lunes, 20 de noviembre de 2017

Los papeles del paraíso

Juan Pina analiza el caso de los "papeles del paraíso" y lo que buscan los Estados con todo esto. 

Artículo de Voz Pópuli: 
Los papeles del paraíso.Los papeles del paraíso. EFE
Primero fueron los papeles de Panamá. Ahora se nos da la murga, la tabarra, la lata y la brasa con los papeles del paraíso. A pesar de su nombre no hacen referencia a ningún club de carretera sino a los “paraísos fiscales”, así, en general. La filtración afecta, en esta ocasión, a más de trece millones de documentos y perjudica la privacidad financiera —y, en muchos casos, probablemente también la seguridad física— de nada menos que ciento veinte mil personas. La prensa sensacionalista —que hoy en día es tanto como decir “casi toda la prensa”— se fija principalmente en los jefes de Estado y de gobierno, en los empresarios más conocidos y en las estrellas del deporte o del artisteo, pero es evidente que ciento veinte mil personas dan para mucho.
Habrá, sin duda, infinidad de ciudadanos anónimos que, sencillamente, han elegido tributar en lugares donde el fisco no les quite la mayor parte de sus ganancias. Habrá muchos que viven en países donde la seguridad jurídica escasea y tener el dinero fuera es una garantía para uno mismo y para los suyos. Y habrá multitud de empresas que han elaborado sofisticados esquemas legales (sí, legales, absolutamente legales) para aprovechar su presencia en diferentes países y tributar donde más les convenga.
Puede dar pereza pero hay que hacerlo de nuevo, como cuando los papeles de Panamá y como en tantos casos anteriores. Hay que recordar una vez más —aunque sea como darse de cabezazos contra el muro del pensamiento mainstream—, que los clientes del sector financiero offshore no son generalmente delincuentes. Habrá delincuentes entre ellos, claro, como puede haber pirómanos entre los compradores de lanzallamas. Pero hacer pasar por peligrosos criminales a los ciento veinte mil afectados por este nuevo atentado contra la privacidad financiera es absurdo. Criminales son, en cambio, quienes nuevamente se creen tocados por la gracia y moralmente capacitados para desproteger a tan elevada cifra de seres humanos.
¿Cuántas de esas personas temerán ahora por su integridad física o por su vida, por las de sus familias, o simplemente por la continuidad de sus negocios y de los empleos que éstos posibilitan? ¿Cuántos habrán quedado a merced de mafias, cárteles o gobiernos autoritarios a lo largo y ancho del planeta? ¿Cuántos secuestros, cuántos chantajes, cuánta extorsión y cuántos fraudes podrán producirse ahora, merced a la información privada que se ha revelado? ¿O es que los criminales no leen la prensa? No, el Süddeutsche Zeitung no le ha hecho ningún servicio a ninguna elevada causa. Sólo ha explotado los más bajos instintos del envidioso rebaño colectivista para vender periódicos.
Tenemos el dudoso honor de ser el país que dio santuario a quien, a mi juicio, sí cometió lo que sólo puedo calificar de crimen, al desproteger las identidades de miles de clientes del banco HSBC. Suiza nos pidió la extradición de Hervé Falciani por graves delitos, pero España se convirtió en su guarida. Estamos ante el mundo al revés. Quienes violan la intimidad financiera de un particular o de una empresa, roban datos y revelan secretos ajenos son presentados ante la sociedad como héroes. Ahora le toca el turno a los filtradores del diario alemán. Muchas veces los mismos seguidores de la cultura alternativa y anti-establishment, que con razón abrazan esperanzadamente las criptomonedas y las tecnologías desintermediadoras como blockchain, son también los mayores adalides de la transparencia coercitivamente impuesta por el Leviatán estatal. Cuánta ingenuidad.
Lo único correcto de la macrofiltración es el nombre novelesco que le han puesto. Y lo es por mera contraposición: porque en los países considerados “normales” vivimos un auténtico infierno fiscal. Que nadie se llame a engaño: esta filtración a quien conviene es al Poder con mayúscula, que nos quiere transparentes ante él, mientras él se muestra cada día más opaco, más retorcido y laberíntico, y más implacable ante nosotros. Estas revelaciones espectaculares sobre lo malísimos que son los refugios fiscales juegan el mismo papel que la desinformación contra las criptomonedas y contra la economía colaborativa. Son las nuevas armas de una macroinstitución, el Estado, que se sabe amortizada por la individualización creciente de todo, impulsada por la tecnología, y que recurre entonces también a ésta para intentar embridar nuestro futuro y reforzar nuestra condición de siervos.
El exclusivo club de los doscientos y pocos Estados soberanos ya urde documentos de identidad con amplio almacenamiento de datos y con antena para que sus agentes los puedan leer a discreción. Ya pergeña una economía sin dinero físico, no por higiene ni por comodidad sino para acabar con los últimos vestigios de anonimato financiero, hasta del ciudadano más humilde. Ya se prepara para recentralizar la red social de verdad, la que configuramos todos nosotros en la vida real. Hoy ya no necesitamos pasar por sus viejos nodos de control, e instintivamente los rechazamos e interactuamos solos, sin Estado. Lo sabe y hará cuanto pueda para impedirlo. La homogeneización y centralización de la información financiera, a nivel nacional primero y mundial después, es solamente uno de los mecanismos que está empleando, y la filtración interesada contra los pérfidos ricos y los malvados “paraísos” es de manual. Lo que se busca es que la gente, no ya legitime, sino exija más control financiero todavía. Al mismo tiempo, se intenta armonizar los regímenes tributarios, cosa que siempre se hará al alza y permitirá una economía de planificación central, totalmente intermediada por el Estado. Ya operan en varios países sistemas de suministro instantáneo de datos al fisco respecto a toda transacción realizada, en tiempo real. La barra de pan. El billete de metro. Orwell revisited.
Pero, claro, esos son sus planes. No son necesariamente el resultado. Las batallas se suceden y la guerra es larga. Y sigo pensando que la tecnología está de nuestro lado y que los Estados nunca han sido ágiles y no van a serlo en sus estertores de bestia herida. Lo que sí son es mentirosos y manipuladores. Su último cuento son los Paradise Papers. Qué aburrimiento. A ver si cambian de guionista.

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