martes, 21 de febrero de 2017

Torquemaditas

Santiago Navajas sobre la nueva ola de represión que invade la sociedad, proveniente hoy de la izquierda, sobre todo asociada a cierto feminismo intransigente, que ha sustituido a la represión de derecha, de tinte religioso de los años 80. 

Artículo de Voz Pópuli: 
Guitarra en llamas.Guitarra en llamas. Dark Rider
Hay bastante evidencia disponible, como dicen los politólogos, de que los “reggaetoneros” no son un modelo para una “Educación para la Ciudadanía”. En sus vídeos suelen salir muchas chicas en bikini bailando de una manera más bien desinhibida (“perrea, perrea” que “cantaba” el “Chikiliquatre”) y en sus letras se ofrece una visión del sexo que haría las delicias del Marqués de Sade si hubiese nacido en alguna calenturienta isla caribeña en lugar de en el lluvioso y frío París. Sin embargo, en las clases de Valores Éticos sospecho que se escucha mucho más Imagine de John Lennon o Another brick in the wall de Pink Floyd que Cuatro babys de Maluma o La chapa que vibran de La Materialista.
El caso es que en Change.org un grupo de estudiantes de 4º de ESO, sobre los quince años, han iniciado una campaña contra la música que “fomenta el machismo… y la agresividad y la violencia de género”. Citan al mencionado Maluma y “Costa, Guns N’ Roses, Robin Thicke, PXXR GVNG, Kevin Roldán, Porta, etc”. Hasta ahora sólo había escuchado a los “Guns” y a PXXR GVNG porque venía en el recopilatorio de la mejor música española de 2015 según Rockdelux. La canción se llama “Tu coño es mi droga” y es un rap con la cadencia repetitiva in crescendo del Bolero de Ravel, salvando las distancias.
Protestar contra el machismo y concienciar sobre tener unas relaciones sentimentales en las que se respete a la pareja es muy positivo. Pero el caso es que los alumnos adolescentes dan un paso más allá, ya que erigiéndose en pequeños Torquemadas pretenden con su petición al Ministerio de Sanidad y a las cadenas de música “evitar la difusión de estas canciones y proponer la creación de un Observatorio que controle y supervise los mensajes de este tipo en los medios de comunicación, y así evitar la difusión de estos mensajes que asimilamos de manera inconsciente.”
Del “Prohibido prohibir” de mayo del 68, un llamamiento a favor de la ampliación de la libertades, hemos pasado a la “tolerancia represiva” que pretende prohibir todo lo que a un grupo le parece ofensivo, para lo que multiplican las entidades estatales con poder y presupuesto para imponer a los demás sus puntos de vista mediante la coerción y la represión. Porque ¿quién observa al observatorio? Aunque los alumnos no citan ninguna canción en concreto, ¿habrá que prohibir todos los “etc.” que les parezcan machistas? Laura Viñuela, una “consultora de género” abanderada del feminismo de ídem y que imparte talleres a los adolescentes, sí que ha marcado algunas canciones que podrían ser erradicadas del repertorio de Youtube y de las cadenas de radio: Every breath you take de The Police; Contigo de Joaquín Sabina; Y si fuera ella de Alejandro Sanz; Honky tonk women de los Rolling Stone; La raja de tu falda de Estopa… A este paso, salvo Imagine de John Lennon y I will survive de Gloria Gaynor, no se salva ni una.
Si la represión actualmente campa en la izquierda, sobre todo asociada a cierto feminismo intransigente y determinado animalismo sectario, en los años 80 se encontraba más bien en la derecha “católica, apostólica y romana”. Cuando en el programa Caja de ritmos apareció el grupo musical Las Vulpes cantando “Quiero ser una zorra”, el ABC publicó un editorial en protesta ya que “degrada a la sociedad española, subleva al padre de familia, indigna al ciudadano responsable y traspasa los límites de lo tolerable”. En aquella ocasión yo tenía la misma edad que ahora tienen estos pequeños Torquemadas y la canción de las Vulpes (“Vulpess” en la portada del disco como alusión provocadora a las SS. Vamos de mal en peor) me pareció simplemente una exageración divertida propia de los punkies y ni por un momento creí que fuese un alegato a favor de la prostitución ni de la violencia.
Es posible que alguien asimilase inconscientemente dicho mensaje y se lanzase a las calles a hacer la esquina o a romperle la crisma a las pobres prostitutas, pero poco tenía que ver con la canción y mucho con la facilidad congénita a la idiotez alienada. El Fiscal General del Estado presentó una querella por “escándalo público” cuando debía haberlo hecho por “follón púbico” que diría Cabrera Infante. Eran malos tiempos para la lírica, como nos advertía Germán Copini, ya que la letra comenzaba así, niños de 4º de la ESO a la cama:
Si tú me vienes hablando de amor,
qué dura es la vida,
cuando se hace de día,
permíteme que te dé mi opinión:
mira, imbécil, que te den por culo,
me gusta ser una zorra.
Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama,
antes que acostarme con quien me hable del mañana.
Prefiero joder con ejecutivos,
que te dan la pasta y luego vas al olvido.
Javier Pradera, desde El País, defendía el derecho a la libertad de expresión de las mujeres para ser, si querían, “unas zorras”. Luis María Anson, desde ABC, contraargumentaba que sí, que muy bien, pero no en horario infantil. Paradójicamente hoy los progres le dan la razón al periodista conservador. Los extremos se tocan.
No mencionan los alumnos represores ejemplos de la música clásica, quizás porque no los conocen o consideran que, total, para lo que se escucha... Pero sin duda que Don Juan de Mozart o Lady Macbeth en Mtsensk de Shostakovich también deberían ser erradicadas de Radio Clásica y Los 40 Principales. De esta forma se cerraría el círculo de represión ideológica que une a Stalin con el feminismo de género. Cuando el dictador comunista fue a ver la ópera escribió una crítica en Pravda titulada “Caos en lugar de música” en el que censuraba que Shostakovich se hubiese alejado de los sanos principios del realismo socialista. Hemos pasado de Shostakovich a Maluma y de Stalin y su KGB a Laura Viñuela y Change.org. Viendo el balance no queda claro si hemos mejorado o empeorado.

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