jueves, 9 de noviembre de 2017

Podemitas y fachines, el Caudillo y los súbditos

Jorge Vilches analiza por qué Cataluña no es la tumba de Podemos, como algunos dicen, sus guerras intestinas a raíz del conflicto catalán y el por qué (hay una razón estratégica) de acabar con los disidentes. 

Artículo de Voz Pópuli: 
Podemitas y fachines, el Caudillo y los súbditos.Podemitas y fachines, el Caudillo y los súbditos. EFE
No es cierto que Cataluña sea la tumba de Podemos. La formación que acaudilla Pablo Iglesias lleva “agonizando” varios años, y todavía sigue ahí. Si fuera por el descenso en las encuestas electorales, el PP estaría ya en los libros de Historia. Si creyéramos que las disensiones internas y las purgas son la muestra del final, el PSOE habría desaparecido en varias ocasiones desde 1974. Si tomáramos la obsesión monotemática como causa del cansancio y huida electoral, hace tiempo que los nacionalistas vascos y catalanes serían recuerdos. Pero no es así.
Podemos es la peor fórmula del populismo socialista, un leninismo descarado, ramplón, dogmático y cainita que, a pesar de eso, o gracias a eso, cuenta con el agrado de sectores estratégicos que procurarán que perdure.
Contaba Daniel Bell, un sociólogo que por liberal y norteamericano no ha tenido en España la misma repercusión que algunos mandrias de izquierdas, que la clave del poder estaba en la fusión de la política con la cultura. La alianza se había producido en la década de 1970, cuando las formas de expresar y explorar los sentidos de la existencia humana, como la vida, la muerte, el amor y el odio -lo que daba sentido a lo cultural-, pasaron a engrosar las actividades subvencionadas. De esta manera, decía Bell, se había constituido una única fuente de la conciencia colectiva en maridaje con un Estado sobreprotector .
La cultura occidental, en franca decadencia y pleno aburrimiento, se mueve en un paradigma socialdemócrata, de valores universales y demagógicos, donde el individuo no es nada frente al interés público. Ese es el caldo de cultivo de un estatismo expansivo, como el actual, de una cultura falsamente rompedora pero siempre a favor de corriente, y de una opción política que sea su correa de transmisión. Eso es también Podemos, la expresión posmoderna de una rebeldía naif y encarrilada.
Cuando en la organización podemita se debatió sobre su identidad, si “antagónica” –como alternativa sistémica al régimen- o “agónica” –como proyecto colaboracionista para el cambio-, era evidente que ganaría la segunda opción. La razón es que solamente en un sistema como éste podía surgir y fructificar una formación de este tipo. Entonces, como hijos del poder, ¿para qué desgastarse en una oposición sin cuartel?
Por eso la purga de Fachín era tan lógica como la de Bescansa, a pesar de aparentar ser dos casos opuestos. En el caso del peronista argentino concurría una causa estratégica: nunca se debe hacer un pacto pre-electoral con una formación más potente, ERC en este caso, si se quiere sobrevivir con autonomía. Podemos tiene la vocación de partido-movimiento, de absorber a otras formaciones en crisis o decadencia, como IU. También puede aliarse circunstancialmente con otras, como en Valencia o Cataluña, pero no ser el furgón de cola de un partido histórico que acabaría por engullirlo. Eso es lo que quería Fachín, y por eso está fuera.
Un partido medio, y eso hasta Iglesias lo sabe, debe esperar a los resultados electorales cuando las mayorías son volátiles, para sacar el mayor rendimiento posible con la negociación. Por esto está fuera BescansaLa clave en el próximo Parlamento catalán será la equidistancia, no el españolismo como quería la gallega . Ese discurso, el del “hablemos”, el de “ni DUI ni 155”, el que ha hecho Colau desde el primer día, permite a los de Domènech ser el pivote de cualquier combinación , incluyendo a los socialistas. ¿O es que alguien cree que el PSC se mantendrá fiel al constitucionalismo de Ciudadanos y del PP catalán?
Esa “equidistancia”, la comprensión hacia el “procés”, el apoyo al espíritu del golpe , el buenismo hacia los golpistas, y las lágrimas de cocodrilo ante la prisión de los violadores de la ley, son alimentadas por potentes medios de comunicación y sus terminales políticas –y viceversa-. Esa es la fusión entre la cultura posmoderna, la que difunde la moral única con sus conceptos para interpretar el mundo, y los políticos. ¿Cómo va a desaparecer Podemos por el asunto catalán si tiene a buena parte del establishment trabajando para que sobreviva?
Además, Iglesias ha interpretado muy bien qué tipo de liderazgo precisa una organización de este tipo, expresión de una “oposición agónica” generada por el sistema. Ha dado a los suyos lo que necesitan: un caudillo. Así quedó en Vistalegre II. Desde entonces no puede haber fachines, ni bescansas, ni errejones, solo súbditos y portavoces del líder. Eso es Irene Montero, su versión femenina, o Echenique, Espinar y demás comparsas.
Podemos se ha configurado como un proyecto político ligado a una persona. En enero de 2017, la propia Bescansa decía que todos eran “sustituibles” menos Iglesias, que era “indispensable”. “Eso nadie lo discute”, juraba la ahora candidata a ocupar el escaño tras la columna del Congreso. Y añadía para acabar de rendir pleitesía: “Es muy difícil explicar cómo hemos llegado hasta aquí sin la inteligencia y el esfuerzo de Pablo”. Pues no; es bastante fácil explicarlo si se observa el desarrollo y naturaleza del poder y del sistema. Por eso, vengan encuestas y purgas, que luego saldrán medios y políticos a darles vida.

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