Alberto Artero muestra y expone una verdad incómoda ante la situación de máxima complacencia que hay hoy.
Artículo de El Confidencial:
Wolfgang Schäuble. (EFE)
Con todo el lío catalán del fin de semana, y lo que te rondaré payesa, ha pasado más o menos desapercibida la interesante entrevista concedida por el que ha sido ministro de Finanzas alemán durante los últimos ocho años: Wolfgang Schäuble.
No se puede decir que su visión sea muy optimista ni su epitafio esperanzador, la verdad. Advierte de que la espiral de deuda y liquidez auspiciada por los bancos centrales supone un enorme riesgo para la economía mundial, prevé la formación y el estallido de nuevas burbujas y, a resultas de todo ello, anticipa una mayor polarización social de profundas consecuencias políticas y sociales.
Un discurso que nos situaría, 10 años más tarde, de nuevo en la casilla de salida. Como si todo por lo que ha tenido que pasar la economía mundial en la última década no hubiera servido para nada. De hecho, la situación recuerda a la de la primavera de 2007: crecimiento sin inflación (aún), abundancia de financiación con relajación de condiciones, múltiplos generosos en buena parte de los activos, la volatilidad acumula mínimos, y así sucesivamente. Con dos diferencias no poco significativas: una, el sesgo de la política monetaria, que comienza a ser restrictivo; y dos, la precariedad de las finanzas públicas para hacer frente a los efectos de una nueva crisis sin apenas haber salido de la anterior. Hay menos munición y, en caso de emplearse, su eficacia sería limitada, como ha quedado demostrado.
Su voz no es única. De hecho, la semana pasada JP Morgan afirmó que se avecina 'The Great Liquidity Crisis', predicción que hace con base en rasgos objetivos del mercado. Marko Kolanovic, autor del informe y responsable de estrategias ‘quant’ del banco estadounidense, reconoce que todo invita a la complacencia y que el suyo es un mensaje con poco acomodo a día de hoy entre los inversores; ya saben: ‘the trend is your friend’. A disfrutar tocan. Sin embargo, y aquí está el quid de la cuestión, alerta sobre "lo que no se ve, lo que hay debajo de esa apariencia de normalidad".
Y ese es el quid de la cuestión, que puede hacer proféticas las palabras del mandatario alemán.
El pasado 17 de septiembre, el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS) publicó un documento de enorme calado que pone negro sobre blanco aquello a lo que se refiere Kolanovic: ‘FX swaps and forwards: missing global debt?’, en el que llega, con profusión de citas y ayuda documental, a una conclusión escalofriante: la deuda 'off balance' o fuera de balance —aquella sujeta a un vencimiento y una obligación de pago, se llame como se llame— equivale o excede la que existe en balance en el mundo desarrollado, al menos en el ámbito de las divisas. Y, aunque buena parte de ella se justifica desde el punto de vista de cobertura de tipo de cambio, una porción sustancial de la misma tiene vida propia y es, por su carácter OTC, menos controlable.
Extrapolen esa estadística al resto de mercados y tienen el cóctel para el desastre servido. Más teniendo en cuenta que buena parte de esos compromisos son de corto plazo y, como tales, de mucha mayor incidencia en la estabilidad del mercado en caso de que no puedan ser atendidos.
Precisamente por eso, no es momento de dejarse llevar, una vez más, por la complacencia sino de mantener la guardia alta. Y es que, como hemos comentado en tantas ocasiones con anterioridad, el peor golpe es el que pilla desprevenido. Lo que no se sostiene termina, siempre, por caer.
Ya saben.
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