martes, 14 de octubre de 2014

Libertad = muerte

Carlos Rodríguez Braun analiza y responde las recientes declaraciones sobre intentar restringir más el sector del transporte en beneficio como siempre de algunos actores implicados y beneficiados con ello, sin tener en consideración nunca, al más importante, el consumidor y el resto de la sociedad, que ve reducir los costes, aumentar la demanda (y en consecuencia mejorar los servicios que se le prestan), reducir la economía sumergida, y disfrutar así de más poder adquisitivo para emplear en otras actividades (mejorando el empleo en ellas).
Artículo de Libre Mercado: 
Vi este interesante titular en El País: "El transporte vincula su liberalización con el alza de accidentes de furgonetas". La libertad mata, ¿verdad?
Debe de ser verdad, porque el titular venía avalado con estadísticas:
La cifra de fallecidos en este tipo de vehículos ha pasado de tres en julio y agosto de 2013 a 26 en los mismos meses de este año. El aumento de víctimas no parece coyuntural: en lo que va de 2014 se han registrado ya 64 víctimas mortales en furgonetas, frente a las 49 de todo el ejercicio anterior.
Libertad = muerte ¿verdad?
Antes de rendirnos ante la evidencia, recordemos el viejo dicho inglés sobre que hay mentiras, malditas mentiras… y estadísticas, y recordemos una falacia aún más antigua, tan antigua que tiene nombre en latín: post hoc ergo propter hoc, es decir, no porque una cosa venga después de otra ha sido causada por ésta.
No tiene, en efecto, mucho sentido hablar de muertos en carreterasólo en números absolutos. En los años de Aznar, por ejemplo, se habló mucho de los accidentes de trabajo, porque habían aumentado, igual que antes del carné por puntos se ponía el grito en el cielo por las víctimas en accidentes de tráfico, que también lo habían hecho. En realidad, en ambos casos la noticia era la contraria: los accidentes de trabajo eran relativamente menores, porque lo que había aumentado en realidad era el número de trabajadores. En el caso del carné por puntos había disminuido el número de víctimas con respecto al número de coches –y aún más con respecto a los kilómetros recorridos–. En ambos casos se invitaba al Gobierno a intervenir recortando la libertad de los ciudadanos y encareciendo sus contratos, para resolver problemas que no estaban agravándose.
Por tanto, antes incluso de establecer ninguna relación causa-efecto habría que ver qué ha pasado con el número de furgonetas o sus trayectos. Además, antes de echar la culpa a la libertad es imprescindible atender a la intervención, que bien puede haber aumentado. Decía el reportaje: "Asociaciones y sindicatos coinciden en que la economía sumergida en el sector se multiplicó". Es muy extraño que se multiplique si la intervención y la regulación han disminuido. Lo adecuado, pues, sería ver qué nuevas restricciones ha impuesto la Administración, que pueden haber fomentado esa economía sumergida.
Pero nada de esto se hace, nadie lo menciona y el artículo lo ignora, dando la sensación de que la libertad, en efecto, es mala, y además que todos están de acuerdo en ello, como lo dice el título: "El transporte"es el autor del diagnóstico; el transporte, nada menos que todo el transporte. ¿Verdad?
Pues parece que es verdad, porque están todos los partidos políticos, los empresarios, el Gobierno y, por supuesto, los sindicatos indignados porque hay gente que trabaja mucho y porque "se ha entrado en una carrera de abaratar costes".
Esto de abaratar costes da una pista sobre otra deficiencia del artículo, porque es evidente que no todo "el transporte" es objeto de su atención, porque un aspecto fundamental del mismo es ignorado: los que lo pagan.
Esta omisión es típica, como típica fue la reacción de las autoridades. En vez de reducir los costes crecientes que imponen sobre el transporte, para fomentar la competencia leal, bajar los costes y reducir la economía sumergida, el talentoso ministro Fernández Díaz prometió que ya mismo se iba a ocupar de poner todavía más regulaciones sobre las furgonetas. Todo por nuestro bien, claro, porque la libertad mata, ¿verdad?

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