Santiago Navajas analiza la cuestión del feminismo de género ante sus constantes ataques a Inés Arrimadas.
Artículo de Libertad Digital:
Inés Arrimadas | Atlas
La victoria de Inés Arrimadas en las elecciones catalanas del 21-D ha significado un duro golpe para el nacionalismo y un revés para el feminismo. No para el feminismo liberal, que reivindica que hombres y mujeres han de ser iguales y libres para perseguir sus objetivos vitales, pero sí para el dominante feminismo de género, que concibe la relación entre hombres y mujeres como un juego de suma cero en el que lo que ganen las mujeres han de perderlo los hombres. Esta moderna situación de persecución contra los hombres en Occidente es denominada por el filósofo David Benatar "segundo sexismo".
En los últimos meses los ataques sexistas contra Inés Arrimadas por parte del feminismo de izquierdas y el nacionalismo han sido una constante. Una separatista catalanista le deseó que la violasen en grupo tras ver un debate en el que, como es habitual, la líder de Ciudadanos laminó dialécticamente a todos sus oponentes masculinos. Toni Albà, el humorista oficial de TV3, la ha llamado "mala puta" en unos ripios satíricos (La Vanguardia lo ha defendido tratando de encubrirlo). Barbijaputa, feminista radical de guardia en un periódico de extrema izquierda, ridiculizaba la idea de que el feminismo se sienta comprometido por las victorias de mujeres como Thatcher, Merkel, Aguirre y, claro, Arrimadas. Además, Arrimadas tuvo que aguantar que la llamasen "puta", "guarra" y "fascista" mientras se dirigía a votar a su colegio electoral.
Los ataques machistas contra Inés Arrimadas y otras mujeres que no son de izquierdas no son casuales sino que forman parte de la agenda política del feminismo de género. Estas feministas radicales sostienen la tesis de Marilyn Frye de que "el locus del sexismo está primariamente en el sistema y el marco, no en actos particulares". Por eso es tan importante negar la importancia de los éxitos concretos obtenidos por mujeres que no pertenecen a su secta, ya que vendrían a refutar su hipótesis de partida. El triunfo y el éxito de las mujeres sería la evidencia de que toda su paranoia sobre la sociedad heteropatriarcal no es más que un bulo. Así que si los hechos refutan tu hipótesis, peor para los hechos.
Pero del mismo modo que los marxistas han sido domesticados por la democracia liberal, que los ha conducido a reconocer únicamente los medios pacíficos para alcanzar sus objetivos políticos, así también las feministas de género terminarán por ser amansadas en los parámetros del marco liberal, del debate como método y el respeto como talante, para negociar los distintos ideales y conciliar los diversos intereses. Si, como desea la activista Chimamanda Ngozi Adichie, al final todos llegamos a ser feministas, será en su versión liberal, humanista e ilustrada. El resto, del machismo al feminismo de género, será recordado como una barbarie propia de épocas históricas. Del mismo modo que hoy consideramos superados a los que un día fueron triunfantes, el fascismo y el comunismo.
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