Un artículo sobre la cuestión de la prohibición de las bolsas de plástico en Occidente, su impacto en la contaminación del mar, su efectividad, y a dónde hay que mirar si realmente se quiere hacer algo al respecto.
Artículo de Libre Mercado:
Una bolsa de plástico en el mar | Alamy
En los últimos años, distintos gobiernos del mundo han optado por introducir medidas restrictivas contra el uso de bolsas de plástico, argumentando que su utilización redunda negativamente en la contaminación oceánica. En suelo europeo, demarcaciones como Reino Unido, Alemania o Italia han optado por seguir este camino.
La prohibición total no es la única política adoptada en este sentido. Ya a mediados de los años 90, Dinamarca aplicó una tasa especial que gravaba el consumo de bolsas de plástico, lo que redujo de 800 a 400 millones el número de unidades despachadas cada año. En Irlanda se aprobó una medida similar a comienzos de la década pasada y el desplome fue aún mayor, en magnitudes cercanas al 90%.
Sin duda, un menor número de bolsas de plástico en los océanos redunda en una reducción de la contaminación marina, pero hay efectos secundarios derivados de estas medidas. Un buen ejemplo lo tenemos en California, donde el 25% de la caída en el uso del plástico se vio compensado por la subida en el uso de bolsas de papel, cuyo aumento generó una fuerte subida de las emisiones de CO2.
Expertos en desarrollo y medio ambiente como Bjorn Lomborg han advertido sobre la conveniencia de enfocar este debate con una perspectiva más amplia. En su opinión, es un error pensar que el grueso de esta cuestión se reduce a la eliminación o reducción significativa del uso de estos envases, no solo porque lo ocurrido en California muestra la importancia de considerar las alternativas, sino también porque las investigaciones disponibles reducen al 0,8% el peso de las bolsas sobre el total del plástico vertido a los océanos.
Pero si las bolsas suponen apenas el 0,8%, ¿cuál es el origen del 99,2% restante? Se estima que hay 190.000 toneladas de deshechos de plástico que provienen de la actividad pesquera. Esta cifra equivale al 70% de todos los residuos marinos de este tipo, de modo que la resolución de esta problemática exige una doble tarea: por un lado, la limpieza oceánica de los plásticos que ya se han vertido; por otro lado, la reconversión tecnológica del sector pesquero, orientada a minimizar el empleo de materiales no deseados.
Lomborg insiste también en que es importante analizar el origen de los plásticos que caen al mar, puesto que la búsqueda de soluciones efectivas pasa necesariamente por entender mejor la ruta que siguen estos materiales. En 2015, la revista Science publicó un estudio académico dedicado a esta cuestión que localiza el 50% de los vertidos de plástico en cuatro países: a saber, China, Indonesia, Filipinas y Vietnam. Por el contrario, los países de la OCDE representan apenas el 5% del total. Por tanto, la conversación debe girar hacia Asia en vez de cargar las tintas sobre las economías desarrolladas, cuyo papel en esta cuestión es mucho menos dañino.
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