Daniel Rodríguez Herrera muestra el caso de Londres y la relación entre la construcción de más y mayores carriles bici, los mayores atascos provocados y la mayor contaminación fruto de ello e inhalación de partículas nocivas por parte de los ciclistas.
Artículo de Libertad Digital:
Los ciclistas inhalan el doble de partículas nocivas que los peatones. | Cordon Press
El actual ministro de Exteriores del Reino Unido, el conservador Boris Johnson, lideró cuando era alcalde de Londres una "revolución ciclista" no muy distinta de la que Ahora Madrid está llevando a cabo en la capital de España, aunque sí mucho más ambiciosa y cara. Ciudades como París, Melbourne o Amsterdam, que tampoco parecería necesitarlo mucho, están inmersas en proyectos de más de cien millones de euros para facilitar el uso de la bicicleta. Criticar que se incentive el uso de la bicicleta en las grandes ciudades parece colocar a cualquiera fuera del discurso civilizado. Y sin embargo, el propio caso de Londres parece suponer una advertencia.
Johnson introdujo una red de carriles bici llamados "superautopistas" y proyectadas por su predecesor en algunas de las principales y más concurridas avenidas de Londres que fueron criticadas por su inseguridad, al no estar separadas de los demás vehículos mas que por una línea de pintura. A lo largo de los años se han ido introduciendo barreras físicas para separarlos con un coste de alrededor de 1.000 millones de libras, lo que ha llevado a comer aún más terreno a los demás medios de transporte. Así, unos carriles infrautilizados están provocando mayores atascos y retenciones.
"El impacto más significativo en la red durante los últimos 12 meses ha sido la construcción de las superautopistas ciclistas de Transport for London (TfL)", aseguró un informe del ayuntamiento el año pasado. "Aunque es demasiado pronto para llegar a conclusiones definitivas, las observaciones sugieren que las áreas de mayores atascos de tráfico se encuentran frecuentemente en las calles afectadas".
El pasado invierno fue testigo de cifras récord de contaminación en Londres, con niveles de partículas en suspensión PM2.5 mayores que en Pekín. Y aunque el tráfico no fue el único culpable, ni los carriles bici los únicos responsables de que los coches contaminaran más de lo normal, algunos no han dudado en relacionarlos. "Si el asfalto anteriormente usado por vehículos es infrautilizado por las bicicletas, ¿podría tener como consecuencia mayores atascos y contaminación?", se preguntaba el diputado laborista Rob Flello el pasado mes de enero. "Los atascos están increíblemente correlacionados con la contaminación. Los vehículos parados por el tráfico producen muchas más emisiones nocivas que aquellos que circulan libremente".
Además, la contaminación afecta especialmente... a los propios ciclistas. Según un estudio de la London School of Medicine, inhalan el doble de hollín que quienes caminan porque "respiran más profunda y rápidamente que los peatones en las cercanías de las salidas de humos". De ahí que, cogiendo ideas de los chinos, los ciclistas londinenses hayan empezado a llevar máscaras. Ciertamente no hay pruebas concluyentes de que las bicicletas hayan empeorado el problema de la contaminación, pero parece claro que tampoco han contribuido a solucionarlo.
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