Juan R. Rallo explica con gran claridad a dónde nos lleva el nuevo programa de Pedro Sánchez (PSOE) presentado para las elecciones (tomando sus propios números y palabras), desmontando detalladamente las dos consignas propagandísticas para vender su brutal, histórica y planeada subida de impuestos (que por supuesto pagarás tú).
Artículo de El Confidencial:
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
Pedro Sánchez ya nos ha desvelado cuál será su programa económico para los próximos cuatro años: multiplicar el tamaño del Estado. Es decir, disparar el gasto público (sobre todo en materia de pensiones) a costa de saquear con mucha más radicalidad a los españoles. El presidente del Gobierno incluso ha cuantificado el saqueo recaudatorio: seis puntos del PIB, esto es, más de 66.000 millones de euros por año o, lo que es lo mismo, una media de 3.600 euros por familia. Las cifras deberían asustar a cualquier persona con dos dedos de frente: los mismos que nos repiten incesantemente que la mitad de los hogares tienen dificultades para llegar a fin de mes, son los que luego proponen estrangularlos financieramente con un rejonazo tributario de 3.600 euros anuales.
Obviamente, la consigna propagandística deslizada desde el PSOE es que tan extraordinarias sumas no se extraerán de las clases populares, sino de “los que más tienen”, es decir, de las grandes fortunas y de las grandes empresas. Incluso se nos ha dicho que esta subida de impuestos progresiva dirigida a recaudar más de 66.000 millones de euros supondrá acercarnos tributariamente a Europa, donde, en efecto, la presión fiscal media es seis puntos del PIB superior a la española. Pero el argumento es doblemente tramposo.
Primero, no hay forma de recaudar 66.000 millones de euros cargando fiscalmente las tintas contra las rentas altas y las grandes empresas. No hace falta que vayamos demasiado lejos: el anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2019 (felizmente estrellado) ya contenía medidas tributarias contra estos dos colectivos y el PSOE se encargó entonces de cuantificar cuánto confiaba en rascar a su costa. Concretamente: de la subida del IRPF a las rentas altas, 328 millones de euros; de la subida del impuesto sobre el patrimonio, 339 millones de euros, y del castigo tributario a las grandes empresas, 1.776 millones de euros (o 2.626 millones si incluimos la tasa Google dentro de la fiscalidad sobre grandes empresas). En total, ni siquiera 3.500 millones de euros (que la AIReF, con estimaciones más realistas, rebajó a un máximo de 3.150).
Aun considerando que el nuevo programa económico del PSOE constituye una versión muy radicalizada de su anteproyecto de Presupuestos para 2019, ¿cuánto es verosímil que recauden a partir de las rentas altas y de las grandes empresas? ¿El doble de lo que pretendían en 2019? ¿El triple? En todo caso, y siendo extremadamente generosos, nos moveríamos en una horquilla entre 7.000 y 10.500 millones de euros. ¿Y de dónde saldrían los 55.000 millones de euros restantes que Sánchez dice querer recaudar? Pues del mismo sitio del que salen en Europa: de las clases medias.
Esa es, precisamente, la segunda trampa que nos tiende Sánchez: equipararnos fiscalmente con Europa significa, en esencia, que el conjunto de los ciudadanos pagarán muchos más impuestos que ahora. No los muy ricos, sino fundamentalmente el grueso de la ciudadanía. A la postre, la diferencia de presión fiscal entre España y Europa se explica fundamentalmente por dos factores. Uno, los tipos impositivos sobre el consumo son bastante más altos en Europa que en España: el tipo efectivo medio sobre el consumo en España es del 15,8%, mientras que en la Unión Europea es del 20,6% (es decir, un 30% más alto), lo que les permite recaudar el equivalente a 19.000 millones de euros más que en España.
Dos, la recaudación procedente directamente de los trabajadores asalariados y pensionistas es en la Unión Europea 3,3 puntos del PIB mayor que en España, esto es, el equivalente a unos 37.000 millones de euros. ¿A qué se debe esta diferencia? Por un lado, a que los perceptores de prestaciones sociales (pensionistas, dependientes, desempleados, etc.) pagan en Europa impuestos más altos que en España: el tipo impositivo medio que recae sobre los jubilados españoles es del 9,75%, mientras que en Europa es del 13,75% (un 41% mayor); el que recae sobre los desempleados españoles es del 4,52%, mientras que en Europa es del 9,9% (un 119% superior), etc.
Por otro, si bien no existen grandes diferencias en la escala de tramos impositivos del IRPF entre España y Europa, en los países más ricos del continente sí hay muchos más trabajadores que tributan por los tramos 'altos'. Por ejemplo, en Alemania, los ingresos hasta 55.000 euros anuales apenas pagan un tipo impositivo del 14%, y a partir de 55.000 abonan el 42% (y el 45% a partir de 250.000). Estos tipos nominales son, hasta cierto punto, más generosos que los de España (en nuestro país, las rentas de entre 35.000 y 60.000 euros pagan el 37%, y a partir de 60.000 euros, el 45%) y, pese a ello, Alemania recauda de sus trabajadores unos 70.000 millones de euros más que España. Gran parte de esta diferencia se explica, claro, porque en Alemania el porcentaje de ciudadanos que cobran más de 55.000 euros anuales es superior a España (concretamente, el doble), de modo que con una misma estructura impositiva progresiva se recauda mucho más. Dado que el PSOE no puede fijar a su gusto el salario de los españoles, la única forma de recaudar más a costa de los trabajadores es subiéndoles los impuestos a la mayoría de ellos (esto es, tipos efectivos más altos a las clases medias).
En suma, Sánchez se ha comprometido a triturar impositivamente a los españoles: no a los superricos, sino al conjunto de la ciudadanía. Incluido, desde luego, usted.
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