domingo, 7 de mayo de 2017

El sándwich socialista de La Sexta, Podemos y el presidente que sólo lee el ‘Marca’

Rubén Arranz analiza otra muestra de corrupción institucional (el supuesto auge espoleado por el PP para ahogar al PSOE), provocado por el creciente intervencionismo (introsmisión) de la política y el Estado sobre la sociedad civil, y que sería imposible que ocurriera si el Estado no se arrogara el poder de controlar las licencias en los medios audiovisuales (hubiera libertad de mercado), dar subvenciones (socializar el dinero del contribuyente para obtener favores políticos a cambio de dinero)...
Mientras tanto seguiremos quejándonos de las consecuencias de la inundación de todo por parte de las sucias manos de la política, mientras votamos, legitimamos y exigimos más de lo mismo. 

Artículo de Voz Pópuli:
Pablo Iglesias y Antonio García FerrerasPablo Iglesias y Antonio García Ferreras Javier Martínez


La perversión del sistema mediático español encuentra su máxima expresión en la televisión en abierto. No existe un medio de comunicación en el que los favores ministeriales sean tan necesarios para sobrevivir, ni en el que los gobiernos hayan favorecido de una forma tan poco disimulada a sus empresas afines. Han sido tan altas y tan difíciles de rebasar las barreras de entrada que se han establecido sobre este mercado que ni el propio Rupert Murdoch, magnate con fama de conseguir todo lo que se propone, pudo superarlas, puesto que Felipe González -1989- consideró que Prisa (Canal Plus) y Telecinco (donde estaba la ONCE) resultaban más favorables para sus intereses que el dinero del estadounidense.
Desde ese punto de vista, resulta ingenuo pensar que en un momento en el que el Ejecutivo tenía en su mano evitar el cierre de 17 canales por vía judicial y adjudicar otros 6Atresmedia y Mediaset concedieran tanto espacio a Podemos sin haber obtenido el previo visto bueno de Moncloa. O sin haber recibido el mandato. Porque quizá, después de todo, Mariano Rajoy tenga cierto interés en los medios y no sólo se dedique a leer el Marca, como sostienen algunos. Incluso en su propio partido.
Publicaba El Español esta semana que Mauricio Casals, ejecutivo de Planeta y Atresmedia, y habitual interlocutor con los gobiernos del PSOE y el PP, reconoció en una conversación telefónica –interceptada por la UCO- que la elevada presencia de Pablo Iglesias y los suyos en La Sexta no es casual. “El sándwich al PSOE con la Sexta funciona de cine”, explicaba en la grabación. Los autores de la información interpretaron estas palabras como la prueba definitiva de que este canal contribuyó a proyectar a Podemos para hundir a los socialistas y beneficiar al PP.
Esta teoría encaja a la perfección con la que sostiene Rosa Díez en su libro Los aventureros cuerdos. Ocho años de rebelión magenta. La fundadora de UPyD detalla en la obra que, en un momento de crisis económica y sistémica, las élites españolas consideraron que lo mejor para el país sería la conformación de una gran coalición entre los dos principales partidos. Dado que el PSOE se negó a pasar por el aro, se les ocurrió debilitar sus fuerzas a través de Podemos, un partido político que había surgido al calor de las protestas del 15-M y que se ubicaba a la izquierda de la social-democracia. Para difundir su catecismo, según sostiene Díez, pidieron ayuda a un empresario catalán (se refería a José Manuel Lara Bosch) que, evidentemente, no actuó de forma desinteresada.
Sea o no cierta esta teoría, lo cierto es que, en esa época, volvieron a florecer las tertulias, que estaban de capa caída desde hace varios años, pero que aprovecharon la efervescencia de la política y los escándalos de corrupción para captar adeptos. El espacio del que gozaron los portavoces de Podemos en estos debates fue generoso. Tan generoso que en pocos meses Pablo Iglesias pasó del anonimato a abanderar la tercera fuerza parlamentaria.
Resulta curioso, en este sentido, escuchar a los conductores de algunos de estos programas reivindicarse como los gurús del periodismo independiente a sabiendas de que, mientras despegaba la izquierda radical, durante la primera legislatura de Mariano Rajoy, sus jefes se jugaban el futuro de su negocio, que estaba amenazado por varios recursos pendientes de ser resueltos por el Tribunal Supremo.
La situación es ahora menos inquietante, pero las dependencias entre Moncloa y las televisiones se mantienen, lo que limita el margen de maniobra de sus periodistas. Y provoca que haya determinados botones que no puedan pulsar.

Hay que pagar la factura de la luz

Cuentan fuentes bien relacionadas con el Ejecutivo, que, a principios de año, una persona de Moncloa –por mandato de un alto cargo- contactó con el responsable de una de estas tertulias para pedirle un favor. Necesitaba que minimizara la importancia del caso Gürtel, ante lo que le sugirió que dedicara el grueso de su programa al alto precio que había alcanzado la luz con motivo de la ola de frío que, como impactaba directamente sobre el bolsillo de sus espectadores, a buen seguro que les interesaría y no perjudicaría a su audiencia. La instrucción se siguió al dedillo.
El ejemplo citado en el anterior párrafo viene al pelo, puesto que retrata las limitaciones que genera en la libertad de expresión la dependencia de estos medios con el poder. Eso sí, una vez se conocen estas prácticas, chirría que algunos traten de ganar adeptos apelando al periodismo sin barreras ni autocensura. Porque ni está, ni se le espera. Ni en las televisiones ni en ninguna otra empresa periodística.
Tampoco conviene olvidar que La Sexta, que encontró su nicho de mercado en el ala izquierda (consentido o no por Moncloa, según se quiera creer) ha realizado desde que pertenece a Atresmedia algunos movimientos que resultan sospechosos si se contextualizan como es debido.
Especialmente comentado fue el que tuvo lugar en verano de 2015, cuando sus responsables optaron por sustituir las habituales reposiciones de El Intermedio que había programado durante los años anteriores por un programa de zapeo. Es decir, el humor anti-PP del espacio con más audiencia del canal por un espacio compuesto por vídeos de Youtube y derivados.
Casualmente, en esas fechas estaba pendiente de resolver el concurso por seis licencias de TDT que había convocado en abril el Ejecutivo. En Atresmedia negaron que la decisión de esconder a ‘El Gran Wyoming’ estuviera condicionada por este proceso, pero lo cierto es que la coincidencia en el tiempo de ambos asuntos despertó muchas suspicacias.
No hay que olvidar que, unos días después de que se conociera a los ganadores de este concurso -Atresmedia logró un permiso para emitir en alta definición-eldiario.es publicó un documento cocinado en el Ministerio de Industria que confirmaba la sospecha de que en los repartos de licencias para la televisión en abierto siempre ha primado el dedazo, y que eso de la meritocracia es simplemente algo que figura en el manual de instrucciones, pero que no conviene tener muy en cuenta para no perjudicar los propios intereses o beneficiar los de otros.
Dicho texto revelaba que el departamento ministerial entonces dirigido por José Manuel Soria había supeditado sus actuaciones en sector de la TDT –incluido el concurso de canales- al calendario electoral. Supuestamente, para mantener a raya a Atresmedia y Mediaset durante un período en el que el Partido Popular se jugaba su futuro.
El informe también dejaba claro que, si alguien preguntaba el porqué a los enemigos políticos no se les concedían canales, la respuesta tenía que ser: “por la escasez de frecuencias y por las posibilidades que les ofrece internet”.
El periodista que firma este artículo ha intentado acceder, a través del buzón de Transparencia, a la resolución del concurso de canales de 2015, al considerar que está en su derecho por tratarse de un procedimiento administrativo cerrado. Sin embargo, su petición ha sido rechazada, en cuanto a que el reparto de canales se encuentra impugnado en los tribunales. No obstante, a tenor de los precedentes que existen en España, quizá no convenga apostar muy fuerte por la imparcialidad del proceso.

La realidad de la televisión

En país en el que el Ejecutivo siempre ha tenido una especial vocación por colonizar las Instituciones en las que no le correspondería estar, resulta difícil pensar que iba a renunciar a controlar el medio que, hoy por hoy, más influencia tiene sobre la opinión pública.
Maurizio Carlotti –vicepresidente de Atresmedia- dice una media verdad cuando afirma que el duopolio Atresmedia y Mediaset no lo ha creado ningún gobierno, sino los desaciertos de la competencia y el propio mercado, que ni aquí ni en muchos países de Europa está preparado para sostener a tres operadores potentes. A estos factores hay que añadir otro: que el Gobierno se ha ocupado de aupar o cortar las alas a quienes han aspirado a hacer negocio en este sector. Y no es ningún secreto que, quien recibe un favor o aspira a recibirlo, tarde o temprano se ve obligado a rascar la espalda a quien se encarga de concederlos.

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