Joseca Arnau muestra otro ejemplo más de prioridades en Valencia y de racionalidad y de desvergüenza, en referencia a lo que está acontenciendo con el histórico Colegio Mayor Luís Vives en Valencia y la gestión política.
Artículo de Valencia Plaza:
Las últimas semanas el histórico edificio que proyectara Javier Goerlich ha vuelto a las portadas de los diarios, no por su esperada y lógica reapertura sino por su ocupación ilegal. Pero habemus nuevo callejero
La realidad supera a la ficción. Ésta suele ser una clásica expresión que en los últimos años se debe repetir con una periodicidad casi semanal. Las situaciones más peculiares y surrealistas se presentan en esta era de la postverdad –o sea la mentira y manipulación–, a la que contribuyen diversos actores, se extiende como una mancha de aceite que alcanza a todos y se genera una gran hipocresía social donde una cosa es lo que cada uno piensa y hace en su vida personal (usos y costumbres razonables que compartimos una gran mayoría, como llamar a la policía si entran ladrones a casa); y otra cosa es lo que impone lo políticamente correcto a la colectividad (opiniones y expresiones ridículos pero que pocos valientes, normalmente veteranos, se atreven a incumplir). Vivimos tiempos de aparente libertad.
En esta situación que me gusta denominar de locura colectiva nos encontramos con que a poco menos de dos meses y medio para que se cumplan cinco años desde que el Colegio Mayor Luis Vives cerrara sus puertas –un ya lejano julio de 2012–, éste vuelve a ser noticia pero no como lo fue hace un par de años cuando se colocó la placa DOCOMOMO –Documentation and Conservation of buildings, sites and neighbourhoods of the Modern Movement–, institución creada en 1990 y que constituye el catálogo de arquitectura internacional más prestigioso y su objetivo es inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno. Es noticia porque ha sido ocupado de manera ilegal en repetidas ocasiones durante las últimas semanas, han sido heridos algunos de los vigilantes que la Universidad contrató y finalmente habrá dos mediadores independientes.
El estado de bienestar (y hasta de opulencia) en el que vivimos permite a nuestros representantes públicos preocuparse en renovar el callejero local y por supuesto prohibir estacionar en el carril bus de 22h a 8h –ambos asuntos que han generado grandes movilizaciones en las últimas décadas y que pueden considerarse de emergencia social–. Esto sí que es marketing político y no lo que se estudia en las aulas. Curiosamente una de las calles rebautizadas llevará el nombre del insigne arquitecto Javier Goerlich, autor, entre otros muchos edificios emblemáticos de nuestra Valencia, del ocupado Colegio Mayor Luis Vives.
Si el bueno de Javier levantara la cabeza, se diera un paseo por el paseo Valencia al Mar, Avenida de Blasco Ibáñez o como decidan llamarle, se encontraría con que mientras el Consistorio le dedica una calle, una de sus edificaciones lleva un lustro olvidada por las instituciones y especialmente la Universitat de València y por si eso fuera poco, ahora que es ilegalmente ocupada, la institución académica plantea que dos mediadores independientes –de la Federación Valenciana de Mediación y abogacía El Rogle–, pacten no se sabe qué con sus “inquilinos”, desatendiendo así el ofrecimiento del juez para personarse en la causa o pedir el desalojo forzoso, amparado por la ley.
“Uno de los edificios modernos más importantes de nuestro país y a la altura de las mejores construcciones racionalistas europeas de entonces”
David Sánchez Muñoz
Doctor en Historia del Arte y especialista en arquitectura y urbanismo de la primera mitad del siglo XX
Oportunidad
En la versión seria y sensata, esto supondría una ocasión inmejorable para desalojar, reformar, actualizar y reactivar la vida cultural, universitaria y social de este edificio que da alma y personalidad al campus universitario de Blasco Ibáñez. Algo así solicita el grupo parlamentario popular en Les Corts a través de una proposición no de ley donde tras un repaso por la historia, evolución y usos de un espacio que se convirtió en referencia de la vida cultural de Valencia, instan al Consell a “reabrir el Colegio Mayor LLuis Vives como residencia de estudiantes y como un gran centro cultural (…); convertirlo en un centro de recepción de estudiantes Erasmus (…) y programar actividades culturales como las que se realizaban históricamente –tertulias, conciertos, exposiciones, conferencias, cinefórum– (…) dotar al conjunto de protección necesaria y garantizar que cualquier proyecto de rehabilitación respete tanto la estructura como los detalles constructivos del edificio”.
Con toda seguridad debemos lamentarnos de la situación que desde 2012 y especialmente en las últimas semanas, vive este espacio, magnífico ejemplo del racionalismo valenciano. Pero si queremos ver la vida desde una óptica berlanguiana –herencia impagable del maestro Luis García Berlanga–, imagínense la siguiente escena: el alcalde de la ciudad altavoz en mano, se acerca a la valla para dirigirse a los okupas y les ofrece rotular una de la calles cercanas al Colegio Mayor con el nombre de su colectivo (Carrer La Ingovernable) y además les garantiza la posibilidad de aparcar sus bicis o carros en el carril bus más cercano.
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