Jorge Asiain analiza qué está pasando en Hong Kong y las dos posibilidades que se abren respecto al acuerdo de asimilación de la ciudad por parte de China (2047 perderá su independencia legislativa respecto a China).
Artículo de Disidentia:
No es la primera vez que se producen revueltas en Hong Kong contra decisiones del Gobierno de la Región de Administración Especial (SAR) tomadas bajo presiones del Partido Comunista Chino, como por ejemplo la Revolución de los Paraguas de 2014, pero la de este mes coincidiendo con el 22 aniversario de la devolución de la Colonia a China tiene una novedad importante, los manifestantes han asaltado el Consejo Legislativo y han colgado la bandera del dragón y el león, la utilizada en los tiempos del dominio británico.
Por motivos laborales aterricé en Kai Tak (el aeropuerto famoso por las fotos de los aviones rozando las azoteas de los edificios) apenas unos días después de la devolución de la Colonia a China, y justo después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, para encontrarme con una ciudad fascinante y muy dinámica, abierta las 24 horas del día; con una sociedad muy conservadora, que no religiosa, y emprendedora formada por seis millones y medio de habitantes con minorías importantes de filipinos, europeos, indios y pakistaníes; con una tasa de desempleo de poco más del 2 %, sin apenas sector público y sin impuestos, que proporcionaba un PIB per cápita de unos 28.000 USD, el doble que el español de la época, en una moneda fijada al dólar estadounidense.
Una sociedad que, sin ser estrictamente una democracia ya que su parlamento se elegía a partes iguales mediante sufragio universal, un consejo de personas jurídicas y elección directa del Gobernador; disfrutaba de unos niveles muy elevados de libertad individual y, sobre todo, de libertad económica.
Una sociedad con un gran futuro por delante, pero con la incertidumbre de saber si la República Popular China cumpliría con su palabra.
Y es que los sectores con capacidad de decisión de la ciudad habían aceptado un pacto con el diablo, cansados del dominio británico, principalmente por motivos nacionalistas y raciales, celebraban la reunificación con China, pero a la vez, al ser la mayoría descendientes de huidos del comunismo, desconfiaban del Partido Comunista. Así, la solución alcanzada parecía buena, el Gobierno de la República Popular China garantizaría el mantenimiento de las leyes británicas durante 50 años, es decir, de por vida para las personas que participaron en las negociaciones, y ya las nuevas generaciones se entenderían con el Partido Comunista Chino en el futuro.
Bien, pues son precisamente estas nuevas generaciones, que representan un 27% de la población que no recuerdan o, directamente, no vivieron la época británica, las que recuperan la bandera de la época colonial.
Recordemos primero por qué el Reino Unido devolvió la Colonia a la República Popular China. Hong Kong está formado por tres barrios que coinciden con las tres fases de la ocupación británica, en 1842 a consecuencia del Tratado de Nankín, tras la 1ª Guerra del Opio, los británicos ocuparon la Isla Victoria, en la que se encuentra la bahía de Hong Kong; por la Convención de Pekín, en 1860 tras la 2ª Guerra del Opio, estos ocuparon la península de Kowloon, que es ya territorio continental. Se debe destacar que estos dos territorios eran territorio británico, por lo que no había ninguna obligación de devolución a China. Pero en 1898 el Reino Unido arrendó por 99 años los Nuevos Territorios, en 1997 se cumplía el contrato de arrendamiento, un contrato que la República Popular China anunció en 1982 que no estaba dispuesta a renovar.
Quedaba la opción de devolver ese territorio y mantener la soberanía británica en el resto, pero los Nuevos Territorios suponen el 86 % del total de la ciudad, unos 1.100 km2, por lo que sin ellos la Colonia resultaría inviable. Así que se buscó una solución que asegurara la estabilidad del territorio, el Reino Unido entregaría la totalidad de la ciudad a la República Popular China a cambio de que esta mantuviera la Ley Básica de Hong Kong durante medio siglo.
Ya ha pasado casi la mitad de ese plazo.
Los jóvenes de Hong Kong no recuerdan a los británicos, pero conocen la prosperidad que les proporciona la Ley Básica, basada en la Common Law, que ha conseguido que la población de la ciudad aumente en más de un millón de habitantes, que el PIB per cápita supere los 48.000 USD, un 60 % superior al español, en una moneda emitida con cierto grado de descentralización por los bancos HSBC, Bank of China y Standard Chartered con respaldo de depósitos equivalentes en USD; con unos impuestos a las personas físicas de entre el 2 % y el 15 %, sin IVA, ni impuesto de sucesiones, ni a las ganancias del capital. Manteniendo una deuda pública muy baja, 0,05 % del PIB, unos 25 USD por habitante.
Este marco legislativo proporciona un ambiente muy amigable para las empresas, que requieren de un capital social mínimo de 1,00 HKD, unos once céntimos de euro, y que pagan un impuesto de sociedades entre el 8,25 % y el 16,5 %, del que se excluyen las facturaciones obtenidas fuera de la ciudad; y que dispone de un sistema judicial independiente y fiable que incluye la participación de jueces extranjeros de reconocido prestigio en la Corte de Apelación.
Todo esto hace que Hong Kong se sitúe en el primer puesto del ranking de libertad económica de The Heritage Foundation 2018, y en el tercer puesto en el ranking de libertad humana de Cato Institute 2018, a pesar de seguir sin ser un régimen puramente democrático, ya que actualmente el Consejo Legislativo es elegido a partes iguales por sufragio universal y por personas jurídicas seleccionadas, con un intervencionismo cada vez mayor del Partido Comunista Chino; y su jefe de estado, denominado Director Ejecutivo, es elegido por un Comité de Elección formado por 1.200 personas jurídicas y organismos entre los que se incluye la Asamblea Popular Nacional de China.
El resultado económico es que la ciudad aporta el 3 % del PIB de la República Popular China, con sólo el 0,5 % de su población, que proviene casi en un 93 % del sector servicios con una fuerte aportación del sector financiero, un sector que requiere de estabilidad legislativa, disciplina monetaria e independencia judicial, unos factores que el gobierno local se preocupa en publicitar.
Por ahora el futuro parece estable, el índice de libertad humana apenas se ha resentido puesto que sólo ha caído un puesto desde 2016, pero las continuas intromisiones del gobierno de la República Popular China producen un alto grado de incertidumbre en la población local que se traduce en un índice de confianza empresarial que fluctúa según el grado de estas intromisiones, es previsible que esta confianza disminuya según se vaya acercando el año 2047.
¿Qué va a pasar con Hong Kong ese año?
Se plantean dos posibilidades, la primera y más realista es que la República Popular China cumpla el acuerdo y asimile a la SAR de Hong Kong, esto supondría la salida inmediata de las empresas, seguramente a la República de China – Taiwán y a Singapur para continuar allí sus actividades, lo que acarrearía el desplome inmediato de la economía, incompatible con el sistema legislativo, judicial y monetario comunista.
La segunda posibilidad, más optimista, es que, debido a un probable debilitamiento del Partido Comunista Chino, que no se está viendo tan robusto como parecía, y a que la influencia de China en la esfera internacional no será seguramente tan fuerte como se preveía en los años 80; el gobierno chino opte por prorrogar la aplicación de la Ley Básica de forma indefinida con el objetivo de mantener la aportación de la ciudad al PIB del país. Esta es la posibilidad que espera provocar la población local con sus protestas.
Al no estar nada claro el futuro de la ciudad, los hongkoneses tienen listas las maletas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario