Algunos pretenden aludir a esto hecho y a la necesidad de equipararnos a Europa, para justificar más y más subidas de impuestos en España (sin entrar en el esfuerzo fiscal que se hace en España, que es mucho mayor que en Europa) con el fin de poder cubrir el enorme gasto público y déficit actual.
Lo que no dicen estos partidos y partidarios es qué ocurriría con muchos de los impuestos (principalmente el IVA), y cómo afectaría especialmente a las clases medias y bajas si se lleva a cabo este equiparación con Europa...
A su vez, desmonta otro extendido mito sobre la economía sumergida en España (que realmente se sitúa en la media europea), y cómo algunos pretenden "vender la moto" con que lucharán contra ella y la eliminarán recaudando decenas de millones de euros extras justificando más y más gasto público infinanciable.
Artículo de Voz Pópuli:
La presión fiscal de España en el año 2012 fue del 33,3% del PIB mientras que la del resto de Europa fue del 39,5%. Más de seis puntos sobre el PIB de diferencia que, en caso de suprimirlos, le permitirían a Hacienda recaudar más de 60.000 millones de euros adicionales y acabar con el déficit público. La respuesta, pues, parece obvia: hay que equiparar fiscalmente a España con Europa y… problema terminado.
Sin embargo, mucho me temo que quienes defienden la necesidad de tal incremento en la presión fiscal se están imaginando que serán otros, acaso los ricos, los que carguen con tamaña factura. Tal vez convendría que desglosáramos a qué se debe nuestro diferencial tributario con Europa.
La estructura de la presión fiscal en la Unión Europea
La presión fiscal española —equivalente al 33,3% del PIB en 2012— se desglosa del siguiente modo: 10,6% del PIB en impuestos directos, 10,7% en impuestos indirectos y 12% en cotizaciones sociales. Dentro de los impuestos indirectos destaca el IVA —con el 5,5% del PIB—, y dentro de los directos el IRPF —con el 7,7% del PIB— y Sociedades —con 2,2% del PIB—; a su vez, las cotizaciones a la Seguridad Social se dividen en 8,4% del PIB a cargo del empresario, 1,8% a cargo del trabajador y 1,8% a cargo de los autónomos.
En cambio, en el conjunto de la Unión Europea, la presión fiscal del 39,5% del PIB se divide del siguiente modo: 13,2% del PIB en impuestos directos, 13,6% en indirectos y 12,7% en cotizaciones sociales. Dentro de los indirectos, destaca el IVA —con el 6,1% del PIB—, y de los directos el IRPF —con el 9,4% del PIB— y Sociedades —con el 2,6% del PIB—; a su vez, las cotizaciones sociales se dividen en 7,3% del PIB a cargo del empresario, 3,9% a cargo del trabajador y 1,5% a cargo de los autónomos.
Por consiguiente, para equipararnos fiscalmente con Europa, la recaudación por impuestos directos debería aumentar en 2,6 puntos del PIB (sobre todo, 1,7 puntos de IRPF y 0,4 puntos de Sociedades), la recaudación por indirectos en 2,9 puntos y las cotizaciones sociales en 0,7 puntos (si bien, las que se encuentran a cargo del empresario deberían reducirse en 1,1 puntos, las de los autónomos en 0,3 puntos y las de los trabajadores por cuenta ajena aumentar en 2,2 puntos). Dicho de otro modo, para equipararnos con Europa deberíamos subir muy sustancialmente la fiscalidad indirecta y la del IRPF, así como las cotizaciones sociales a cargo del trabajador.
Por supuesto, una mayor recaudación por estos conceptos no significa que los tipos impositivos deban subir: en teoría, es posible bajar los impuestos y recaudar más (eso es lo que sucede, por ejemplo, con la recaudación por Sociedades en Irlanda). Para saber exactamente quién soportaría la carga de la “equiparación fiscal con Europa” debemos echarle un vistazo a los tipos impositivos implícitos sobre el trabajo, el consumo y el capital (es decir, el gravamen medio al que tributa el gasto al consumo, las rentas del trabajo y las rentas del capital).
Pues bien: para equipararnos con Europa, el tipo implícito sobre el consumo debería aumentar del 14% al 24,5% (un aumento de la fiscalidad sobre el consumo del 75%), el tipo implícito sobre las rentas del trabajo debería pasar del 33,5% al 36,1% (un incremento del 7,7%) y el tipo implícito sobre las rentas del capital desde el 25,3% al 29,5% (un incremento del 16%). Por tanto, el sablazo fundamental vendría de una mucho mayor tributación indirecta (casi duplicar su carga actual). Tal vez alguno considere que al menos con este esquema las empresas también saldrán esquilmadas; sin embargo, dentro de los tipos implícitos sobre el capital, los que más habría que subir, para equipararnos con Europa, son los que afectan a familias y autónomos: del 13% al 16,8% (un 29,3% de subida), mientras que los que afectan a empresas apenas crecerían del 17,8% al 19,2% (un 7,8%).
La estructura de la presión fiscal en Suecia
Visto lo visto, parece que la Unión Europea no es un magnífico espejo tributario en el que mirarse: sí, la presión fiscal es mayor que en España pero la soportan esencialmente las familias a través de una mayor fiscalidad indirecta, mientras que a las empresas apenas se las toca el pelo. Tal vez sea conveniente emular fiscalmente dentro de Europa a ese paradigma de Estado socialdemócrata que es Suecia.
En Suecia, la presión fiscal es del 44,2% del PIB —10,9 puntos superior a la española— y se desglosa del siguiente modo: 18,3% del PIB en impuestos directos, 18,7% en impuestos indirectos y 7,2% en cotizaciones sociales. Dentro de los impuestos indirectos destaca el IVA —con el 9,3% del PIB— y dentro de los directos el IRPF —15,2% del PIB— y Sociedades —2,9% del PIB—; a su vez, las cotizaciones sociales las paga íntegramente el empresario —con 7% del PIB— y los autónomos —con 0,2% del PIB—, no hay propiamente cotizaciones sobre el trabajador por cuenta ajena.
Por tanto, para equipararnos fiscalmente con Suecia deberíamos aumentar la recaudación por impuestos directos en 7,7 puntos (en especial, IRPF con 7,5 puntos adicionales y Sociedades con 0,7 puntos, minorando otra tributación directa), la recaudación por impuestos indirectos debería incrementarse en 8 puntos y la recaudación por cotizaciones sociales habría que reducirla en 4,8 puntos (1,4 puntos la del empresario, 1,8 puntos la del trabajador y 1,6 puntos la del autónomo). Por tipos impositivos implícitos la imagen cambia poco: el tipo implícito sobre el consumo en Suecia es del 26,5% (un 90% superior al español), sobre el trabajo un 38,6% (un 15% superior al español) y sobre el capital un 30,6% (un 21% superior al español).
Por consiguiente, el sistema sueco implica una subida generalizada de impuestos, especialmente en impuestos sobre el consumo, cuyo tipo medio se incrementaría en un 90%. ¿Verdaderamente queremos cuasi duplicar el IVA y los Impuestos Especiales? Acaso algunos crean que la clave del modelo sueco es que esos altos impuestos indirectos se ven compensados por una fiscalidad extremadamente progresiva en los impuestos directos. Pero no: el tipo medio efectivo por quintil de renta en el IRPF subiría, especialmente, para el 60% de la población con menor renta (cuyos tipos efectivos se duplicarían o más que duplicarían).
Tipos efectivos sobre la renta personal
Primer quintil |
0,34%
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11,3%
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Segundo quintil |
6,3%
|
20,0%
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Tercer quintil |
11,5%
|
22,9%
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Cuarto quintil |
16,2%
|
23,7%
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Quinto quintil |
24,5%
|
31,2%
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Para muestra, un botón: las rentas inferiores a 2.000 euros anuales no pagan prácticamente IRPF en España, mientras que en Suecia abonan el 11,2%.
En definitiva, copiar el modelo sueco implicaría duplicar la tributación sobre el consumo y duplicar (o más que duplicar) el tipo efectivo del IRPF del 60% de contribuyentes con menor renta (el 20% más rico, en cambio, sólo la vería aumentar un 27%). ¿Ese es el modelo tributario que queremos para España?
La estructura de la presión fiscal en Finlandia
Quizá ni la Unión Europea ni Suecia sean buenos modelos fiscales a copiar. Pero, ¿qué tal Finlandia? La presión fiscal de Finlandia es prácticamente la misma que la sueca —44,1% del PIB— pero repartida de una forma algo distinta: 16,3% del PIB por impuestos directos, 14,7% por indirectos y 13,2% por cotizaciones sociales. Dentro de los impuestos indirectos destaca el IVA, con el 9,2% del PIB, y dentro de los directos el IRPF, con el 13% del PIB y Sociedades con el 2,2%; a su vez, las cotizaciones sociales se distribuyen con un 9,2% para empresarios, 3% para trabajadores y 1% para autónomos.
Por tanto, para parecernos a Finlandia deberíamos aumentar la recaudación por impuestos directos en 5,7 puntos (en especial, IRPF con 6,3 puntos adicionales, para así reducir otra recaudación directa como la de Sociedades), la recaudación por impuestos indirectos debería incrementarse en 4 puntos y la recaudación por cotizaciones sociales debería crecer 1,2 puntos (0,8, puntos la del empresario, 1,2 puntos la del trabajador y reducir 0,8 puntos la del autónomo). Por tipos impositivos implícitos la imagen es muy similar: el tipo implícito sobre el consumo en Finlandia es del 26,4% (un 88,5% superior al español), sobre el trabajo un 40,1% (un 19,7% superior al español) y sobre el capital un 29,9% (un 18% superior al español). Hay que aclarar que el tipo implícito sobre el capital es más alto por la superior tributación de las rentas del capital familiares y de autónomos (tipo implícito del 22,7% frente al 13% español) no por la tributación de Sociedades (que es más bajo en Finlandia: del 17,5% frente al 17,8% español).
Por consiguiente, el modelo tributario finés también implica una subida de la tributación sobre el consumo del 90% y una rebaja en la tributación a las empresas. Pero, ¿es al menos su tributación directa más progresiva que la sueca? Pues no. Nuevamente, los contribuyentes que más notarían la subida de los tipos efectivos del IRPF son el 60% de contribuyentes con menor renta.
Tipos efectivos sobre la renta personal
Primer quintil |
0,34%
|
5,6%
|
Segundo quintil |
6,30%
|
10,3%
|
Tercer quintil |
11,50%
|
16,0%
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Cuarto quintil |
16,20%
|
19,8%
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Quinto quintil |
24,50%
|
27,0%
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Una breve nota sobre la economía sumergida
Por terminar de despejar mitos: la economía sumergida no es en España abisalmente diferente a la del resto de Europa o a la de los países nórdicos. Según las estimaciones más fiables, las del experto mundial Friedrich Schneider, el peso de la economía sumergida en el PIB español es del 18,6%, frente al 18,4% de la Unión Europea, al 13,9% de Suecia o al 13% de Finlandia. La diferencia con Suecia, pues, es de apenas 4,7 puntos de PIB: si esos 4,7 puntos tributaran al 40%, lograríamos una recaudación adicional de 1,9 puntos. Con respecto a Finlandia es de 5,6 puntos, por lo que si la graváramos al 40%, recaudaríamos 2,25 puntos adicionales. Por tanto, si la presión fiscal en Europa es 6,2 puntos superior a la española o si en Suecia y Finlandia es 10,9 puntos mayor, no es porque nuestra economía sumergida esté mucho más extendida: es porque en los otros países se pagan más impuestos.
Conclusión
Tal como reza la sabiduría convencional, es verdad que en España pagamos menos impuestos que en el conjunto de Europa o que en los países nórdicos y, por eso, nuestra presión fiscal es más reducida. Pero, a diferencia de lo que sostiene la sabiduría convencional, quienes pagan relativamente muchos menos impuestos en España frente a Europa no son las rentas más altas, sino los estratos más humildes de la sociedad: por un lado, los gravámenes sobre el consumo son en España mucho menores que en Europa y, sobre todo, que en los países nórdicos; por otro, los tipos efectivos sobre la renta de la mitad de la población más pobre son muchísimo más bajos en España que en los nórdicos.
¿Puede España duplicar la tributación que están soportando las rentas más bajas? A mi juicio no: lo razonable es bajar el gasto y bajar impuestos, no lo contrario. Pero eso, duplicar la tributación de los ciudadanos más pobres, es lo que en el fondo —quizá sin saberlo— defienden quienes quieren más gasto y más impuestos. El “que paguen los ricos” es puro populismo tributario, pues los ricos no están pagando sustancialmente menos que en el resto de Europa: quienes pagan menos que en el resto de Europa —de la Europa con Estados más grandes— son los pobres. ¿De verdad queremos saquearlos tributariamente para mayor gloria de un Estado sobredimensionado?
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