Thorsten Polleit expone por qué las elecciones de Francia solo proporcionan un alivio a corto plazo para el euro, pero está lejos de resolver los problemas creados.
Artículo del Instituto Mises:
Emmanuel Macron es el nuevo Presidente de Francia. La nueva estrella política rutilante de 39 años obtuvo el 66,1% de los votos en la segunda ronda de las elecciones presidenciales del pasado domingo. Su oponente, Marine Le Pen, sólo consiguió el 33,9% de los votos.
El bando a favor de la UE y el euro está bastante exultante, en realidad encantado: los franceses no van a abandonar el proyecto de la comunidad, como se temía que habría pasado si Mrs. Le Pen hubiera llegado al Palacio del Elíseo. Pues Mr. Macron se ve ante todo como un ferviente defensor del proyecto europeo. ¿Pero hay realmente razones para estar contento?
Según el Institut de Recherches Economiques et Fiscales, en la primera ronda de las elecciones presidenciales el 55% de los votantes apoyaba una acción colectivista hostil al mercado: de la nacionalista Marine Le Pen y el gaullista Nicolas Dupont-Aignan al socialista Benoît Hamon y el comunista Jean-Luc Mélenchon. En otras palabras: más de la mitad de los votantes franceses quieren que Francia y Europa se alejen de una economía libre mercado, prefiriendo un tipo de orden económico intervencionista-colectivista.
En la segunda ronda de votaciones, los franceses dieron el poder a Macron en buena medida porque querían impedir que ganara Le Pen, no porque les gustara particularmente el programa político de Mr. Macron. Dicho esto, Macron tendrá que afrontar algunos retos internos. Necesita el apoyo de la Asamblea Nacional Francesa. Sin embargo, su movimiento político “En marche!” no tiene esencialmente ninguna base en la cámara baja del parlamento francés. La elección de los 577 diputados tendrá lugar los días 11 y 18 de junio. Cabe dudar de que Macron tenga éxito a la hora de formar una coalición estable.
Por lo poco que se sabe acerca de sus opiniones económicas, al nuevo presidente parece gustarle una política económica de estilo keynesiano. Según Mr. Macron, el estado se supone que debe llevar a cabo más programas de gasto o financiados con crédito para estimular la producción y el empleo. Es más, debe haber un ministro de economía y finanzas para la Eurozona; debe prohibirse el “dumping social” en la UE; debe crearse una “ley europea de compras”, protegiendo empresas “estratégicamente importantes” frente a la competencia extranjera y deben emitirse “eurobonos”.
Sin embargo, no cabe esperar una mayor producción ni más empleo en Francia sin reformas del mercado de largo alcance. Esta sería realmente una mala noticia: La Grande Nation sufre bajo crecimiento, alto desempleo, deuda pública creciente y bancos en apuros. En realidad, el país paga el alto precio de haber abandonado progresivamente los principios del mercado libre a lo largo de los años, permitiendo que el estado se expanda e intervenga cada vez más en la economía (ya sea en forma de impuestos o regulación) generando un rendimiento económico deplorable.
Es difícil dar como la presidencia de Mr. Macron podría ayudar a reparar la UE y el euro en particular. Si, es posible que proporcione algún alivio a corto plazo: los mercados financieros parecen haber empezado a descartar por ahora una ruptura inmediata de la Eurozona. Sin embargo, la causa raíz del problema al euro sigue sin resolverse: el auge del crédito, que ha creado el Banco Central Europeo (BCE) ha estallado y ha dejado atrás estados y bancos sobre endeudados, destrucción de capital y empresas no competitivas en muchos países.
La verdad es que la Eurozona solo puede mantenerse unida mediante tipos de interés ultrabajos y con el BCE usando su imprenta electrónica para rescatar estados y bancos en apuros. Esto a su vez genera una redistribución de renta y riqueza entre los estados miembros de la eurozona a una escala sorprendentemente grande: la Eurozona no se ha convertido en un proyecto para estimular la prosperidad de sus miembros, sino más bien en un mecanismo al estilo de la Unión Soviética en el que los países disfuncionales drenan crecientemente el poder económico de los países que funcionan mejor.
Si Francia no progresa realmente en términos de vuelta a un sistema de mercado libre, puede esperarse que las tensiones económicas y políticas dentro del proyecto de la divisa única reaparezcan e incluso aumenten aún más, preparando potencialmente el escenario para crisis final del euro. Por supuesto, puede pasar lo inesperado y que se pase de página en la UE bajo Mr. Macron. Sin embargo, para que esto ocurra, haría falta que tuviera éxito en liderar a los franceses en una dirección en la que evidentemente no quieren ir.
El artículo original se encuentra aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario