martes, 28 de agosto de 2018

SICAV, demagogos e intervencionistas

El siguiente artículo explica todo lo necesario respecto a las SICAV, refutando toda la demagogia barata de los intervencionistas y populistas (por una cuestión evidente) al respecto de las SICAV tras la iniciativa de Podemos, que el PSOE (cómo no) acepta en su acuerdo, de acabar con las SICAV. 
Y por supuesto, no es por el bien de la gente, todo lo contrario, pero hay cosas más importantes en juego, para quien busca el poder, alentar sumisos a su causa, el dinero ajeno y la dependencia. 

Las sicav se han puesto otra vez de moda. Como en anteriores ocasiones, los amantes del dinero ajeno pretenden acabar con este instrumento de ahorro y que su dinero engrose los privilegios de nuestra clase política.
La guerra contra las sicav viene de lejos. Solamente ha cambiado el partido político que cuestiona su existencia. Al parecer, acabar con las sicav es una medida urgente y necesaria para atajar la emergencia social entendida según los intervencionistas.
Según Podemos, las sicav son algo parecido a un extraterrestre que decide aterrizar en nuestro país para que los ricos que se fuman sus habanos en una playa hawaiana sean aún más ricos. Algo que nadie puede alcanzar a comprender porque solamente está al alcance de los ricos y les permite evadir impuestos.
Pues bien. Tengo una buena noticia para usted, ciudadano de clase media. Cuando acabe de leer este post, puede acudir a prácticamente cualquier entidad bancaria a contratar una sicav y hacerse de oro.
Una sicav es una sociedad de inversión colectiva de capital variable. Para que usted lo entienda, un vehículo financiero que permite canalizar los ahorros de muchos pequeños inversores para llevar a cabo operaciones en los mercados financieros. Gracias a una sicav usted puede comprar acciones de empresas no cotizadas, operar con complejos instrumentos financieros, y un largo etcétera que no podría hacer de otra forma.
Son empresas -tienen personalidad jurídica propia -y cotizan al 1% por impuesto de sociedades. Cuando usted decida retirar su dinero de la SICAV, hacienda le retendrá generosamente entre el 21 y el 27% por impuesto sobre beneficios y dividendos. Exactamente igual que en la mayoría de activos financieros.
En definitiva, estamos ante un instrumento financiero capaz de canalizar el ahorro de cualquier agente financiero -familias incluidas -hacia proyectos rentables de inversión. O, lo que es lo mismo, un vehículo capaz de hacer posible el crecimiento económico vía incremento de la productividad. Precisamente lo que tanto alardean los mismos que quieren eliminarlo. Las SICAV es uno de los mecanismos alternativos de inversión no bancaria que tanto aparecen en los manuales de crecimiento económico.
Y la propuesta de los intervencionistas de Podemos es cargárselo.
Alegan que no paga impuestos y que los pequeños inversores -conocidos coloquialmente como mariachis -son meras marionetas frente al gestor o responsable, que suele ser el que más capital aporta.
Los impuestos los paga como cualquier empresa del país. Una regulación del impuesto de sociedades más restrictiva, además de una doble tributación de manual, sería ir en contra de las leyes de Bruselas. Cuando una SICAV invierte en una empresa que paga el impuesto de sociedades, indirectamente está pagando dicho impuesto. Y así con todos los productos financieros que tiene a su disposición. La sicav recibe dividendos o ganancias financieras por las que ya se ha tributado. Y, aún así, se le grava un 1% y otro 27% cuando el inversor saca el dinero.
Tampoco es cierto que las sicav sean un subterfugio para que los ricos evadan impuestos.
En primer lugar, porque no son “para los ricos”. En el primer trimestre de 2018 la CNMV reportó 2.783 SICAV en España, que gestionan 30.700 millones de euros. Según INVERCO, las instituciones de inversión colectiva -SICAV y fondos de inversión -han pasado de ser el 6,6% del volumen de activos ahorrados por las familias españolas a casi el 15%. Las SICAV han sido el vehículo preferido, con un crecimiento del 14,5%.
En segundo lugar, tampoco tienen por objeto operar al margen de la ley. Su régimen fiscal es exactamente igual al de los fondos de inversión. Que existan pocos instrumentos financieros con facilidades para incentivar el ahorro privado no es argumento para eliminarlos.
En Europa las SICAV son instrumentos de lo más habituales. Países como Luxemburgo, Malta y Andorra son líderes en gestión de activos vía SICAV por tener regulaciones más flexibles. Incluso los sindicatos en un país hiperregulado como Francia apuestan por ellas para canalizar el ahorro del trabajo.
La ignorancia vuela, pero los capitales también. Las SICAV han desaparecido del País Vasco y de Navarra tras las reformas de su sistemas tributarios forales. Como resultado, ya hay fondos de inversión diseñados a medida para fortunas individuales y entidades especializadas en crear sociedades de este estilo en el extranjero.
Mientras la inversión en sicav de las familias españolas crece a doble dígito desde hace varios años, las que permanecen establecidas en España languidecen lentamente desde 2015. Ya van casi 4.000 millones de euros menos en activos gestionados. Seguir poniendo en jaque la seguridad jurídica y la credibilidad de las instituciones que las gestionan va en contra de los ciudadanos. Lo único que provocará es que, efectivamente, solamente los ricos puedan invertir en activos rentables.
Si el problema es la ausencia de capacidad de gestión sobre la sicav por el elevado número de participantes necesarios, la solución no es prohibirlas. Más bien será disminuir el número de participantes mínimos, tal y como está haciendo Francia. Desde 2015, se redujeron de 7 a 2.
Pero no. En este país preferimos seguir penalizando al ahorro y destinarlo a una economía obsoleta. Todo lo que no paga impuestos hay que prohibirlo, no sea que seamos capaces de crecer y ser más productivos.
La guerra que debemos luchar es la de incentivar el ahorro. El manual de economía más sencillo muestra cómo el ahorro es el pistoletazo de salida para generar inversión productiva, empleo, crecimiento económico y prosperidad. Seguir apostando por multiplicadores fiscales ineficientes e impresión de moneda descontrolada nos lleva de cabeza a la estanflación. O a algo peor.

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