miércoles, 23 de mayo de 2012

Quién fue a hablar. (Política, Economía. 691)

Juan Carlos Girauta lo clava en este artículo:
"ASOMBRA la devota adhesión a las «políticas de crecimiento» de los otrora defensores del crecimiento cero. ¡Ahora que lo habían logrado! A los hijos del Club de Roma les incomoda que se mencione la más célebre de sus ficciones: Los límites del crecimiento, 1972, perpetrada por el MIT. Las sucesivas revisiones del documento neomalthusiano disimulan sus formidables errores de predicción, como el que advertía del agotamiento del petróleo en 1990. Hacia el año 2000 sucedería algo catastrófico al alcanzar su límite unos recursos insuficientes para mantener a una población en crecimiento exponencial. Sin embargo, se descubrieron más y más yacimientos, las tecnologías son más eficientes, los recursos alimentarios se han multiplicado, la esperanza de vida se ha extendido y el crecimiento exponencial de la población es una patraña que ha fundamentado los más espantosos experimentos de ingeniería social.
La crisis mundial iniciada en 2008 no guarda relación con la escasez energética o alimentaria ni con la superpoblación. Es una crisis financiera que encuentra su origen en la relajación de las exigencias de solvencia a los solicitantes de hipotecas en Estados Unidos, política impulsada por la administración Clinton. Conceder créditos de alto riesgo no era problema porque los bancos vendían las hipotecas a Fannie Mae y Freddie Mac, empresas patrocinadas por el gobierno con garantía última del Estado en caso de quiebra. Ellas pusieron en circulación el producto financiero que desató el caos: los famosos paquetitos opacos envenenados de subprimes. El embrión de la crisis global fue el empeño americano en corregir la discriminación por nivel de ingresos a la hora de acceder a la propiedad de la vivienda (interpretada explícitamente en el Senado como una discriminación racial), y el bajo precio del dinero con que la Reserva Federal decidió atacar los efectos de la burbuja tecnológica. En otra risible incoherencia, los hijos del Club de Roma escuchan genuflexos a Paul Krugman, el hombre que aconsejó en 2003 a Alan Greenspan crear una burbuja inmobiliaria. Y vaya si le hizo caso.
La crisis en España se amplificó por su estructura económica, sus rigideces, su baja competitividad y su enorme dependencia de un sector intensivo en mano de obra que, al colapsarse, ha disparado un índice de paro insoportable. Sin olvidar la política expansiva del crédito del Banco Central Europeo, que siguió a la estadounidense, que siguió a Krugman. Como para que ahora venga tanto Fray Gerundio de Campazas a reciclar en graves consejas socialdemócratas el lastre de sus viejas manías: su intrínseco recelo hacia los generadores de riqueza, su fe en el sector público, sus incorregibles querencias intervencionistas, reglamentistas y controladoras. No es la falta de control lo que nos paraliza, sino el control excesivo. Creceremos por la vía de las liberalizaciones y del adelgazamiento del Estado, pues no hay modo de aplicar a la vez disciplina fiscal y expansión del gasto. Si a Krugman no le parece mal, claro."
Fuente: ABC

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