Carlos Sánchez se hace eco del reciente trabajo sobre el IRPF y su progresividad, que acaba con algunos tópicos instalados en el subconsciente colectivo.
¿Quién corre a cargo de la solidaridad fiscal en España? La respuesta la acaba de ofrecer un trabajo publicado por 'Papeles de Economía'. Y su conclusión es probable que acabe con algunos tópicos instalados en el subconsciente colectivo. Lo que sostiene el estudio —de carácter académico y no un mero trabajo divulgativo— es que a la luz del IRPF son las rentas más elevadas —y no las medias— quienes pagan la solidaridad y la cohesión social. Pero de ninguna manera de forma suave o irrelevante. Al contrario. La progresividad del IRPF es especialmente significativa y se concentra en la parte alta de la distribución de la renta: el 10% con mayores recursos es quien corre a cargo de la integración económica.
En concreto, ese 10% más rico en términos de renta —que no tiene por qué coincidir con el patrimonio del declarante— soporta el 47-50% de la carga tributaria en el impuesto sobre la renta, mientras que obtiene, por el contrario, el 25-26% de la renta antes de impuestos. Esto hace, sostiene la publicación de Funcas, que “más del 80% de la distribución global del impuesto sea aportado por este grupo social”. El informe destaca la escasa aportación que hacen las rentas procedentes de capital a la solidaridad debido a que los tipos impositivos son escasamente progresivos, al contrario de lo que sucede en el caso de las rentas de trabajo.
El estudio parte de una consideración de carácter general: “La desigualdad de la renta en España es elevada y además ha crecido durante los años de crisis”. Ahora bien, con un matiz. La distribución de la renta es especialmente desigual en aquello que los economistas denominan rentas primarias, que tienen que ver con los ingresos que un individuo obtiene en el mercado por uso de la fuerza laboral o como propietario de rentas del capital (fondos de inversión o alquileres). La recesión, en este sentido, solo ha ensanchado la desigualdad, y, como dice el estudio, los años de la crisis solo han producido “un empobrecimiento de los hogares con menos recursos”.
Ahora bien, una vez aplicada la progresividad del IRPF (hasta un 45% el tipo general), el resultado es muy distinto. La desigualdad de ingresosen España (gracias a los impuestos y al papel que juegan las cotizaciones sociales) no es especialmente elevada. Es decir, hay una enorme brecha entre los salarios que pagan las empresas (las rentas primarias) y lo que finalmente ingresan los contribuyentes, incluyendo las transferencias sociales. Esto es, la reducción de la desigualdad original se debe a la intervención de los poderes públicos mediante los instrumentos de progresividad fiscal. En particular, el IRPF, cuya estructura impositiva hace pagar más a quien obtiene mayores rentas. La escala del gravamen en el impuesto sobre la renta oscila entre el 19% y 45%.
Empleo y subempleo
El trabajo lo firma el profesor Samuel Calonge, de la Universidad de Barcelona, que responde a una pregunta. “¿Qué grupos socioeconómicos soportan el esfuerzo distributivo y con qué intensidad?". Calonge parte de una realidad. Según sus estimaciones, entre 2007 y 2015 —los años de la crisis— la desigualdad creció un 14,5%, básicamente por la destrucción de empleo y por el aumento de la ocupación a tiempo parcial.
Y estima, en concreto, que si durante el año 2007 la participación de las dos primeras decilas en la distribución de la renta antes de impuestos (el 20% más pobre) era equivalente al 2,84% y al 4,56%, respectivamente, en 2015 esos porcentajes habían caído hasta el 2,34% y el 4,29%. Es decir, los pobres acabaron siendo más pobres con la crisis.
La recesión fue tan severa, recuerda el autor del artículo, que en 2012, en plena contracción del PIB, el 4,1% del 10% más pobre o no tuvo rentas o, incluso, fueron negativas.
En el lado contrario de la distribución de la renta está el 10% más rico, cuyo flujo de ingresos ha crecido en términos relativos. De hecho, la contribución del 10% más rico alcanzó el 48,09% de la recaudación del IRPF en 2015, lo que supone casi tres puntos más que al comienzo de la crisis. O expresado de otra forma, mientras que las rentas bajas han perdido peso en el IRPF, los contribuyentes con rentas más elevadas lo han ganado.
El estudio pone de relieve un hecho muy significativo. La crisis no solo ha golpeado con especial crudeza a las rentas más bajas, también a las clases medias-bajas. No en vano, las cinco primeras decilas del IRPF (el 50% con menores recursos) apenas representan el 6,5% del IRPF (dos puntos menos que al comienzo de la Gran Recesión). La conclusión que saca Calonge es que el 10% más rico “soportó una mayor presión fiscal durante la crisis económica, probablemente asociada a los aumentos de los tipos marginales y/o el recorte en las reducciones y créditos fiscales, que afectaron a estos hogares con mayor intensidad”.
Esta mayor presión fiscal se debió a la parte regular del IRPF, es decir, a los rendimientos del trabajo y de las actividades empresariales y profesionales. Las rentas del capital, por el contrario, menguaron la solidaridad.
Según el informe de 'Papeles de Economía', una de las publicaciones más rigurosas en el análisis económico, esto quiere decir que el impacto redistributivo del IRPF “descansa” en el 20% con mayores rentas, en especial el 10% más rico, “que aporta la mayor parte del efecto redistributivo, con una contribución superior al 80%, y en aumento”. El resto de la redistribución procede de la novena decila (el segundo 10% más rico), lo que significa que prácticamente el 100% de la solidaridad —siempre a través del IRPF— procede del 20% con mayores recursos.
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