Percyval Manglano expone por qué quiere Podemos romper el candado constitucional, mostrando con qué fin se ha roto en otras partes del mundo, precisamente por los partidos de su misma ideología, y no es otra cosa que hacerse con más poder y control de la sociedad, laminando los contrapoderes constitucionales para poder abarcar un control total.
Artículo de Libertad Digital:
A estas alturas caben ya pocas dudas sobre el objetivo único de Podemos: la toma del poder, de todo el poder. Lo demás estará siempre supeditado a este objetivo. Por ello, sus contradicciones son desdeñables. Así, por ejemplo, se anuncia la (aparente) sustitución del modelo económico bolivariano por uno nórdico –de la mano, además, de un politólogo a quien Iglesias llamó "caradura" el año pasado– y no se escucha ni una sola crítica interna; Pablo Iglesias plantea que el modelo de organización de Podemos sea el centralismo democrático leninista, liquidando, así, el espíritu asambleario del 15-M, y es elegido secretario general con el 88% de los votos; y la cúpula del partido se esconde de los medios cuando arrecian las críticas pese a la promesa de "dar siempre la cara" y la justificación que se da es que están sufriendo una "cacería" y que hace falta ser sinvergüenza para pedirles explicaciones. Podemos está por encima de las contradicciones porque es pura y llanamente una máquina de ocupación del poder del Estado que se alimenta del convencimiento de que el poder no estará en manos legítimas hasta que no esté en las suyas.
La lógica política de Podemos tiene una larga tradición en el siglo XX. Es la lógica de los partidos comunistas. Repasemos algunos datos que revelan el apego al poder de estos partidos inspiradores de los líderes de Podemos (recordando, al tiempo, las siguientes palabras escritas por Íñigo Errejón en su tesis doctoral: en Pablo Iglesias he encontrado un compañero de mente incisiva y voluntad bolchevique).
En el mundo hay actualmente cinco países gobernados por partidos comunistas: China, Cuba, Vietnam, Laos y Corea del Norte (aunque este último oficialmente cambió el marxismo-leninismo por la ideología juche en 1992). Los cinco países son dictaduras. En los cinco el partido comunista llegó al poder por la fuerza y, una vez tomado, no lo soltó. El mismo partido comunista lleva gobernando en Corea del Norte desde 1948, en China desde 1949, en Cuba desde 1959, en Laos desde 1975 y en Vietnam (primero del Norte y luego en todo el país) desde 1945/1975. Es decir, estos partidos llevan una media de 56 años en el poder.
Hay otros 25 países en los que un partido comunista ha gobernado. Solamente en tres de ellos –Chipre, Moldavia y Nepal– llegó al poder por las urnas y lo abandonó por las urnas. En todos los demás –incluyendo, claro está, la URSS y sus países satélites–, los partidos comunistas tomaron el poder por la fuerza y lo abandonaron o por la implosión del país o por la fuerza. De media, estuvieron unos 25-30 años en el poder, y en algunos llegaron a los 70, como en la URSS.
Los partidos comunistas se caracterizan, pues, por tomar el poder por la fuerza y, una vez tomado, no soltarlo. El acceso al poder por las urnas y, más importante aún, su abandono por las urnas es la excepción a la regla.
Se me objetará que estos ejemplos no son aplicables a España, dado que aquí las elecciones democráticas no se discuten y todo partido debe basar su acceso al poder en el voto popular. Es cierto que España hoy tiene una democracia más consolidada que ninguno de los países mencionados. Pero el argumento no es ese; el argumento es que la acción de los partidos comunistas refleja los anhelos de los líderes de Podemos. Más allá de la realidad actual española, el objetivo de Podemos es el mismo que el del resto de sus camaradas: la toma y el control absoluto del poder. Cosa distinta es cómo se deban adaptar a las circunstancias del país. Y ahí es donde entra el Socialismo del Siglo XXI.
El gran teórico del Socialismo del Siglo XXI es el alemán residente en México Heinz Deiterich. Asumiendo los ideales democráticos de participación ciudadana, Deiterich basa su modelo en la combinación de una soberanía política con una social protagonizada por sindicatos y movimientos sociales. Las votaciones se aceptan, aunque el ganador deberá siempre ser el mismo. El gran impulsor político del concepto fue Hugo Chávez, del que Deiterich fue asesor. Más allá de teorías socialistas, el comportamiento del chavismo sigue la misma lógica comunista arriba expuesta: la ocupación y control total del poder. El chavismo llegó al poder en 1999 y, a partir de entonces, se dedicó a laminar cualquier tipo de oposición política e institucional (acabamos de saber, por ejemplo, que de las 45.000 sentencias dictadas por el Tribunal Supremo venezolano desde 2004, ¡ninguna ha ido contra el Gobierno!). Seguidores de este Socialismo del Siglo XXI son también Rafael Correa (en el poder en Ecuador desde 2007), Evo Morales (en Bolivia desde 2006) y Daniel Ortega (en Nicaragua desde 2007).
Todos ellos asentaron su poder en profundos cambios constitucionales o, directamente, en nuevas Constituciones. Rompieron el "candado" de las antiguas Constituciones del país, laminando los contrapoderes institucionales (y provocando, de paso, tremendos costes económicos, que están llevando a Venezuela a la ruina). El problema de dichas Constituciones no era que estuviesen anticuadas; es que se oponían al proyecto de control total de los socialistas del siglo XXI. Estos socialistas también quieren dinamitar la vigente Constitución española. Su apoyo al derecho a decidir catalán forma parte de esta estrategia. Es la forma, no lo duden, de alcanzar el poder absoluto en España.
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