Vanesa Vallejo muestra un ejemplo de cómo los sindicatos (y las leyes estatales que lo permiten) quiebran empresas.
Artículo de Panampost:
El problema con los sindicatos, tal y como los conocemos hoy en día, es que han dejado de ser organizaciones voluntarias que representan afiliados para negociar con el empleador, y se han convertido en grupos de presión antiempresariales y anticapitalistas que funcionan a través del chantaje y que crean conflictos permanentes entre los empleados y los empresarios.
Tener un grupo de representantes o asesores de los trabajadores, que negocie con el empleador, es sin duda una buena idea. Pero eso no es lo que vemos por estos días. Los sindicatos se han transformado en grupos autoritarios que se dedican a chantajear a los empresarios para conseguir aumentos en sus sueldos y otros beneficios. Esto en perjuicio de los demás empleados que ni siquiera están de acuerdo con las exigencias y el actuar del beligerante grupillo.
Y es que en la mayoría de los casos cuando la empresa es privada las demandas del sindicato no son más que una acción suicida. Los sindicatos parecen dedicarse por estos días a quebrar empresas. Hago la aclaración de que esto sucede en las compañías privadas, porque las empresas estatales al ver un incremento de los costos simplemente recurren a sacar más dinero del bolsillo del contribuyente.
Lo que consiguen los sindicatos chantajistas no es más que ponerle un impuesto a las ganancias de las empresas. Si las peticiones económicas de los sindicalistas perjudican en importante cuantía la rentabilidad de la empresa, lo que se viene para la compañía es un proceso de desinversión, que para los trabajadores se traduce en aumentos salariales para hoy, y despidos y peores condiciones para mañana.
Las empresas con mayor grado de sindicalización, y con grupillos más agresivos a la hora de chantajear, tienden a ir en declive y a ser desplazadas del mercado por otras compañías que pueden tener mejores ganancias que son luego reinvertidas en innovación y capital necesario.
De esto parece que muchos no se dan cuenta. Hay quienes solo miran el corto plazo y quieren sacar lo que más puedan sin darse cuenta que están “matando a la gallina de los huevos de oro”. Definitivamente no es buena idea arruinar a la empresa en la que trabajas.
Pero, además de que el actuar de la mayoría de los sindicatos sea suicida y perjudique a los trabajadores, hay otro asunto fundamental que tratar al respecto. Por mucho que los abogados y expertos en derecho laboral salgan a recordar lo que dice la constitución, el “derecho al trabajo” no existe.
Por supuesto que las personas tienen derecho a trabajar libremente, pero eso no quiere decir que los empresarios están obligados a mantener a un trabajador. Si usted se empeña en defender que el empresario debe mantener en su puesto a este tipo de huelguistas, incluso a pesar de que no trabajan y generan pérdidas para la compañía, usted está pidiendo que se viole el derecho de propiedad del empleador.
Y es exactamente eso lo que sucede en este momento en Colombia con el caso de Avianca. La aerolínea de bandera colombiana está soportando el chantaje del sindicato de pilotos que exigen:
- Aumento en el salario global del 60%
- Tiquetes ilimitados para ellos y sus familiares bajo las condiciones de que las rutas sean sin restricción, sin vencimiento de fecha, en clase ejecutiva, con cupo confirmado y con equipaje ilimitado
- Que Avianca asuma el 100% de la póliza de servicios médicos para sus familiares
- Que se les reduzcan 40 horas a su jornada laboral mensual
Estas, entre otras peticiones, han sido calificadas por Avianca como irreales, la compañía dice que simplemente no puede costearlas porque significarían la ruina de la aerolínea.
La empresa en este momento se encuentra “maniatada”. No puede despedir a los pilotos que se encuentran en paro a pesar de que hay una fila de aspirantes que quieren trabajar en Avianca.
Los gerentes de la compañía esperan que pronto un juez declare ilegal la huelga para poder contratar a nuevos pilotos y parar las pérdidas que ascienden a unos US$2,5 millones diarios por culpa de la protesta.
Los daños son incalculables, y es que no solo pierde Avianca, sino también los viajeros y las empresas. Por ejemplo Cotelco, el gremio del sector hotelero, informó que en los últimos días se ha cancelado el 30% de las reservas porque las personas no han encontrado vuelos disponibles.
¿Tiene sentido obligar a un empresario a mantener a un empleado que no trabaja? El país no debería estar sufriendo esta crisis, Avianca debería poder contratar libremente nuevos pilotos que sí están contentos con las condiciones laborales que la empresa ofrece. Pero el Estado se lo impide.
La idea de muchos, incluyendo colombianos que se ponen del lado de los pilotos sindicalizados, de que la empresa es malvada y se quiere quedar con todo mientras sus trabajadores son casi que esclavizados, no es más que la vieja teoría de Marx en la que empresario y empleado son enemigos naturales.
Los empresarios no son tontos, y es que es lógica básica, si usted es gerente de una empresa y un excelente empleado le pide un aumento salarial para mantenerse en la compañía, mientras la empresa pueda costear el incremento, la productividad del empleado sea mayor al sueldo y no exista otro que pueda hacer el mismo trabajo por menos, usted no lo dejará ir, sabe que eso perjudicaría a la compañía y que ni bien se haya ido, ese talento habrá sido cazado por otro empresario.
Señores del sindicato de pilotos de Avianca, si sus peticiones son tan justas, si ustedes se lo merecen y si sus jefes son tan malos, ¿por qué simplemente no renuncian y van a otra compañía que sí los valore?
Pero si ningún empresario está dispuesto a concederles las exigencias que hacen ¿no creen que más bien su trabajo no vale tanto?
Es una dura realidad, yo quisiera ganar tanto como un cirujano plástico de Beverly Hills, pero mi trabajo no es tan valioso para el mercado. Es hora de ser sensatos
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