lunes, 31 de diciembre de 2012

Fraude fiscal. Por qué existe y maneras de reducirlo. (Política, Economía. 1128)

Xavier Sala i Martín expone en este artículo el problema de la evasión fiscal, por qué la gente evade impuestos, y algunos remedios y comportamientos que se deberían dar para combatirlo, incluyendo algún experimento sicológico al respecto del comportamiento humano:
 
"(...) En el centro del remolino está el problema de la evasión fiscal. Entre 2008 y 2009, la actividad económica cayó aproximadamente un 4% por lo que la recaudación debería haber caído cerca de esa proporción. ¡Pero no! En lugar de un 4% se desplomó entre un 30% y un 40%. Si a eso le sumamos el hecho de que la evasión fiscal ya era el deporte nacional antes de que empezara la crisis, tenemos que la práctica fraudulenta de no pagar impuestos se ha convertido en el principal problema de la economía española.
 
La pregunta que nadie se hace es: ¿y por qué la gente evade impuestos? Encontramos algunas pistas en un pequeño gran libro llamado “The (honest) truth about dishonesty” escrito por Dan Ariely, un economista de la conducta que estudia el problema de la deshonestidad. Ariely explica que, si bien es verdad que en el mundo hay unas pocas personas que cometen grandes robos o estafas (y todos conocemos a Bernie Madoff, Félix Millet o Mario Conde), la verdad es que lo que roban esos pocos grandes malhechores es solo una pequeña parte de lo que se roba cada día en el mundo. La mayor parte lo sustraen en pequeñas cantidades personas normales que se consideran honestas. De hecho, según Ariely, el 98% de la población cometemos pequeños actos de deshonestidad: nos llevamos material de la oficina a casa, bajamos música de internet, fotocopiamos libros, simulamos penalti cuando jugamos a fútbol o movemos la bola cuando jugamos a golf.
 
El mundo de la evasión fiscal es similar: es cierto que unos pocos listillos evaden enormes cantidades de impuestos, pero la mayoría del dinero que el estado deja de recaudar es evadido en pequeñas cantidades por la mayoría de ciudadanos que no pagan el IVA cuando viene el pintor, hinchan los gastos deducibles, compran la mitad de la vivienda en negro o no declaran las propinas, el salario de la mujer de la limpieza o la canguro de los niños.
 
En 1968, Gary Becker postuló que la decisión de cometer un acto deshonesto como evadir impuestos se hace comparando los costes y los beneficios: el beneficio de no declarar es el dinero que uno no paga mientras que los costes son la probabilidad de ser descubierto multiplicado por el castigo correspondiente. Cuando el beneficio es superior al coste, la persona evade y cuando es al revés, no. Para reducir la evasión, pues, las autoridades deben aumentar el coste a base de realizar más inspecciones (cosa que aumenta la probabilidad de ser cazado) o aumentar los castigos.
 
La teoría de Ariely, basada en la psicología, es un poco distinta: la gente quiere verse a sí misma como honesta y honorable pero, a la vez, quiere disfrutar de los beneficios de evadir. En principio, sin embargo, esos dos objetivos están contrapuestos: si es deshonesto, uno obtiene el beneficio monetario de no pagar impuestos pero pierde autoestima. Por el contrario, si es honesto, uno tiene una buena imagen de sí mismo, pero no obtiene el dinero de la evasión. La clave de la teoría de Ariely es que gracias a la psicología cognitiva flexible y a la capacidad de racionalizar sus acciones, el ser humano es capaz de compaginar los dos objetivos aparentemente contradictorios si la dehonestidad es “pequeña”: Por ejemplo, los que bajan canciones de internet dicen que no roban porque, al fin y al cabo, al autor le interesa difundir su obra o que ellos no iban a comprar esa canción por lo que el bajárla gratis no perjudica a nadie. Una buena racionalización de la deshonestidad.
 
Ariely comprueba sus teorías con experimentos. En uno de los más famosos, hace que 100 estudiantes solucionen problemas matemáticos en un papel durante 5 minutos y les da 50 céntimos por cada acierto. A la mitad de ellos, escogidos aleatoriamente, los dice que ellos mismos se corrijan e informen del número de aciertos. Es más, les permite que destruyan los papeles para que nadie pueda comprobar si dicen la verdad. A la otra mitad, el profesor corrige las respuestas. Los resultados son sorprendentes: el número medio de aciertos en el grupo corregido por el profesor es de cuatro. La media de aciertos del grupo auto-evaluado es de seis. Es decir, cuando no hay manera de comprobar si los mienten, los estudiantes inflan sus resultados (y por lo tanto sus premios) en un 50%.
 
Lo interesante es que cuando se repite el experimento y, en lugar de 50 céntimos se pagan 10 dólares por cada respuesta acertada, los estudiantes tramposos no inflan tanto sus resultados. Inflar resultados para “robar” un dólar adicional te permite seguir sintiéndote honesto pero “robar” 20 dólares no. La deshonestidad es más justificable si es pequeña.
 
Otro aspecto interesante de la investigación es que, en medio de la clase de los que se auto-evalúan, Ariely pone a un estudiante actor que, al cabo de un minuto se levanta y anuncia que ha solucionado todos los problemas, cosa que es absolutamente imposible. Los demás estudiantes, al ver que ese mini-Madoff hace trampas, automáticamente inflan en un 50% adicional el número de aciertos. La deshonestidad parece contagiarse.
 
Lo que nos lleva de nuevo a la evasión de impuestos en España: parece que una gran cantidad de contribuyentes encuentra maneras de racionalizar su comportamiento fraudulento. ¿Cómo? Pues observando a una casta política y funcionarial que ha dilapidado cantidades ingentes de dinero en obras públicas inútiles, notando que los casos de corrupción se destapan con preocupante frecuencia, viendo que los vecinos de uno evaden sin rubor y con total impunidad, escuchando al ministro de hacienda decir que sube el IVA a los que cumplen porque hay demasiados listillos que no cumplen o notando que hay gente que abusa de los subsidios como el PER, el PIRMI o las prestaciones de desempleo.
 
En lugar de poner más inspectores o de aumentar las penas por fraude o evasión fiscal, quizá lo que deberían hacer nuestros líderes políticos es reducir el margen para la auto-justificación a base de mirar a los ojos de los ciudadanos y explicarles por qué pagar impuestos no es tirar el dinero. Si consigue hacerlo sin que se le escape la risa, habrá solucionado el problema fiscal. "
 
Fuente: Sala i Martin (Vía)

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