lunes, 8 de junio de 2020

El asalto a la democracia que se oculta en el nuevo racismo que impulsa la izquierda

Elentir analiza el asalto a la democracia (y no es otro el fin) que se oculta en el nuevo racismo que impulsa la izquierda. 

Artículo de Contando Estrelas: 

Las corrientes ideológicas del último siglo podrían clasificarse en dos grandes grupos: las que centran su atención en la persona y las que lo centran en los colectivos.

Individualismo frente a colectivismo

El liberalismo y el conservadurismo pertenecen al primer grupo. En ambos casos se trata de ideologías que consideran al individuo como el centro de la sociedad. Para ellos, la persona es un sujeto de derechos que constituyen un dique frente a los abusos de las mayorías y del Estado. El socialismo internacionalista y el nacionalista pertenecen al segundo grupo de ideologías. Para nazis y comunistas, lo importante no es el individuo sino el colectivo. Abogan por suprimir los derechos individuales y tratar a las personas en función del colectivo al que pertenecen. Aspiran a eliminar a ciertos colectivos a los que culpan de todos los males (burgueses y judíos), culpando a sus miembros no por sus actos, sino por su condición. Significativamente, los dos totalitarismos hicieron algo parecido: uno promovió la lucha de clases (proletarios contra burgueses) y el otro promovió la lucha de razas (arios contra judíos).

El fracaso del socialismo nacionalista e internacionalista

Afortunadamente, la Segunda Guerra Mundial acabó con la derrota del nazismo en los campos de batalla. Por desgracia, el comunismo tardó casi medio siglo en caer. La caída del Muro de Berlín fue la confirmación del fracaso de la tesis marxista de la lucha de clases. El Occidente democrático había logrado formar una amplia clase media, alcanzando unas cotas de prosperidad que habían borrado de un plumazo la vieja distinción entre burgueses y proletarios. Pero los comunistas no se dieron por vencidos y apostaron por trasladar su análisis ideológico a otros colectivos.

¿Los oprimidos estamos en las democracias y no en las dictaduras comunistas?

La base sobre la que los comunistas construyeron su nuevo discurso seguía siendo la misma de antes: la idea de que el mundo se divide entre opresores y oprimidos. Pero como he señalado al comienzo, no se trata de una idea de la opresión en la que ésta se produce por el aplastamiento de los derechos individuales, pues el comunismo no cree en el individuo. Antes bien, la idea de opresión que defiende el comunismo sostiene que lo que nos oprime es la desigualdad, y no la falta de libertad.

Así pues, y según ese concepto falso y tramposo de opresión, para los comunistas los verdaderamente oprimidos no son los súbditos de dictaduras como Cuba, China o Corea del Norte, sino los ciudadanos libres de los países democráticos, aunque en ambos casos exista la desigualdad (las élites políticas de las dictaduras comunistas disfrutan de unos lujos de los que carecen los súbditos de esos regímenes).

Engañando a la gente mediante la envidia y el victimismo

Pero ¿cómo convencer al ciudadano de un país libre que su situación es peor que la del súbdito de una dictadura comunista? Para ello, el comunismo sigue recurriendo a la promoción de la envidia y del victimismo, intentando convencer a millones de personas de que si son menos afortunadas que otras no es por sus méritos, sino por su condición. Ahora los opresores son los hombres, los heterosexuales, los cristianos y los blancos, y los oprimidos son las mujeres, los homosexuales, los musulmanes y las demás razas. La izquierda moderada e incluso una parte de la derecha han asumido estos disparates, que se difunden a diario en medios de comunicación de todo tipo, tachando al discrepante como machistaracistahomófoboxenófobo e islamófobo. Han cerrado la puerta a todo razonamiento en contra: el que lo intenta se le acusa sistemáticamente de sostener un “discurso de odio”, y no hay más que hablar.

La izquierda y su nuevo racismo disfrazado de ‘antirracismo’

En esa maquiavélica forma de enfrentar a la sociedad se enmarcan gestos como arrodillarse para pedir perdón por ser un blanco privilegiado. Es un acto de contrición que implica una penitencia colectiva. Medios izquierdistas ya advierten que no basta con ser “no racista”, sino que hay que ser “antirracista”, palabra que ellos usan no para referirse a la oposición al racismo (entendido como el hecho de odiar o discriminar a una persona por ser de otra raza), sino a estigmatizar a la raza privilegiada.

Para la izquierda postcomunista, ser “antirracista” implica pedir perdón por ser blanco, es decir, privilegiado y opresor: un nuevo racismo cínicamente disfrazado de antirracismo, igual que llamaron “democracias populares” a brutales dictaduras. Ese racismo considera que el color de tu piel te hace responsable de todo lo malo que haya hecho o haga algún blanco contra personas de otras razas. Una colectivización de la culpa que la izquierda no admite con los musulmanes que cometen atentados o con los negros que matan a policías. Si es injusto generalizar en estos casos (que lo es), ¿por qué no lo es culpar a todos los blancos por lo que hacen algunos?

El objetivo: instaurar el socialismo donde ahora hay democracia

El objetivo de ese tramposo discurso sigue siendo el mismo que el del viejo comunismo: conseguir que renunciemos a nuestras libertades a cambio de la promesa de una utopía igualitaria, un paraíso en el que nadie sentiría envidia de nadie porque todos tendríamos lo mismo, y en el que tampoco existiría el crimen, ya que el marxismo lo considera motivado por la desigualdad. Por supuesto, es un colosal engaño para catapultar a unos charlatanes al poder, como ya ocurrió con las dictaduras comunistas, cuyos desastrosos resultados se esfuerza por ocultar esa izquierda para que no fracase su nuevo timo. Una izquierda sin escrúpulos, que promueve la violencia y el caos y que demoniza a millones de personas por su raza, con la misma finalidad que cuando criminalizaba a muchas personas por su clase social: asaltar el poder para instaurar el socialismo donde ahora hay democracia.

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