José Luís Montesinos analiza los efectos perversos del Proyecto de Ley del gobierno valenciano (Compromís, PSOE, Podemos) al respecto de la Huerta valenciana.
Artículo de Desde el Exilio:
Si les parece bien – y si no también, el artículo lo escribo yo – me centraré hoy en cuestiones que me son cercanas tanto en el espacio como en lo personal. Uno es nieto de labradores, de esos que trabajaron en la Huerta Valenciana y sigue viviendo junto a ella. Desde mi casa se huelen los campos, si el viento es propicio para ello. Es lo que tiene el barrio de Benimaclet. A cinco minutos del centro. Por ello me toca de cerca el Proyecto de ley que el Presidente Puig y la Vicepresidenta Oltra proponen con el objeto de “la preservación, recuperación y dinamización de la Huerta de Valencia como espacio de reconocidos valores productivos, ambientales, históricos y culturales que son determinantes para la calidad de vida de la ciudadanía y la gestión sostenible del Área Metropolitana de Valencia” según dice en su artículo primero.
Como menciono, mi familia, igual que otras oriundas de la zona (yo soy uno de esos afortunados que tiene 8 bisabuelos valencianos) está ligada a la agricultura la Huerta, que cuya explotación sacó adelante a muchas familias antaño pero que hace tiempo que dejó de ser un valor determinante para la calidad de vida de nadie. Cualquiera que haya doblado el lomo con una azada, sabe que es mucho menos cansado programar una máquina para que sea ella la que doble los mecanismos. De hecho, el abandono de la huerta, no solo la valenciana, si no cualquiera que hubiera en los países más avanzados, se produce mientras ésta se automatiza y es necesaria menos mano de obra, que pasa a empleos con más valor añadido. Si tenemos en cuenta que, además, hablamos de los aledaños de una ciudad que fue creciendo y recibiendo inmigración en las décadas finales del siglo XX, con un crecimiento espacial importante, la relación de causalidad es evidente. Hoy, gran parte de lo que era huerta en Valencia, es por ejemplo, el campus universitario más importante de la ciudad, con las dos universidades públicas locales representadas.
Se empeña por tanto el gobierno valenciano en un imposible económico. La gestión sostenible de Área Metropolitana de Valencia pasa por la reconversión de la misma en zonas con otras actividades allí donde la chufa o las cebollas ya no son interesantes. No hay nada sostenible si no hay dinero y personas que lo sostengan. El mantra de la sostenibilidad queda cojo siempre planteado como lo plantean desde la izquierda. Si es sostenible, es necesariamente viable económicamente. Hurtar ingresos de una parte de la sociedad para inyectarlos en otra, en este caso la Huerta, es justo lo contrario a la sostenibilidad. Este proyecto de ley es, por tanto, desde su primer artículo, una quimera.
En el colmo del dirigismo, como suele ser habitual en las mentes mas obcecadas en la izquierda, se abre la puerta a la expropiación de tierras improductivas, al más puro estilo chavista. Comunismo de manual. Liberticidio de libro. Si el campo no produce, ¡exprópiese! Nadie es capaz de pensar que no produce porque algún burócrata determinó, Plan General de Ordenación Urbana en mano, que aquello solo podía ser un huerto y no un chalé, un restaurante o una actividad económica viable y por tanto sostenible. Aun no han aprendido nuestros queridos progres que, a mayor libertad económica mayor calidad ecológica. Cualquier informe medianamente serio encuentra clara la correlación entre ambos factores.
Por supuesto, queda una derivada final. El mantenimiento de sistemas improductivos a base de gasto estatal evita que los recursos se gasten de forma eficiente sí, pero además provoca competencia desleal con aquellos que necesariamente basan su economía en el mencionado recurso y son competitivos, lo que en el caso de la agricultura significa países más pobres y menos desarrollados que el nuestro. O sea que ni sostenibles, ni solidarios. Pero muy de izquierdas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario