Carmelo Jordá sobre la manifestación del 8M, y su instrumentalización por parte de la extrema izquierda, para extender el programa comunista mediante el subterfugio de los derechos de la mujer.
Artículo de Libertad Digital:
Una imagen de la manifestación de 2018. | C.Jordá
No soy de los que piensan que a la puerta de la defensa de una causa justa haya que ir pidiendo carnets de pureza ideológica y viendo quién pasa y quién no, bienvenidos seamos todos a la trinchera del bien, vengamos de donde vengamos.
Sin embargo, no es lo mismo coincidir bajo una bandera que sea digna de enarbolar que sumarse a la bandera de otros sin saber en realidad donde estamos. Les pongo un ejemplo un tanto exagerado para que lo entiendan: si la semana que viene el Partido Nazi convoca una manifestación a favor de la ternera de Ávila pero que resulta que también en contra de los judíos, yo jamás me pasaría por allí, y les aseguro que no puede haber nadie en el mundo más a favor de la ternera de Ávila que un servidor, aún a pesar de que no tengo nada que ver con esa bella provincia.
Y esto es exactamente lo que va a ocurrir este viernes: organizaciones tan radicales y repugnantes como un partido nazi -sí, repitan conmigo: el comunismo es tan despreciable moralmente como el nazismo y merece el mismo rechazo- están convocando una huelga y unas manifestaciones en las que, bajo un difuso paraguas feminista, se defiende en realidad un programa político ya no antidemocrático, sino abiertamente totalitario.
Y no, no me lo estoy inventando: basta con leer los documentos de las organizaciones que dirigen la cuestión -aquí pueden encontrar el manifiesto y aquí el argumentario- para ver que la huelga es anticapitalista (cuando sólo bajo el capitalismo la mujer ha logrado ver reconocidos sus derechos básicos), contra las empresas, contra el Estado de Derecho en el que todos somos iguales ante la Ley…
Sí, de acuerdo, en ningún punto de sus escritos se atreven a decir que hay que dar todo el poder a los soviets, pero cuando alguien dice que quiere "construir una economía sostenible, justa y solidaria que gestione los recursos naturales de forma pública y comunitaria, que esté en función de las necesidades humanas y no del beneficio capitalista" les aseguro que no está pensando en una socialdemocracia escandinava.
Esa es la realidad del 8M: una causa que se aprovecha de cuestiones ante las que es imposible no solidarizarse -¿quién no está en contra de la violencia en general y de la violencia contra las mujeres en particular?-, para colarnos de rondón un programa de ultraizquierda que quieren que parezca transversal, pero que en realidad sólo puede ser defendido por una minúscula minoría.
Tan minúscula, de hecho, que les contaré una anécdota que lo ilustra: este martes estuve en la mayor cabalgata del carnaval de Tenerife, que contó con la participación de decenas de miles de personas y en la que la única pancarta feminista -que desfilaba ante el silencio sepulcral de un respetable que estaba allí para otra cosa- era sostenida por veintidós mujeres. Veintidós, sí, las conté una a una.
Así son, en resumen, los grupos patrocinadores del 8M: radicales, comunistoides y mentirosos, con los que la mayoría de las mujeres en realidad ni comparte nada ni querría tener nada que ver… si no fuese por el engaño masivo que perpetran a sabiendas los medios de comunicación. Pero por mucho que mientan las riquísimas y famosísimas estrellas televisivas que han decidido que es chic ser víctima por un día, la realidad es que si usted de verdad quiere defender los derechos de las mujeres la manifestación del 8-M no es su sitio: eso lo han montado para otra cosa.
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