"La dualidad en un gráfico: la crisis de trabajadores fijos y temporales:
El desempleo es el principal problema de nuestro país, sencillamente porque tenemos una tasa de paro enorme, escandalosa, y única en Europa. Somos también líderes en desempleo juvenil y desempleo de larga duración. Las razones para esta situación son variadas, pero la mayoría hace en parte responsable a nuestro mercado laboral disfuncional y a uno de sus principales males: la dualidad.
En España los trabajadores están divididos en dos grupos: unos “protegidos”, con contratos fijos e indemnizaciones por despido elevadas, y unos “precarios”, en trabajos temporales e indemnizaciones reducidas. Pertenecer al segundo grupo supone un handicap: los trabajadores temporales ganan menos por el mismo trabajo, retrasan la decisión de tener hijos, y se forman menos. Pero, sobre todo, son los trabajadores temporales los que absorben el grueso del desempleo en periodos de recesión.
Creo que la siguiente gráfica es más que elocuente:
(Nota: la gráfica está inspirada en otra que vi en Nada es Gratis.)
Apenas haría falta decir más… porque las cifras son asombrosos. Desde 2007, durante la crisis, la destrucción de empleo ha sido de sólo un 3% entre trabajadores fijo. Sin embargo, el número de trabajadores temporales se ha reducido un 31%. Es decir, la destrucción de empleo ha sido diez veces mayor para trabajadores temporales que fijos. El caso de los jóvenes es especialmente dramático: el número de personas entre 15 y 24 años con empleos temporales ha caído un 60%. Hoy quedan 4 jóvenes temporales por cada 10 que había en 2007.
Al parecer, las empresas utilizarían un contingente dinámico de trabajadores temporales (sin antigüedad y poco formados) para adaptarse al ciclo económico. Cuándo llega la contracción, esos trabajadores son despedidos. Ese contingente es el (único) mecanismo de flexibilidad de muchas empresas porque nuestra regulación penaliza otras alternativas: el ajuste de salarios es complicado y el coste dual del despido protege a los trabajadores fijos. La reforma reciente enfrenta el primer asunto, pero apenas hace nada contra la dualidad.
La primera consecuencia de la dualidad es que la destrucción de empleo castiga especialmente a colectivos vulnerables que son los que acaparan los empleos temporales. Las mujeres, los inmigrantes, y especialmente los jóvenes, son los que sufren la crisis de empleo con más fuerza.
Pero la dualidad también perjudica la competitividad de nuestras empresas: la brecha en el coste del despido hace que a menudo sea preferible despedir a un trabajador temporal o sin antigüedad, aunque sea productivo, antes que a uno menos productivo pero más protegido. La dualidad concentra la destrucción de empleo en los trabajadores temporales, pese a su productividad, lo que resta competitividad a nuestra economía. Por último, la dualidad dificulta la renovación de nuestro modelo productivo porque incentiva la creación de empresas que empleen personal poco cualificado, típicas de sectores como la construcción o la hostelería.
En resumen, la dualidad de nuestro mercado laboral es un desastre que (1) frena la transición a un nuevo modelo productivo, (2) perjudica nuestra economía y (3) supone un drama social. El contrato único indefinido, como el que impulsamos desde Politikon y que os animamos a apoyar, persigue evitar esa dualidad y sus efectos perversos.
Nota. Tenéis más datos y gráficos en “El desempleo en España y en Europa“."
Fuente: Politikon
El desempleo es el principal problema de nuestro país, sencillamente porque tenemos una tasa de paro enorme, escandalosa, y única en Europa. Somos también líderes en desempleo juvenil y desempleo de larga duración. Las razones para esta situación son variadas, pero la mayoría hace en parte responsable a nuestro mercado laboral disfuncional y a uno de sus principales males: la dualidad.
En España los trabajadores están divididos en dos grupos: unos “protegidos”, con contratos fijos e indemnizaciones por despido elevadas, y unos “precarios”, en trabajos temporales e indemnizaciones reducidas. Pertenecer al segundo grupo supone un handicap: los trabajadores temporales ganan menos por el mismo trabajo, retrasan la decisión de tener hijos, y se forman menos. Pero, sobre todo, son los trabajadores temporales los que absorben el grueso del desempleo en periodos de recesión.
Creo que la siguiente gráfica es más que elocuente:
(Nota: la gráfica está inspirada en otra que vi en Nada es Gratis.)
Apenas haría falta decir más… porque las cifras son asombrosos. Desde 2007, durante la crisis, la destrucción de empleo ha sido de sólo un 3% entre trabajadores fijo. Sin embargo, el número de trabajadores temporales se ha reducido un 31%. Es decir, la destrucción de empleo ha sido diez veces mayor para trabajadores temporales que fijos. El caso de los jóvenes es especialmente dramático: el número de personas entre 15 y 24 años con empleos temporales ha caído un 60%. Hoy quedan 4 jóvenes temporales por cada 10 que había en 2007.
Al parecer, las empresas utilizarían un contingente dinámico de trabajadores temporales (sin antigüedad y poco formados) para adaptarse al ciclo económico. Cuándo llega la contracción, esos trabajadores son despedidos. Ese contingente es el (único) mecanismo de flexibilidad de muchas empresas porque nuestra regulación penaliza otras alternativas: el ajuste de salarios es complicado y el coste dual del despido protege a los trabajadores fijos. La reforma reciente enfrenta el primer asunto, pero apenas hace nada contra la dualidad.
La primera consecuencia de la dualidad es que la destrucción de empleo castiga especialmente a colectivos vulnerables que son los que acaparan los empleos temporales. Las mujeres, los inmigrantes, y especialmente los jóvenes, son los que sufren la crisis de empleo con más fuerza.
Pero la dualidad también perjudica la competitividad de nuestras empresas: la brecha en el coste del despido hace que a menudo sea preferible despedir a un trabajador temporal o sin antigüedad, aunque sea productivo, antes que a uno menos productivo pero más protegido. La dualidad concentra la destrucción de empleo en los trabajadores temporales, pese a su productividad, lo que resta competitividad a nuestra economía. Por último, la dualidad dificulta la renovación de nuestro modelo productivo porque incentiva la creación de empresas que empleen personal poco cualificado, típicas de sectores como la construcción o la hostelería.
En resumen, la dualidad de nuestro mercado laboral es un desastre que (1) frena la transición a un nuevo modelo productivo, (2) perjudica nuestra economía y (3) supone un drama social. El contrato único indefinido, como el que impulsamos desde Politikon y que os animamos a apoyar, persigue evitar esa dualidad y sus efectos perversos.
Nota. Tenéis más datos y gráficos en “El desempleo en España y en Europa“."
Fuente: Politikon
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