Daniel Lacalle analiza la deriva y errores de la Unión Europea en sus exigencias impositivas y burocráticas, que lejos de solucionar la situación europea, la agravará, provocando mayores descontentos y rechazo a dicha unión.
Artículo de El Español:
“You work hard, you went hungry, now the taxman is out to get you”
Uno se despierta cada semana con noticias sobre la Unión Europea que no ayudan para nada a mejorar su credibilidad y el apoyo popular. Bruselas y la UE están tan despegadas de la realidad de las economías y los ciudadanos que sus principales líderes ni siquiera pestañean o se preguntan si es una buena idea decir que “no se pueden bajar impuestos” (Schaeuble), y ese último titular que mostraba un periódico económico español: “Bruselas desmonta las excusas del Gobierno para resistirse a subir el IVA”. Gracias, euro-burócratas.
Es muy peligroso que una Unión Europea, que tiene ventajas incuestionables y debe convertirse en una potencia global de crecimiento y prosperidad, ponga escollos y expolie a ciudadanos y empresas para perpetuar el monstruo burocrático.
LA MENTIRA DE BRUSELAS CON EL IVA
Es más que cuestionable decir que el Estado recaudaría 14.000 millones con un tipo único del 21%. La historia de errores en las estimaciones de recaudación por subidas de impuestos en la Unión Europea es tan amplia que deberían, como mínimo, reconocer el riesgo de incumplimiento. La media de error, según estimaciones del propio BCE, es enorme y constante.
No solo las estimaciones de ingresos, como siempre, son un cuento, sino que es falso que lo que llaman en Bruselas “un retoque en el IVA reducido y superreducido” eliminaría el déficit de 2017.
Estima Bruselas que la subida del IVA “apenas” afectaría a las rentas bajas y que el aumento de la desigualdad –“solo” de 2,6%- se “puede compensar con transferencias sociales”. Qué curioso que ellos nunca hagan “retoques” en los gastos. O sea, que subir el IVA “apenas” afecta a las rentas bajas pero, como sí lo hace y además aumenta la desigualdad, proponen mitigarlo con más subvenciones vía gasto. Bravo. Brillante.Lo cual nos lleva a la falacia de que aumentando impuestos se elimina el déficit. Una falacia, porque esos ingresos extraordinarios se gastan, y más, como hemos visto en el pasado.
Para Bruselas no hay efecto negativo en consumo, en empleo ni en actividad económica de subir el IVA. Nada. Total, más de la mitad de las empresas españolas están en pérdidas, pero asumen, oh sorpresa, que pueden absorber el aumento del IVA reduciendo márgenes. Brillante. Para usted siempre hay margen para ajustarse, para ellos, no tanto.
La realidad, ya demostrada, es que aumentar el IVA –uno de los impuestos más regresivos- tiene un impacto directo sobre el consumo potencial, la capacidad de compra de las familias y, además, reduce el potencial de empleo en el sector servicios. Bruselas debería reconocer que se ha equivocado durante cuatro años en sus previsiones de crecimiento y empleo para España. Y analizar por qué. Una de las razones por las que tuvieron que duplicar sus estimaciones sobre nuestro país fueron las “resistencias” a subir los impuestos que Bruselas exigía, y por haber bajado el IRPF y Sociedades, que son medidas que favorecen el crecimiento, como muestra la lógica, la historia y la estadística.
BRUSELAS Y LOS IMPUESTOS “VERDES”
La Comisión Europea adora los impuestos no finalistas. Los mal llamados “verdes” son una auténtica broma. Usted, consumidor, sigue pagando las subvenciones “verdes”, pero además le cobran un impuesto “verde”, que no se usa para reducir el coste de la supuesta lucha contra el cambio climático en su bolsillo, sino para aumentar los desequilibrios. Paga usted dos veces. Por las subvenciones y por ser tan malvado de usar un automóvil.
Y volvemos con las medias. Para Bruselas, armonizar es equiparar al infierno fiscal de los demás. No pone en cuestión la asfixia económica que se lleva a cabo en Francia u otros países, nos exige a los demás “acercarnos” a la media –siempre en presión fiscal-, que Francia sube desproporcionadamente.
La realidad es que subir la fiscalidad mal llamada “verde” del 1,8% del PIB al 2,5% es un asalto a la competitividad que volverá a poner escollos en nuestra capacidad de crecer y competir, sin solucionar nada de lo supuestamente “verde” que pretende defender.
Eso sí, para parecer razonable, la Comisión pide controlar el gasto de las Comunidades Autónomas, pero en ningún caso con el nivel de detalle y claridad que muestra a la hora de exigir subidas de impuestos.
La realidad es que las recomendaciones de la Comisión Europea no buscan reducir los desequilibrios y promover la competitividad, la creación y atracción de capital y el empleo, lo que hacen es perpetuar un modelo dirigista copiado del francés que solo genera estancamiento y –ojo- cada vez mayor descontento.
Incluso en el documento donde la Unión Europea “explica” por qué no es un ente burocrático y gastador, que siempre pide mayor presión fiscal, nos “aclara” que “los estados y administraciones locales seguirán controlando las subidas de impuestos” (nótese que no dice “la gestión” o “las bajadas” de impuestos, sino solo “las subidas”). Gracias. Nos “explica” que “solo” gasta el 1% de la riqueza de los países, y que esos países –den ustedes las gracias- gastan mucho más.
La Unión Europea tiene muchos enemigos, y –seamos claros- algunos están en casa. Defendiendo y justificando un modelo de presión fiscal creciente y aumento del intervencionismo. Los que criticamos sus evidentes errores queremos una Unión Europea que los solucione, no que use la política del avestruz y culpe a los demás de sus problemas.
La presión fiscal en la Unión Europea ha alcanzado máximos históricos –del 40% del PIB- en esa carrera a igualarse “a la media” siempre en gastar más y subir más. Como una clase donde se hace una carrera a ver quién suspende más y todos se acercan a la media.
La mejor manera de combatir a los que, injustamente, critican a la Unión Europea es con hechos. Bajando, no subiendo los impuestos, como piden los ciudadanos, empresas, presidente del BCE y cualquiera que vea el brutal aumento de la presión fiscal. Contra las voces que acusan a la UE de intervencionista y burocrática, eficacia y eficiencia evidente. Que, cuando hablen de armonizar, piensen en los países que crecen y son líderes mundiales, no igualar en desequilibrios a un modelo dirigista que solo ha generado estancamiento.
Tenemos una oportunidad de oro ante las amenazas externas –e internas-. No una oportunidad de justificar que “hay margen” para subir impuestos a los ahogados ciudadanos. No una oportunidad para confundir “más Europa” con “más burocracia”. No una oportunidad para atacar a los que crecen, tienen superávit y crean empleo y riqueza, sino para armonizar… en facilidad para crear empresas, trabajo y dejar que las familias respiren.
La Unión Europea no puede seguir conformándose con ser un ente de bajo crecimiento, alta deuda, enorme carga impositiva y penalizar a sus ciudadanos y empresas, que son los que han rescatado al leviatán burocrático de la crisis.
Si no despertamos ya de la confortable deificación de la burocracia y el expolio fiscal, la Unión Europea, que es un proyecto por el que merece luchar, perecerá ante su propia inacción. Yo no deseo que ocurra. Pero les aseguro que, de ocurrir, no voy a culpar del fracaso al socorrido enemigo exterior, cuando tenemos en nuestras manos todas las herramientas para ser mejores y más competitivos.
Los ciudadanos y empresas no son cajeros automáticos para cubrir los excesos. Son los clientes de una Unión Europea que debe estar al servicio de los agentes económicos que contribuyen y crean empleo, no de la burocracia.
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