Xavier Sala-i-Martí expone en este artículo algo más que evidente, que nuestra crisis, la crisis española se origina antes de que estallara la crisis subprime, originada por la pésima gestión pública:
"Aver si nos aclaramos de una vez:
aunque no hubiera habido crisis
financiera en Estados Unidos,
España habría tenido los problemas
que tiene porque su recesión no tiene
nada que ver con la americana.
Algunos expertos
explican que esta crisis ha demostrado
el fracaso de la liberalización que
permitió que los codiciosos banqueros de
Wall Street crearan esos bonos tóxicos
subprime que han causado la crisis. Pequeño
problema para esta teoría: ¡en España
no había ni un solo bono tóxico subprime!
Y no lo había porque el Banco de España
los había prohibido lo que, en el 2009,
le valió las alabanzas de multitud de analistas
(algunos con premio Nobel incorporado)
que pusieron al regulador
español como ejemplo para todo
el mundo. Pequeño problema
para esta teoría: ese sistema “ejemplarmente
regulado” colapsó miserablemente
unos meses después,
porque el problema de España no
tenía nada que ver con la desregulación
financiera sino, más bien, con
la pésima gestión pública.
Me explico. La obsesión del Gobierno
por formar parte del euro hizo
que los españoles tuvieron acceso
a un crédito barato que no reflejaba
su verdadero riesgo.
Eso generó
la burbuja inmobiliaria: la gente
pedía prestado a tipos irrisorios para
comprar viviendas, cosa que hacía
subir los precios de los inmuebles,
cosa que atraía a promotoras
y constructoras que contrataban a
trabajadores a salarios elevados y,
de paso, ponían presión sobre los
salarios del resto de la economía.
Esos trabajadores iban a restaurantes,
compraban ropa cara y coches
de lujo y hacían girar la gran rueda
de la macroeconomía.
Los bancos, cegados por la bonanza,
prestaban a compradores y vendedores
y se endeudaban ellos mismos para
poder prestar aún más.
Las empresas creyeron
que hacerse rico era fácil y dejaron
de mejorar la productividad de sus negocios
porque no pensaron que la demanda
generada por la burbuja era temporal.
Pero la burbuja también cegó a los gobiernos
cuyos presidentes corrieron a ponerse
las braguitas rojas y la capa de Superman
y volaron por todo el mundo dando
lecciones de gestión económica.
Mientras
tanto, olvidaron las inversiones de largo
plazo que debían mejorar la competitividad
y dilapidaron los extraordinarios
ingresos fiscales con despilfarro y un sector
público sobredimensionado.
Incluso
se jactaban de mantener superávits sin
darse cuenta de que sus ingresos dependían
de una burbuja que, tarde o temprano,
tenía que explotar.
Y la burbuja estalló. La recaudación artificialmente
alta desapareció y surgió el
monstruoso déficit público que nos está
ahogando. Pero lejos de solucionar el problema,
los errores del Gobierno continuaron.
El más flagrante de todos fue que no
supo solucionar el problema bancario.
El
estallido de la burbuja dejó a los bancos
con grandes deudas y enormes cantidades
de terrenos y pisosa medio construir. Eso
ha hecho que algunos de ellos fueran, de
facto, insolventes.
Para solucionar el problema
se fomentaron las fusiones pero eso
fracasó porque cuando se unen dos bancos
con agujeros medianos, no se obtiene
un banco sin agujeros sino un banco con
un agujero grande.
Se intentó la recapitalización
con capital privado y eso tampoco
funcionó porque nadie sabe el verdadero
valor de los activos inmobiliarios en manos
de los bancos.
Llegados a este punto sólo hay dos alternativas
alguien pone dinero público para rescatarlos.
En más de una ocasión he dicho
que soy partidario de dejarlos quebrar,
protegiendo a los depositantes pero no a
los acreedores y a los accionistas.
Eso es
lo que hemos hecho con miles de empresas
desde que ha empezado la crisis. Si
quebrara un banco, habría un pánico y el
crédito desaparecería durante unas semanas...
¡pero fíjense que el crédito ya ha desaparecido
por lo que peor que ahora no
estaríamos!
El problema es que el Gobierno ha cometido
el error de decir que los bancos
son “demasiado importantes para quebrar”
y no dejará que ninguno lo
haga. Una vez constatados los fracasos
de las alternativas, eso quiere
decir que el sector público deberá
poner entre 50.000 y 200.000
millones de euros (entre un 5% y
20% del PIB español).
¿Por qué no
lo hace? Pues porque eso se sumaría a
ese déficit que ya es desorbitado
y el Gobierno no se atreve por
lo que sigue mareando la perdiz
con el cuento de las fusiones que
no llevan a ninguna parte.
Mientras
tanto, a los insolventes ni se
les deja quebrar ni se les rescata
por lo que se han convertido en
unos bancos zombis, sin recursos,
que ni prestan ni dejan prestar, cosa
que impide la recuperación.
¡Y
llevamos ya cinco años de paralizante
indefinición!
Una posible solución sería que el
dinero público no fuera español sino
europeo. Es decir, se podrían
utilizar los fondos que los europeos
crearon para rescatar países y
destinarlos a rescatar bancos. Al
fin y al cabo, es más barato para los
europeos rescatar a la banca española
que rescatar al país entero. Naturalmente,
España perdería el control de
esos bancos, pero se ahorraría financiar el
rescate con cargo a un déficit cada vez
más insostenible.
Es más, habría una importante
ventaja política: los españoles no
verían cómo sus impuestos se destinan a
rescatar bancos en un momento en que se
recortan servicios públicos.
La moraleja es que existen soluciones a
los problemas a los que nos enfrentamos,
pero todas ellas pasan por diagnosticar
bien la enfermedad. Y el problema que tenemos
no es ese mercado contra el que el
Gobierno nos debe proteger. ¡El problema
es el propio Gobierno!"
Fuente: Sala-i-Martin (PDF en español)
(Vía Barcepundit)
No hay comentarios:
Publicar un comentario