viernes, 22 de mayo de 2020

Por qué la contrarreforma laboral de PSOE, Podemos y Bildu es un disparate

Juan R. Rallo expone en detalle en el siguiente vídeo (adjunto artículo resumen) por qué la contrarreforma laboral de PSOE, Podemos y Bildu es un disparate, que ahondará y mucho en el aumento del paro que viene, en el retraso de la recuperación, en el freno a la necesaria reconversión de recursos en una economía en crisis (y la rigidez mata esta traslación agravando sobremanera los efectos negativos de la crisis impidiendo una rápida y sostenible recuperación) y en el aumento de los riesgos financieros y de solvencia del país (con las gravísimas consecuencias como pudimos ver en la anterior crisis que conlleva esto). 
PSOE, Podemos y Bildu han pactado la derogación integral de la reforma laboral de 2012 en el peor momento posible. ¿Por qué?


Estudio de Doménech, García y Ulloa (2016): https://www.bbvaresearch.com/wp-conte...
En el siguiente artículo resume el contenido del vídeo. 
Artículo de El Confidencial: 
El peor momento para derogar la reforma laboral 
Foto: Firma del acuerdo con el que se prorrogan los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor hasta el 30 de junio. (EFE)Firma del acuerdo con el que se prorrogan los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor hasta el 30 de junio. (EFE)
Derogar la reforma laboral de 2012 para regresar al marco legislativo anterior fue siempre un error, pero especialmente lo es en tiempos de crisis y sobre todo en un tiempo como el de esta crisis.
Primero, ¿por qué restablecer la legislación laboral anterior a 2012 es un error? Porque esa legislación era todavía peor que la actual. La tasa de paro media entre 1980 y 2011 fue del 16,5%: durante esos 32 años, sólo en 11 descendió del 15% y sólo en tres bajó del 10%.
A su vez, la tasa de temporalidad fue igualmente nefasta: entre 1987 y 2011, el 30,5% de todos los asalariados contaban con un contrato temporal. Qué ventajas puede tener esta normativa frente a la actual es algo que sinceramente se me escapa.
Segundo, ¿por qué es especialmente un error en tiempos de crisis? Porque en las crisis necesitamos de flexibilidad laboral y salarial para adaptarnos al nuevo entorno y justamente una de las ventajas de la reforma de 2012 era la de introducir esa flexibilidad: tanto por la vía de establecer la prevalencia del convenio de empresa sobre el convenio sectorial como por la de permitir el descuelgue por parte de las pymes de su convenio sectorial, la normativa permitía que los salarios se adaptaran mucho más rápidamente a la situación real de cada empresa (minimizando así la destrucción innecesaria de empleo).
Recordemos que, de acuerdo con el análisis de Doménech, García y Ulloa (2016), la reforma laboral de 2012 habría evitado la destrucción de un millón de empleos a partir de 2012 y, de haberse aprobado en 2008, habría podido evitar la desaparición de otros dos millones de puestos de trabajo durante el período 2008-2011. No estamos hablando de pequeñeces, sino de que, con reforma laboral desde un comienzo, la máxima tasa de paro que habría alcanzado España habría sido del 18,7% y que, en ausencia plena de reforma laboral, ésta se habría disparado hasta el 31,2%.
Y tercero, ¿por qué es especialmente un error sobre todo en un tiempo como el de esta crisis? Nuestro país no sólo se enfrenta al riesgo de una devastadora crisis de la economía real (magnificada por la pérdida de empleo que pueda derivarse de la derogación de la reforma laboral), sino también al riesgo de una devastadora crisis financiera.
Nuestro déficit público durante los próximos años va a ser, bajo cualquier escenario mínimamente realista, gigantesco (al menos tan gigantesco como el de la crisis 2009-2014) y nuestro stock de deuda pública se elevará por encima del 120% del PIB. Parte de ese agujero presupuestario se deberá, además, al pago de prestaciones de desempleo vinculadas a los ERTE o al aumento sostenido del paro.
En este contexto, nuestra única esperanza para no encallar en una nueva crisis de deuda que se nos lleve definitivamente por delante es contar con el apoyo financiero, explícito o implícito, del resto de Europa. Son ellos los que pueden mantener bajo control las chispas de desconfianza que podrían emerger en los mercados durante los próximos años.
De hecho, esta semana el eje franco-alemán dio un importante paso hacia una generosa provisión de fondos para países como España. Es un paso que nos desagrada a muchos que nos oponemos a una Europa federal (y ojalá sea finalmente vetado por algún Estado miembro), pero en todo caso es preciso reconocer que se trata de un paso con repercusiones potencialmente históricas que, además, beneficiaría en el corto plazo a la economía española. Ahora bien, el texto del acuerdo franco-alemán era muy claro acerca de las condiciones que sí conllevaría esa financiación. En particular:
El apoyo a la recuperación complementará los esfuerzos nacionales y las medidas acortadas por el Eurogrupo, y se fundamentará en un compromiso claro de los Estados miembros a seguir políticas económicas sólidas y una agenda de reformas ambiciosa.
¿De verdad pensamos que Europa se mostrará dispuesta a darnos gratuitamente financiación ilimitada para que con ella podamos dedicarnos a incrementar artificialmente nuestra tasa de paro?
No, si el Gobierno de PSOE y Podemos se empeña en derogar íntegramente la reforma laboral de 2012 y no para reemplazarla por otra que profundice en sus ejes fundamentales —la reducción de la dualidad del mercado de trabajo y la flexibilización de la negociación colectiva—, Europa nos cerrará el grifo de la financiación subsidiada y nos expondremos a las inclemencias de unos mercados poco partidarios de darle cuerda financiera a un Estado hiperendeudado que está saboteando deliberadamente su economía.
No, derogar sin más la reforma laboral es una pésima idea, pero lo es especialmente en medio de una crisis y sobre todo en medio de una crisis como ésta. Ojalá sea cierto que Sánchez ha mentido en esta ocasión a Unidas Podemos y a Bildu en lugar de a todos los demás ciudadanos.

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