miércoles, 13 de marzo de 2019

Venezuela a oscuras

Fernando Díaz Villanueva analiza la consecuencia de la ideología y el socialismo en el sistema energético eléctrico de Venezuela. 
Otro éxito de la Robolución y otra muestra de las bondades de la nacionalización del sector eléctrico, que acabó con un sector que funcionaba excepcionalmente bien. 
Pero esto también es lo que demandan y defienden algunos aquí (con partidos como Podemos, por ejemplo). Porque lo importante es el relato, envuelto en ideología, no los hechos ni las consecuencias que conllevan. Luego, siempre habrá un chivo expiatorio al que el populismo y la extrema izquierda acuse...

Artículo de Voz Pópuli: 
Venezuela a oscurasVenezuela a oscuras EFE
Las imágenes que la semana pasada nos llegaron de Caracas y de las principales ciudades de Venezuela mostraban urbes fantasmagóricas, sacadas de una de esas películas de ciencia-ficción, esas distopías futuristas en las que todo se viene abajo por una catástrofe imprevista y repentina, como el impacto de un asteroide o una invasión alienígena. Lo de Venezuela no ha sido ninguna de las dos cosas. No es imprevisto porque el fluido eléctrico falla desde hace años. No es repentina porque el gran apagón era cuestión de tiempo. Todos sabían que iba a llegar.
Los apagones en Caracas son tan comunes como los problemas de suministro de agua corriente o el desabastecimiento en las tiendas. Echemos un vistazo a la hemeroteca más reciente. En diciembre del año pasado un apagón obligó a suspender un partido de la liga de béisbol entre los Leones de Caracas y las Águilas de Zulia. En marzo los habitantes de varios distritos de la capital organizaron un cacerolazo por los continuos apagones en la ciudad. En julio otro apagón dejó a oscuras a grandes zonas del área metropolitana de Caracas. Unos días después la Asamblea Nacional tuvo que suspender una sesión por un corte de luz que afectó a cuatro Estados. En agosto se registraron tres grandes apagones en la capital: el día 2, el 14 y el 17. En el último de ellos hubo zonas de la ciudad que permanecieron sin electricidad durante dos días con sus dos noches.
La luz se va y viene a capricho en cualquier momento y lugar sin previo aviso. A lo largo de 2018 se registraron más de 10.000 apagones en todo el país. Es común que calles enteras permanezcan a oscuras durante meses y que el suministro padezca pequeños cortes a diario. En muchas áreas rurales la electricidad simplemente se fue hace mucho tiempo y no ha regresado, de ahí que los generadores alimentados por gasolina proliferen a lo largo y ancho de la geografía venezolana.
Si estuviéramos hablando de un país africano como el Congo o Nigeria no habría nada de lo que sorprenderse, pero no, hablamos de Venezuela, un país que fue uno de los más avanzados de América en este aspecto. A Venezuela la corriente eléctrica llegó pronto, en 1895, con la fundación de Electricidad de Caracas (EDC), una empresa fundada por Ricardo Zuloaga, un visionario que desde el principio supo que, gracias a lo generosa que fue la naturaleza con el país, su potencial eléctrico era inmenso.
En 1897 EDC ya generaba en una central hidroeléctrica que la empresa construyó en el cañón del río Guaire. En España la primera instalación de este tipo no empezaría a funcionar hasta 1909, cuando abrió la central del Molinar, construida sobre un salto del Júcar en la provincia de Albacete. Sirva esto como ilustrativa comparación al respecto.
Venezuela, como vemos, fue pionera en la generación y distribución de electricidad a gran escala gracias a empresas privadas como EDC, que siguió creciendo durante todo el siglo XX. Cuando Chávez llegó al poder en 1999 EDC era la compañía con mayor capitalización de la Bolsa de Caracas. El sistema eléctrico venezolano iba a la par. Era uno de los mejores de Hispanoamérica. A ello contribuyó la construcción en los años 70 del embalse de Guri, un inmenso lago artificial del tamaño de la provincia de Pontevedra. El Guri cuenta con una potencia instalada de 10.300 MW, casi diez veces más que la central de Aldeadávila, en los saltos del Duero, que es con diferencia la mayor de España. Hoy el Guri opera a medio gas por falta de mantenimiento. La mitad de las turbinas no funcionan. Esta situación de abandono se reproduce en otras presas del país como la de Macagua o la Francisco Miranda.
De esta manera Venezuela ha pasado de ser uno de los países de Sudamérica que más electricidad generaba y mejor la distribuía a permanecer intermitentemente a oscuras. ¿Qué sucedió entre medias?
Sucedió una expropiación o, mejor dicho, varias. En 2007 Hugo Chávez decidió nacionalizar el sector eléctrico y ponerlo todo bajo la tutela de un monstruo estatal llamado Corporación Eléctrica Nacional, más conocido como Corpoelec. A partir de ahí empezaron los problemas. El sistema anterior era descentralizado. Había empresas privadas y públicas. Se generaba la electricidad que el mercado demandaba y se realizaban las inversiones pertinentes para mantener la red y las centrales, construir nuevas y mejorar la distribución para garantizar el suministro. Empresas como EDC hacían todo eso, repartían dividendo y alcanzaban incluso a expandirse en otros mercados como el colombiano o el salvadoreño.
Chávez acabó con aquello. Con fondos de PDVSA compró todas las acciones de EDC y de otras compañías eléctricas y estatalizó por completo el sector. Lo hizo, según anunciaba entonces la propaganda gubernamental, por razones estratégicas aunque la realidad es que eran ideológicas. Y fue la ideología la que terminó por arruinar el otrora lustroso sistema eléctrico venezolano. A pesar de que el país cuenta con una importante producción petrolera, no se ha invertido en térmicas de respaldo para los embalses. Cuando se ha hecho, la corrupción ha sido la norma.
Corpoelec, como la propia PDVSA, es una auténtica ciénaga. Los jerarcas chavistas han robado sin tasa descapitalizando a la empresa, que carece de medios para dar mantenimiento a un sistema muy complejo. La crisis que arrancó en 2015 no ha hecho más que empeorar un panorama que ya entonces era dramático. Hoy muchas de las instalaciones de Corpoelec están abandonadas, no hay repuestos ni se pueden importar por falta de divisas y los trabajadores huyen del país en cuanto se les presenta la oportunidad. Los primeros en irse son los ingenieros y el personal cualificado, ya que gracias a su formación tienen más fácil encontrar empleo en otro país.
Atrás dejan un desastre provocado por la ideología, la arrogancia sin límites de Hugo Chávez y la corrupción. El sistema eléctrico venezolano ha sido, como denuncia Nicolás Maduro, víctima de un sabotaje sí, pero perpetrado a cámara lenta por el régimen chavista.

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