Jesús Sánchez-Quiñones sobre las críticas y acertadas advertencias del Banco Internacional de Pagos sobre las políticas monetarias ultraexpansivas llevadas a cabo por los principales bancos centrales en el mundo.
Y es que efectivamente, no aprovechar dicho tiempo de actuación para corregir los enormes desequilibrios estructurales, de capitalización y presupuestarios de los distintos países tras años y años de sobreendeudamiento.
Nadie ha dicho que sea fácil, pero cuanto más se tarde en acometerse y se obvien y tapen los problemas y se sigan dando patadas hacia adelante o negando los problemas generados, mucho peor y más costosa será la salida (y larga).
Y es que efectivamente, no aprovechar dicho tiempo de actuación para corregir los enormes desequilibrios estructurales, de capitalización y presupuestarios de los distintos países tras años y años de sobreendeudamiento.
Nadie ha dicho que sea fácil, pero cuanto más se tarde en acometerse y se obvien y tapen los problemas y se sigan dando patadas hacia adelante o negando los problemas generados, mucho peor y más costosa será la salida (y larga).
Artículo de El Confidencial:
"El Banco Internacional de Pagos (BIS), conocido como el banco central de los bancos centrales, se ha convertido en el organismo internacional más crítico con la aplicación de políticas monetarias ultraexpansivas como las realizadas por la Reserva Federal estadounidense (Fed), el Banco de Japón (BoJ) o el Banco de Inglaterra (BoE).
Los informes del BIS reciben poco eco en los medios de comunicación, pero no por ello dejan de tener extrema relevancia. Hace ahora un año, con motivo de su informe anual, dio a conocer el informe “Making the Most of Borrowed Time”, en el que argumentaba que los bancos centrales no pueden solucionar la crisis por sí solos. Su actuación permite conseguir tiempo prestado para que los Gobiernos de cada uno de los países tomen las medidas de ajuste y de reformas estructurales necesarias para la vuelta a tasas de crecimiento sostenibles.
Ahora, un año más tarde, el BIS vuelve a insistir en la misma idea. En un informe titulado “Global Economic and Financial Challenges: a Tale of Two Views” pone en cuestión la forma de afrontar la crisis por parte de los bancos centrales y de la mayoría de los Gobiernos occidentales.
El informe constata que no todas las recesiones tienen el mismo origen. Las medidas a adoptar para superar una recesión provocada por una caída brusca de la demanda no deben ser las mismas que las aplicadas a una recesión cuyo origen radica en un exceso de sobreendeudamiento, lo que el BIS denomina “crisis de balance”.
La actuación de los principales bancos centrales, y de los Gobiernos occidentales en general, se ha basado en considerar que el factor clave de la crisis es una brusca caída de la demanda y, por tanto, había que estimularla mediante inyecciones de liquidez (QE) y políticas fiscales expansivas que la reactivaran. Basta recordar el nefasto Plan E en el caso de España.
La opinión del BIS es totalmente contraria a la anteriormente mencionada. Considera que la actual crisis tiene su origen en un sobreendeudamiento en el periodo de bonanza económica que generó un boom de crédito insostenible, generando una falsa sensación de prosperidad. Una vez ha estallado la burbuja de crédito, es imprescindible reparar los balances de los bancos y las empresas y acometer reformas estructurales para poder salir de la crisis. Las políticas actuales de mayor inyección de liquidez y relajación de las políticas de consolidación fiscal anestesian las consecuencias de la crisis, pero no la solucionan.
De acuerdo con el informe mencionado, el ratio de deuda privada, excluido el sector financiero, sobre el PIB de los países integrantes en el G20 se ha incrementado un 30% desde el inicio de la crisis. Las políticas de los bancos centrales con ingentes inyecciones de liquidez y mantenimiento de los tipos de interés en mínimos han fomentado este incremento del endeudamiento.
Aunque sea con distintas palabras, el BIS insiste en advertir sobre la idea que ya expresaba hace un año. Las actuales políticas de los bancos centrales pueden hacer subir la valoración de los activos financieros, reducir los tipos a mínimos y lograr que las primas de riesgo se sitúen en niveles ridículos, pero su efecto sólo es temporal y no soluciona la crisis sin la actuación decidida de los Gobiernos. El efecto de las políticas de los bancos centrales es cada vez menor, y sus balances no pueden crecer de forma permanente. Antes o después será necesario afrontar definitivamente la limpieza de los balances bancarios y empresariales, reconociendo las pérdidas y recapitalizando, así como realizar reformas estructurales en temas como la competitividad, el mercado laboral o los impuestos.
“No hay atajos: el camino a la recuperación no será fácil. Pero cuanto más se espere, mayor será el coste”. (“There are no short cuts: the path from here to there will not be easy. But the longer we wait, the bigger the costs will be”). "
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