Interesante artículo de María Blanco sobre la opresiva situación a la que se sigue dirigiendo Europa, sin visos de cambio alguno. Una situación defendida por tantos que no quieren cambiar el status quo y que niegan (de la misma manera que en el cuento negaban que el emperador andaba desnudo) "la pesada herencia dejada sobre los hombros de los trabajadores del mañana" y el mastodóntico ente burocrático que sigue consolidándose en Europa, con las negativas consecuencias que ello conlleva para las libertades (económicas y sociales).
Artículo de Voz Pópuli:
"El pueblo será aplastado por los impuestos, se tomará un préstamo tras otro; después de haber agotado el presente, se devorará el porvenir". Esta frase la escribió el economista francés de mediados del siglo XIX Frédéric Bastiat. Pero a nadie le habría sorprendido si la hubiera atribuido a algún economista español actual. España, endeudada, con una presión fiscal asfixiante, vive ya del trabajo de nuestros descendientes. Si imagináramos un cara a cara con nuestros ancestros y nuestros descendientes, es posible que tuviéramos reproches para quienes nos precedieron en siglos pretéritos, pero no nos íbamos a ir de rositas los españoles del siglo XXI, que estamos dejando una pesada herencia sobre los hombros de los trabajadores del mañana.
Los sindicalistas del futuro nos reprocharían, seguramente, la condena a trabajos forzados para pagar una deuda, o tan solo unos intereses de deuda, que ellos no generaron.
¿Puede generalizarse este mal al resto de Europa?
Europa en campaña electoral
Justo ahora que la proclamación de candidatos ha servido de pistoletazo de salida de la campaña política de cara a las elecciones europeas, merece la pena dejar de lado los mensajes renovadores, frescos, regeneracionistas de unos y otros y centrarse en el verdadero destino final de la andadura europea. Y lo cierto es que, gane quien gane, parece que es inevitable el crecimiento del aparato burocrático que esclerotiza la Unión Europea. No es denunciado por quienes prefieren seguir creyendo en Santa Claus, que son los mismos que afirman que el emperador está vestido, y los mismos a quienes, de vez en cuando, dan ganas de espetarles, como hiciera el paciente padre al hijo impertinente en la canción de Les Luthiers: "¡Las gallinitas no hablan!".
Son esa raza de seres humanos dispuestos a creer en la ortodoxia como si poner en duda que la Tierra es plana tuviera como consecuencia la desaparición del oxígeno de la atmósfera o una catástrofe similar. Se les distingue porque, parapetados tras su saber fracturado, sesgado y con cierto tufillo vanguardista o progresista, que todos los "quiero y no puedo" ostentan como bandera definitoria, juzgan y reparten condecoraciones entre sus héroes locales, intentando desprestigiar con falacias muy burdas que solamente ellos no consideran así, a todo aquel que cuestione que el emperador va vestido. Son esas personas encaramadas a cierta popularidad debida a los medios, y no a los méritos, que afirman que "el uso del conocimiento del inglés en España es clasista", dejando de lado la posibilidad de que sean simples razones utilitaristas las que empujan a usar un idioma que se conoce. Por poner un ejemplo, porque son legión.
Esas mentes pequeñitas que se esfuerzan en mantener un status quo que les da de comer son las mismas que aplauden una Unión Europea con la etiqueta que sea (de los pueblos, de las clases, de los camaradas, de los míos).
El asilo para Europa
Pero cuando se contrastan las ideas con otras mentes más formadas, con más bagaje y con verdadera visión global, es fácil darse cuenta de que esa unión de uniones a donde nos van a llevar los euroburócratas, es el suicidio del sueño de una Europa libre. Pero libre de verdad. Soy consciente de que tras años de esfuerzo y trabajo persistente, la euroburocracia ha logrado que la mayoría de los españoles estén convencidos de que todo problema pasa por una comisión, que toda metedura de pata financiera es solventada por el bote salvavidas del Banco Central Europeo y que cuanto mayor sea la envergadura del plan, mejor, de manera que un plan europeo siempre es preferible que uno nacional o uno regional. Porque puestos a equivocarnos, mejor será que lo hagamos todos en masa. Así que decir que no hace falta "esta" mastodóntica Unión Europea para que haya libertad económica y libertad social cae en saco roto. Pero así lo creo.
Mi visión de que acabaremos con una superestructura burocratizada sostenida por quienes no logren zafarse del "sistema" y un pueblo fugado gracias a las nuevas tecnologías, entre otras cosas, no encuentra eco en mi entorno pero sí entre algunos observadores internacionales que se apoyan en varios factores.
Primero, la factura energética de Europa, con las barreras que los lobbies "verdes" están levantando para evitar que el fracking les quite sus privilegios. Mientras otros países están abaratando su producción y afianzando su futuro a medio y largo plazo, nosotros nos empeñamos en elegir la solución más costosa. Segundo, la asunción de responsabilidades por los países miembros. La mirada de los trabajadores de unos países que con sus impuestos financian a los trabajadores de los países que se han comportado imprudentemente se endurece. Tercero, el diseño cerrado y perfecto que pliega el sistema sobre sí mismo evitando que haya manera de cambiarlo, a menos que exista verdadera voluntad política de hacerlo. ¿Y quién va a elegir acabar con lo que ya es su medio de vida? Estos genios de la modernidad, desde luego, no."
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