sábado, 18 de agosto de 2018

¿Tormenta a la vista?: Turquía es el canario en la mina, pero China el elefante en la habitación

Manuel Llamas analiza la crisis financiera de Turquía, sus causas y potenciales implicaciones, no por lo que supone Turquía, sino porque su situación es extrapolable y extensible. 

Artículo de Libre Mercado:
Turquía no es la causa de las turbulencias financieras registradas en los últimos días, sino la consecuencia de un fenómeno mucho más amplio y profundo… El fin del dinero barato a nivel global. Siendo el dólar la moneda de reserva por excelencia y la Reserva Federal el banco central que marca sus designios, el progresivo endurecimiento de la política monetaria que lleva a cabo EEUU desde 2013 se traduce en un encarecimiento del crédito y una menor liquidez, cuyo impacto pone a prueba el modelo de crecimiento seguido por algunas potencias emergentes a lo largo de los últimos años.
La llegada masiva de inversiones que recibieron estos mercados en busca de una mayor rentabilidad tras el estallido de la crisis financiera internacional en 2007 y las laxas políticas monetarias aplicadas en EEUU y Europa se traduce ahora en una fuga de capitales y la consiguiente depreciación de sus monedas, cuya evolución dependerá, en última instancia, de la fortaleza que presenten estas economías y las medidas que adopten sus respectivos gobiernos.
En general, los países que sufren un mayor déficit por cuenta corriente y una deuda externa más elevada, siendo, por tanto, más dependientes de la financiación exterior, ostentarán un mayor grado de vulnerabilidad ante la menor liquidez disponible. Argentina -que ya ha tenido que solicitar un rescate al FMI- y Turquía encabezan esta particular lista, pero le siguen otros países, desde Colombia y Sudáfrica hasta Indonesia, India, Brasil, México, China...
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De ahí que la lira turca haya caído cerca de un 70% en el último lustro, coincidiendo con la subida de tipos en EEUU, o que el rally experimentado por el dólar en los últimos seis meses se haya reflejado en una depreciación de la particular cesta que componen las monedas emergentes.
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Contagio a otros países emergentes

El volumen y la estructura de crédito presente en estos países debe amoldarse de algún modo a la realidad de sus fundamentales, es decir, a su verdadero nivel de solvencia. El problema de fondo, por tanto, no es tanto Turquía como el posible contagio a otras potencias emergentes.
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De ahí, precisamente, que el desplome de la lira turca sea percibido por los inversores como una especie de alerta, a modo de canario en la mina, cuya tendencia hay que seguir de cerca. No en vano, su economía apenas representa el 1% del PIB global, mientras que las exportaciones de la zona euro al país otomano apenas representan el 0,5% de su PIB.
El mayor riesgo deriva de la exposición de los bancos europeos a los activos turcos, siendo España, con diferencia, la más expuesta con algo más de 70.000 millones de euros, pero, incluso en el peor de los escenarios -impago de la deuda turca-, la mayoría de analistas coincide en que las pérdidas serían manejables con el respaldo del BCE.
Cosa distinta es que estas turbulencias acaben desembocando en una nueva crisis de los países emergentes, similar a la que tuvo lugar a finales de los años 90, ya que hoy, a diferencia de entonces, su peso ha crecido del 40% al 60% del PIB mundial. Y dentro de los emergentes, Asia, con más de 2 billones de deuda denominada en dólares, y más concretamente China, debido a su gran tamaño, es el elefante en la habitación, ya que la apreciación del dólar encarece la financiación y acelera la fuga de capitales, impactando en sus monedas.
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De hecho, China ya tuvo que aplicar una devaluación en 2015 y otra a principios de 2016, cuya decisión generó una gran incertidumbre en los mercados. La cuestión ahora es que el yuan está sufriendo una caída similar, tras acumular un retroceso próximo al 7% en los últimos tres meses, hasta el punto de tocar los mínimos de mediados de 2017.
El intenso endeudamiento general -no solo en dólares- que ha registrado el gigante asiático y las recientes señales de desaceleración económica, unido a la guerra comercial con EEUU, son factores que acrecientan el nerviosismo y las dudas entre los inversores. No en vano, el frenazo de China, de llegar a confirmase, sí tendría entidad suficiente como para hacer tambalear de nuevo la economía mundial.
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