Javier Santacruz Cano analiza por qué Draghi no debe intervenir con políticas tipo QE llevada a cabo por otros bancos centrales como la Reserva Federal para combatir el miedo a la deflación de la zona euro.
Artículo de El Mundo:
"Muchos son los analistas y políticos que piden más decisión e iniciativa al Banco Central Europeo (BCE) para combatir dos situaciones que se antojan preocupantes: el riesgo de deflación y la fortaleza del euro frente al resto de divisas, especialmente el dólar americano. Incluso algunas voces hablan de un Quantitative Easinga la europea, es decir, emitir dinero nuevo mediante la compra de bonos públicos y privados (cédulas hipotecarias) en el mercado secundario al igual que han hecho –y siguen haciendo– el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón o la Reserva Federal.
Estos riesgos y los consejos que se dan día tras día al BCE enmascaran la realidad de la situación monetaria y financiera en la zona euro. Lejos de estar ante las puertas de una crisis mucho peor que la que hemos vivido en la cual el binomio deflación-deuda arrastraría a la economía a una depresión, estamos en una situación en la cual no es necesaria una mayor intervención de las autoridades monetarias. Las razones no son, ni mucho menos, triviales pero sí son clarificadoras y nos ayudarán a comprender mejor la situación en la que nos encontramos:
En primer lugar, la estabilidad monetaria. Tras más de siete años de intervención mensual del BCE en los mercados financieros, por primera vez en mucho tiempo se ha conseguido un hecho ciertamente relevante: la cantidad de dinero en el mercado crece al mismo ritmo que la economía. Dicho de otra forma: el sistema crediticio está suministrando la cantidad de dinero necesaria para que funcione la economía en cada momento del tiempo.
Por otro lado, una moneda fuerte. La fuerte subida del tipo de cambio del euro frente al dólar en los últimos dos meses es uno de los puntos que esgrimen los defensores de una intervención rápida del BCE para depreciar el euro y cortar de raíz los posibles daños que está causando sobre las actividades económicas y financieras. Si esta situación se observa desde un punto de vista miope, la fortaleza del tipo de cambio perjudica las exportaciones y, por tanto, lo ideal sería tomar el camino contrario como es apostar por la devaluación competitiva.
En este momento, un euro fuerte es más que una buena noticia. Por un lado, está provocando un abaratamiento rápido de las importaciones de la Zona Euro, las cuales se concentran en productos energéticos como petróleo o gas. Por otro lado, no afecta de forma significativa a las exportaciones ya que la mayoría de los países miembros envían entre el 50% y el 70% de ellas a otros países miembros, con lo cual no existe efecto tipo de cambio.
Por otro lado, la estabilidad de precios. La caída de la tasa de inflación hasta niveles cercanos al 0% es una de las señales clave del «riesgo de deflación». Dejando aparte la confusión frecuente entre inflación, deflación e IPC –los precios de consumo son sólo una parte de todos los precios de una economía– lo que subyace de los datos de inflación es una realidad bien distinta y que, para verla, es necesario analizar los componentes del IPC.
La deflación es un proceso de bajada generalizada de los precios de una economía. Sin embargo, lo que observamos es que de los cuatro componentes esenciales del IPC, los precios de tres de ellos –alimentos, vivienda y servicios– suben a tasas cercanas al 1% mientras un único componente –energía– se desploma a tasas en el entorno del 3% anualizado. Por ello, la tasa de inflación general se sitúa cerca del 0% dado el efecto arrastre de la energía.
Por tanto, más que hablar de deflación o de riesgo de deflación, la economía se encuentra en un proceso de “desinflación”, de ajuste de costes en aquellos segmentos donde más se necesita y a lo que está contribuyendo la fortaleza del tipo de cambio y las reformas estructurales: los costes energéticos y salariales.
Por último, la normalización del mercado interbancario. En los últimos siete años, la desconfianza y las restricciones de liquidez en el mercado de créditos se tradujeron en la práctica desaparición del mercado interbancario. Manguerazos continuos de liquidez –las famosas LTRO, SMP u otros programas de expansión monetaria– y la obligación de utilizar como colaterales sólo aquellos que el BCE quisiera en cada momento, han provocado que los bancos no conozcan el coste real del dinero y operen comprando y vendiendo bonos soberanos –carry trade– para obtener rentabilidad.
Por ello, es necesario que, poco a poco, el mercado vuelva a la normalidad mediante la retirada de estos instrumentos para que afloren los riesgos reales de estas operaciones y los bancos puedan disminuir su aversión al riesgo alimentada por las ayudas del BCE.
En suma, pedir más madera al BCE es un movimiento de naturaleza cortoplacista alejado de la realidad económica de la Zona Euro. Si bien es verdad que las alegrías monetarias son bien recibidas en los mercados financieros, sus efectos son transitorios mientras los problemas estructurales no tienen solución con alquimias monetarias. "
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