Las advertencias que hacíamos durante años muchos no son ni escuchadas porque el interés político, los lobbies y la compra de votos está por encima de la lógica, la racionalidad y el estudio de los costes reales y de oportunidad de dichas decisiones. Y eso cuando incluso desde dentro reconocen que el "tren de alta velocidad en España no tiene ni pies ni cabeza y que es insostenible".
Y es que una mirada a cómo funciona en otros países, los costes, km y pasajeros en dichos lugares, como ya he mostrado en otros artículos, evidencian aún más la locura del gasto público y de la planificación centralizada llevada a cabo en España.
Luego pasa lo que pasa y resulta que los costes disparatados (no solo de la construcción, que nunca se recuperarán, sino de mantenimiento, que ni siquiera son cubiertos) provocan un empobrecimiento continuo de muchísimos ciudadano que tienen que pagar obligatoriamente (incluso aun no usándolo) los desvaríos y los sueños de los políticos y burócratas, que nunca pagan ni son responsables por sus decisiones (ni de llevar a la quiebra a un país y sus ciudadanos).
Y eso, sin entrar tampoco en las graves consecuencias que tiene para otros sectores de la economía, de sus inversiones y su empleo, pues lo que tiene el monopolio público (contra estos nunca hay interés en acabar en perjuicio del ciudadano) de los recursos es que da igual lo mal que lo hagas y las pérdidas que obtengas. NO puede quebrar, puesto que el dinero no depende de ellos, sino que se extrae a la fuerza vía impuestos crecientes a los ciudadanos, que tienen que costear dicho servicio sí o sí.
De esta manera, las consecuencias funestas son notorias. Por un lado, hace competencia desleal contra el resto de sectores (aéreo, autobuses...), que no pueden competir en igualdad de condiciones, puesto que sus recursos son limitados al competir en el mercado (donde pueden quebrar ante pérdidas) frente a los "ilimitados" del monopolio estatal, expulsándoles de esta manera o limitándoles (obtención de recursos, inversión, empleo) enormemente al reducir su demanda. Y no puede haber nada más injusto que no competir en las mismas condiciones de igualdad.
Y en segundo lugar, provoca un enorme deterioro del bienestar de la sociedad, pues la economía se basa en el estudio y la optimización de los recursos (que son escasos por naturaleza) y que tienen usos alternativos. Tirar a la basura y malgastar ingentes cantidades de recursos en mayor cuantía de la necesaria y porque lo decide un burócrata, implica no poderlos emplear en otros usos alternativos, más valiosos y donde la ciudadanía obtiene mayor rentabilidad o cubre mejor sus muchas necesidades. Ello provoca por tanto que se produzcan menos bienes valiosos y se cubran menos necesidades demandadas, dilapidando el capital que tanto cuesta crear y acumular (y que es fuente de riqueza mediante su ahorro e inversión).
Reduce las economías de escala que se crearían si dichos recursos fueran a los sectores-usos donde más demandados fueran, reducen así la productividad, la inversión y la innovación en dichos lugares, y por tanto la mayor oferta, encareciendo dichos productos más necesarios y perjudicando el empleo y la economía.
Y este es uno de los elementos básicos que explican el Teorema de la imposibilidad del socialismo (y de su fracaso).
Pero claro, todo esto qué más da y quién lo va a pensar. El ciudadano lo único que ve es un tren más cerca (aunque ni siquiera lo vaya a usar). Las consecuencias y el coste real del despropósito a nadie le importa...
Artículo de Voz Pópuli:
La alta velocidad está siendo una de las grandes apuestas del Gobierno para revitalizar la inversión en obra pública. Sin embargo, cada vez será más difícil que el Estado rentabilice la inversión en una red cuyo mastodóntico coste se aleja cada vez más de los ingresos que logra obtener por su explotación. Desde que se puso en marcha el AVE, con la apertura al tráfico de la línea Madrid-Sevilla, la inversión se ha disparado por encima de los 47.000 millones de euros, mientras que los ingresos apenas han superado los 14.200 millones.
Es decir, la cantidad recaudada por la venta de billetes no cubre ni siquiera un tercio de la inversión que se ha realizado hasta este momento. Y al ritmo actual de incremento del número de pasajeros, aún deberían transcurrir 40 años para llegar a amortizar la inversión aunque se diera la red por concluida, algo que está lejos de suceder, dado los planteamientos del Ministerio de Fomento.
Actualmente, la obra en curso del gestor de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) asciende a más de 12.500 millones de euros, a los que hay que sumar los costes de mantenimiento de los cerca de 2.300 kilómetros que actualmente se encuentran en funcionamiento.
Otra lectura de estas cifras es que hubiera hecho falta el triple de pasajeros que ha empleado las líneas de larga distancia y alta velocidad para poder amortizar la inversión realizada durante las últimas dos décadas.
Sin comparación con Alemania y Francia
Pero este capítulo también va a ser complicado. El pasado año, Renfe logró su un registro histórico de 24 millones de pasajeros de larga distancia y alta velocidad. Pero son cifras que quedan en ridículo si se comparan con los 160 millones de pasajeros que registró Alemania, con una red de alta velocidad con la mitad de kilómetros que la española.
Y tampoco admiten paralelismo alguno con las que exhibe Francia, con 120 millones de viajes en 2013, con una red aún más pequeña que la alemana.
Con estas cifras no son de extrañar las palabras pronunciadas la pasada semana por el presidente de Adif. En un desayuno informativo organizado por Executive Forum, Gonzalo Ferre admitió que la red de alta velocidad en España “no tiene ni pies ni cabeza” con tan sólo 24 millones de pasajeros. “Es insostenible”, remarcó Ferre para después admitir que “vamos a necesitar mucha imaginación para hacerla rentable”.
Una red insostenible
Los números justifican las palabras de Ferre. Desde que se abrió la primera línea de AVE, la cifra de pasajeros ha superado los 388 millones, lo que ha resultado tremendamente insuficiente para hacer rentable ninguna de las líneas que actualmente está en funcionamiento.
Además, cabe añadir que las tasas media de ocupación y aprovechamiento de los trenes no supera en ninguno de los ejercicios el 70%.
Los esfuerzos de Renfe Operadora por incrementar la cifra de pasajeros se han visto reflejados en estrategias como una notable reducción del precio de los billetes y la incorporación de nuevos servicios como los denominados vagones silenciosos, en los que no está permitido el uso de dispositivos móviles.
La ministra de Fomento, Ana Pastor, ha mostrado repetidamente su satisfacción por el hecho de que la cifra de pasajeros de larga distancia y alta velocidad se haya incrementado y que tenga como horizonte inmediato la cota de 28 millones de pasajeros. Sin embargo, para el presidente de Adif no es suficiente.
¿22 millones más en cuatro años?
Gonzalo Ferre estima que la red debería contar con el doble de pasajeros de los que actualmente se registran en los próximos cuatro años. El objetivo sería alcanzar los 50 millones para 2018 o, como mucho, para 2019.
Una meta que se corresponde más con los deseos que con una realidad palpable. Bien es cierto que la entrada en servicio de cerca de 1.000 kilómetros más de trayectos de alta velocidad contribuirá a aproximarse al objetivo.
Pero tampoco escapa a nadie que, igualmente, volverá a poner en lugar inalcanzable la ansiada rentabilidad.
Es curioso que nadie parezca responsable de dar rentabilidad a esta inversión.
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