clima, de manera que las personas y las instituciones se han convertido en defensores de una causa, abandonando la esencia del quehacer científico: el escepticismo y la autocrítica. Al mismo tiempo, y precisamente por ese abrazo a la “causa” (ellos lo llaman consenso), los científicos con una perspectiva no consistente con lo consensuado son, en el mejor de los casos marginados (dificultad para obtener fondos y publicar sus artículos), o en el peor de los casos condenados al ostracismo mediante las etiquetas de “negacionista” o “hereje climático”.
No, el IPCC no es un órgano científico y su informe AR5 tampoco lo es. En la reunión mantenida en Estocolmo los pasados días 23 al 26 de Septiembre por los miembros del Grupo de Trabajo de la ONU no se trataron temas científicos: Alemania exigió que todas las referencias a la ausencia de calentamiento en los últimos años fuesen eliminadas del informe del IPCC (no lo consiguieron). Mientras que 20 años de leve calentamiento fueron suficientes para exigir medidas drásticas e inmediatas para evitar un cataclismo climático, los alemanes pretendían que 17 años sin calentamiento son un período “demasiado corto” y esa información sería “engañosa”.
Hungría no quería que el informe AR5 del IPCC diese más munición a los negacionistas. Bélgica quería que “el organismo de más autoridad mundial sobre clima” manipulase los datos y gráficos, mediante el uso de un año de partida distinto que hábilmente mostrase una notable tendencia de temperatura ascendente. La Administración Obama quería que el IPCC explicase la ausencia de calentamiento argumentando que el calor atmosférico misteriosamente desaparecido había sido absorbido por las primeras 1,2 millas de los océanos, aguas que no muestran calentamiento según los datos del proyecto ARGO.
El diagnóstico de parálisis científica parece fatal en el caso del IPCC. Hemos de procurar el cierre del IPCC lo antes posible, no sólo para proteger a la ciencia de la climatología frente a la ideologización, también para protegernos a los demás frente a la avalancha de gastos innecesarios que una supuesta política de “protección del clima” (el clima, eso que no se puede proteger) acarrea ya. Debemos ser consecuentes con nuestra vocación de sostenibilidad y aplicar contundentemente el principio de precaución, que exige de nosotros no correr ningún riesgo ni ahora ni en el futuro, y por lo tanto el sacrificio del IPCC en nombre de la conservación de la ética científica. "
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