Un excelente artículo de Lucio A. Muñoz sobre los pérfidos efectos que tiene la "cultura de la subvención" instaurada en España en términos sociales, económicos, políticos e institucionales.
Artículo de El Economista:
"El desarrollo económico y la competitividad de un país depende en gran medida de la cultura política, social y empresarial del mismo, es decir, de la forma en la que piensan y actúan sus ciudadanos. Y eso quiere decir que la cultura de la subvención que impera en España limita el crecimiento económico y es uno de los principales virus que infecta de corrupción política a nuestra Administración.
La cultura corporativa de una empresa está conformada por un conjunto de valores, principios, códigos éticos de conducta y protocolos de actuación que la diferencian y la identifican. Por tanto, podemos definir la "cultura corporativa" de una empresa como un modelo de comportamiento instaurado a nivel institucional y llevado a la práctica por el capital humano que integra la misma.
Igualmente, la cultura corporativa de una organización también es considerada como una herramienta de comunicación, puesto que a través de la misma es posible proyectar una potente imagen de marca capaz de atraer al mejor talento del mercado y a los clientes más valiosos. Consecuentemente, la forma de pensar y de hacer (y la perfecta coordinación entre ambas acciones) define su cultura corporativa.
La mayoría de los proyectos empresariales de éxito poseen una cultura corporativa perfectamente diseñada, armoniosamente ejecutada y estratégicamente alineada tanto con el modelo de negocio como con las personas que conforman los mismos. Se trata, en definitiva, de un activo intangible que aporta un valor no cuantificable en la cuenta de resultados de la empresa.
¿Ciudadanos libres o ciudadanos comprados?
Estableciendo un paralelismo con lo anteriormente expuesto, el desarrollo económico y la competitividad de un país depende en gran medida de la cultura política, social y empresarial del mismo, es decir, de la forma en la que piensan y actúan sus ciudadanos. Y eso quiere decir que la cultura de la subvención que impera en España limita el crecimiento económico y es uno de los principales virus que infecta de corrupción política a nuestra Administración.
Las subvenciones públicas son la fórmula política perfecta para mantener el poder: redes clientelares y lealtades electorales que convierten a los ciudadanos en meros votantes comprados por los partidos políticos. En la España bipartidista, los sucesivos gobiernos que se han alternado en el poder han impuesto la "cultura de la subvención" con el objetivo de establecer redes político-clientelares y, de este modo, intentar asegurarse la reelección.
La cultura de la subvención, además de institucionalizar la corrupción en la Administración Pública, convierte a los ciudadanos (empresas, sindicatos, patronal, fundaciones...) que reciben las subvenciones en meros votantes comprados por el partido político que ostenta el poder. Y paralelamente, en los más fieles y sectarios defensores del gobierno que adjudica las subvenciones.
En nuestro país, principalmente en Andalucía, el régimen de la subvención ha empobrecido a los ciudadanos hasta llevar a muchas familias a la miseria y, por el contrario, ha enriquecido inmoralmente a la casta político-sindical y a su entorno. Asimismo, la cultura de la subvención expulsa del mercado a multitud de pymes dotadas de un modelo de negocio viable y, contradictoriamente, beneficia a empresas que únicamente se han constituido con el objetivo de obtener la correspondiente subvención.
Otro de los efectos perversos que provoca la oscura política de subvenciones aplicada hasta la fecha en España es que se produce un trasvase de fondos públicos que siempre perjudica a los colectivos desfavorecidos de la sociedad, los únicos a los que deberían ir destinadas las ayudas públicas.
El Estado de las autonomías ha potenciado enormemente la cultura de la subvención. Los reinos de taifas autonómicos, al objeto de tejer sus propias redes político-clientelares de ámbito regional, han multiplicado por 17 el número de subvenciones contribuyendo con ello al empobrecimiento global de nuestro país, ya que se ha fomentado el desempleo y se ha incrementado la desigualdad social.
A nivel socio-económico, esta cultura de la subvención ha conformado una forma de vivir fundamentada en la protección del Estado. Y esto ha derivado en ciudadanos sin libertad, carentes de iniciativa, ignorantes y, sobre todo, manipulables. El caso relativo al supuesto fraude de la formación para el empleo, que afecta como principal responsable al Gobierno de la Junta de Andalucía, constituye el máximo exponente de la arquitectura político-clientelar en torno a las subvenciones y los fondos públicos.
¿Para quiénes va bien la economía? Para las empresas, sindicatos y patronales que reciben subvenciones únicamente por el hecho de poseer vínculos políticamente afines con el partido del gobierno de turno y que viven ajenas a la crisis."
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