viernes, 10 de noviembre de 2017

Berlín, 1989: se abre la prisión

Enrique Brahm recuerda el día en que se abrió la prisión en Berlín, con el derrumbamiento de su muro y la apertura de barreras, y que simbolizó la caída de la opresión comunista. 


Fuente: La Tercera
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El 9 de noviembre de 1989, a las 18 horas, se inició una conferencia de prensa difundida en directo por la televisión estatal, presidida por Günter Schabowski, vocero del gobierno, para informar de las determinaciones tomadas el día anterior por el Comité Central del Partido Comunista de la Alemania oriental. 

Poco antes de las 19.00, el periodista italiano Ricardo Ehrmann preguntó en qué iba el proyecto de ley que facilitaba las salidas de personas al exterior. Schabowski, haciéndose un poco el dubitativo, y como al pasar, afirmó que hasta que éste entrara en vigencia regirían las siguientes disposiciones: "Pueden tener lugar salidas permanentes a través de todos los puestos fronterizos existentes entre la República Democrática Alemana y la República Federal o Berlín occidental".
Con eso desaparecían las trabas burocráticas al libre tránsito existentes hasta ese momento. Preguntado el funcionario de gobierno sobre cuándo entraba en vigencia dicha normativa, contestó "de inmediato".  El cansado y agobiado Schabowski nunca se imaginó que con esas dos palabras estaba poniendo los fundamentos para la caída del Muro de Berlín.
La población que seguía la conferencia a través de la televisión estatal reaccionó con sorpresa, escepticismo y curiosidad ante este anuncio, y muchos quisieron comprobar su veracidad en el lugar mismo. Apenas unos minutos después de que terminara la transmisión empezaron a llegar decenas de personas a los puestos fronterizos. Sin tener mayor información que la dada por la televisión y sin haber recibido órdenes concretas de la autoridad, los guardias estaban cada vez más superados. 
Tras una serie de consultas con sus superiores, poco después de las 21 horas comenzaron a abrir las barreras, exigiendo a los que querían salir que entregaran sus documentos personales. Pero ya hacia las 22.30, ante la creciente presión, terminarían por capitular, abriendo de par en par las barreras.
Miles de personas cruzaron hacia occidente.
Más notable sería la situación en el paso Checkpoint Charlie, donde era tanta la presión de los occidentales por entrar, como la de los orientales por salir. "¡Déjennos entrar!", gritaban unos. "¡Déjennos salir!", clamaban otros. Los guardias terminarían por ceder hacia la medianoche, cómo ocurriría a lo largo de todo el muro. A partir de ese momento las puertas nunca más se cerrarían. Al contrario, de uno y otro sector de la capital tradicional de Alemania afluiría la población para confraternizar en torno a este caído símbolo de la opresión comunista. Esta vez no intervendrían los tanques soviéticos, pues la doctrina Brezhnev ya había sido desahuciada por Gorbachov. 
Se habían abierto definitivamente las puertas de esa gran cárcel que era la Alemania comunista y de la que decenas de miles de ciudadanos pugnaban por salir. Explotaban los anhelos de libertad del pueblo alemán, sojuzgado por un régimen totalitario, uno de cuyos instrumentos de opresión era la omnipresente policía política, la Stasi.  
Más todavía, la caída del Muro es el símbolo del derrumbe completo de los regímenes comunistas de Europa oriental. Lo más notable es que el imperio soviético, marcado desde el primer día por la violencia y en contra de lo que todo el mundo esperaba, no cayó como consecuencia de una revolución sangrienta ni menos en medio de un holocausto nuclear, sino que se disolvió de una manera que, a la distancia, parece casi irreal.

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