martes, 23 de febrero de 2016

Jordi Évole contra Amancio Ortega

Santiago Navajas analiza el programa de Salvados y la demagogia (es innata al programa) de Évole sobre el tema tratado y Amancio Ortega.
Artículo de Voz Pópuli: 
El domingo me desayuné con una entrevista a Julio Anguita. Por la noche, cenaba con el Salvados de Jordi Évole. De aquella intolerancia, esta demagogia. Dice el líder comunista que los que no piensan como él, no piensan. Argumenta el reportero de La Sexta que el que no consume como él es un explotador (siempre he sospechado que los que están en contra del "consumismo" son, simplemente, unos tacaños). El primero tiene muchos libros pero parece por las fotos de su biblioteca que sólo de marxismo (le voy a pasar un poco de la farlopa intelectual de Escohotado). El segundo sataniza a Amancio Ortega y publicita a una empresaria "solidaria" que vende las camisas a 110 euros. En un país capitalista son ricos tanto Amancio Ortega como Jordi Évole. Más, Ortega. En uno socialista, los dos serían pobres. Más, Ortega.
En su programa de este domingo en la Sexta, “Fashion Victims”, Jordi Évole le pregunta a unas trabajadoras del textil en Camboya: “Lo que cuestan en España cinco jerseys made in Camboya (ha comprado uno a veinticinco dólares) equivale a un sueldo de cada una de vosotras, ¿qué os parece?” Habría sido interesante también que el presentador de Salvados les hubiese dicho lo que gana él por presentar uno de los programas de más éxito en una cadena de televisión que presume de izquierdista y solidaria y, a continuación, les hubiese soltado ese “¿qué os parece?”. Puestos a hacer demagogia, que corra en todos los sentidos.
Los salarios en las televisiones privadas son secretos pero en el caso de presentadores como Susana GrisoJorge Javier Vázquez, el Gran Wyoming o el propio Évole les hace pertenecer, con una probabilidad muy alta, al selecto grupo de los millonarios que poseen el 99% de la riqueza del planeta. Paradójicamente, aunque Jordi Évole orquesta un auto de fe contra Amancio Ortega, presuntamente en defensa de los obreros explotados en fábricas tercermundistas, en realidad, tanto por formato televisivo (documental “basura” en la estela de Michael Moore) como por salario, está más cerca del empresario gallego que de la clase obrara catalana, camboyana o de donde sea.
A todo esto, habíamos dejado a Dy Sreim, la chica camboyana, diciéndole a Évole lo que le parece que los chicos españoles que “no tienen mucha dificultad en comprarse un jersey” (la crisis no debe ser tan grave como ha tratado de convencer a sus fans en otros programas). El presentador trata de dirigir la respuesta de la entrevistada apuntándole sobre “el trabajo” y el “sufrimiento” que hay detrás de cada prenda (¡cuánto daño ha hecho la ridícula teoría del valor de Karl Marx, explicada en clases de Filosofía por profesores que no la entendían!), pero la camboyana destroza todo el programa, poniendo de manifiesto el analfabetismo económico y la mala fe periodística del catalán, explicando, incluso más sucintamente que Milton Friedman, el “abc” del capitalismo: “Les diría que compren muchos porque así tendríamos más trabajo y mejor sueldo”. Como diría Sheldon Cooper“¡Zas en toda la boca!”. Aunque me temo que Évole estará pensando, en la fatal arrogancia que desprende Julio Anguita, que Dy Sreim no piensa. O, mejor dicho, que está alienada por el “sistema”, de manera que en lugar de hacerse con el control de la fábrica y socializar los medios de producción, como pide la vulgata marxista, lo que ruega es más fábricas y más trabajo. En lugar de una “revol”(ucionaria) proletaria, una vulgar pequeño burguesa “refor”(mista).
Mientras que trata de criminalizar a Inditex y otras empresas que se especializan en productos de bajo precio a calidad aceptable, Évole le hace publicidad a una empresaria gallega que presume de pagar 1.100 euros a sus trabajadores, aunque ella ganará mucho más (y hace bien que para eso pone el diseño, el riesgo, la innovación y las ganas). El socialismo significa que todos son iguales pero unos más iguales que otros. Claro que las camisas que fabrica las vende a 110 euros. Sin duda que Évole se puede permitir una de esas camisas “solidarias” y “sostenibles” (aunque siempre parece que va vestido de “mercadillo” made in Asia), pero si se generalizase dicho modelo perderían tanto los millones de consumidores que no pueden pagar lo que el realizador de la Sexta como los trabajadores que irían a la calle si las fábricas ya no fuesen rentables y tuvieran que cerrar.
Otra de las entrevistas del programa es a un empresario español que ha situado su fábrica en Camboya. Le explica pacientemente a Évole aquel descubrimiento conceptual de Adam Smith de que la riqueza de las naciones viene dada por la especialización competitiva. Mientras escribo estas líneas visto una pantalones vaqueros de H&M fabricados en Indonesia, unas Ray Ban de piel “hand made in Italy”, unos zapatos Oxymoron en cuero de potro realizados en Madrid únicamente con materiales españoles y unos calcetines de Zara hechos vete tú a saber donde. Pueden imaginar lo que me ha costado unas perras y para lo que he tenido que vender un riñón en el mercado negro. Pero el caso es que nadie me ha obligado a comprar nada y, en cualquier caso, ha sido un acuerdo de suma positiva para todas las partes implicadas. Especialmente para los más desfavorecidos. Porque cada vez que Amancio Ortega abre una tienda en cualquier país del mundo se hace irrelevantemente más rico pero mejora sustancialmente la vida de aquellos que emplea.
Évole es más dado a ilustrar sus programas con música ambiental sentimental y fotografías de niños, gatos y unicornios, pero en este programa le habría venido mostrar, en un arranque de honestidad intelectual al que no es muy propenso, el famoso gráfico (no en la Sexta, Podemos y alrededores, evidentemente) con el que Angus Madison muestra cómo el capitalismo cambió el mundo, desde el punto de la vista de la prosperidad, alrededor de 1700 en Occidente y, posteriormente, el impacto de la globalización, ese corolario del liberalismo contemporáneo, incrementó la riqueza en los países emergentes a partir de, por poner una fecha redonda, 1989. 
“Ébole” podría ser el nombre de la enfermedad intelectual que está devastando España y cuyos síntomas son la demagogia, la desvergüenza, la ignorancia y el “pobrismo”. Si me permiten un par de vacunas (aunque según el “ebolismo” las vacunas también es un maligno invento capitalista) lean Los enemigos del comercio de Antonio Escohotado y vean el documental de Johan NorbergEn defensa de la globalización.
Jordi Évole y yo crecimos viendo La bola de cristal, el programa de televisión con el que Santiago Alba Rico, uno de los referentes intelectuales de Podemos, trataba de adoctrinar a los niños con ideología marxistoide envuelta en ripios. Pero debí entender todo mal, o a diferencia de Anguita leí libros como los de Hayek Schumpeter, y ahora reivindico irónicamente el grito de guerra de la malvada pero encantadora Bruja Avería“Viva el Mal, Viva el Capital”.

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