Pero la jugada y su intento de expolio les ha salido mal afortunadamente, y puede que muy mal...
Artículo de Libre Mercado:
La redistribución de la renta no se efectúa de ricos a pobres, sino de grupos desorganizados a grupos organizados (lobbies). El Estado no auxilia a quienes más lo necesitan, sino a quienes disfrutan de una mayor capacidad para presionar e influir sobre políticos y burócratas. Ese es, al menos, el calculo que efectuó la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) con Google News: dado que Google es un negocio boyante que gana miles de millones de dólares anuales, basta con que el Estado español le arrebate unos pocos milloncejos y reparta semejante botín entre todos los editores para que así la prensa española pueda superar la crisis sin necesidad de reformular su caduco, esclerotizado y anticompetitivo modelo de negocio.
Pero, desesperados por encontrar una presa a la que parasitar, los editores y el servil y liberticida Gobierno del PP calcularon mal hasta dónde podían tensar la cuerda: tras lloriquear durante años que era Google quien parasitaba a la prensa española por enlazarla en su agregador de noticias sin que ésta recibiera compensación alguna, parece que ahora los rotativos están comenzando a intuir que no, que la empresa estadounidense no vivía de ellos más de lo que ellos vivían de Google. La relación, en suma, no era una de parasitismo, sino de simbiosis: sí, Google enlazaba a los periódicos españoles sin pagarles peaje alguno, pero los periódicos españoles también se beneficiaban de un torrente de tráfico procedente de Google sin pagar tarifa alguna a la multinacional estadounidense.
Precisamente por ello, cuando los editores reclamaban imponer a Google una "compensación justa" por indexarles en Google News estaban, en realidad, reclamando una mordida del todo punto injusta.
A la postre, uno de los rasgos constitutivos de la justicia es la reciprocidad, a saber, devolver bien en proporción al bien que has recibido de otros. Pero Google ya estaba devolviendo con creces a los editores el bien que recibía por enlazar gratis sus noticias: y se lo devolvía en forma de una enorme cantidad de visitas. De hecho, una forma bastante sencilla de averiguar si el principio de reciprocidad se cumple o no entre las partes de una relación es a través de un sencillo experimento mental: si la situación de una de las partes mejorara en ausencia de la otra, tenemos fuertes motivos para suponer que estamos ante una relación parasitaria donde no se respeta el principio de reciprocidad.
Más bien, todo apunta a que, como decíamos, el parásito no era Google sino que quería serlo la AEDE: ésta no sólo pretendía que Google continuara indexando gratis sus noticias, sino que además pagara por ello. Google ha juzgado que tales términos dejaban de ser verdaderamente recíprocos y ha actuado en consecuencia largándose de España. Google News prefiere irse del país si ello implica no ya no poder cobrar sino tener que pagar por proporcionar a la prensa el servicio de indexación de noticias. ¿Puede decir lo mismo la prensa española, esto es, que prefiere que Google News se vaya de España a menos que acepte abonar la mordida que reclama? No lo parece, a juicio de las exclamaciones de la AEDE pidiendo el regreso de Google: señal inequívoca de quién buscaba realmente parasitar a quién.
Acaso lo más gracioso y ejemplarizante de esta situación sea que los editores de prensa españoles probablemente terminen descubriendo que el servicio que les proporcionaba gratuitamente Google tenía un coste que ahora muchos de ellos deberán empezar a soportar: si desean seguir usando al líder de los buscadores para promocionar sus portales de noticias, no les quedará más remedio que contratar el servicio de Google Ads. En el pecado llevarán la penitencia. Mas no olvidemos lo esencial: si la AEDE pensó que sería capaz de rapiñar a Google fue porque contó con la entusiasta complicidad de un Gobierno que jamás ha dudado en aplastar las libertades de los ciudadanos para beneficiar a los lobbies que se congregan a su alrededor. En este caso, afortunadamente, el ambicionado expolio les salió mal: Atlas se encogió de hombros.
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