Artículo de El Confidencial:
Activistas de Femen protestan contra la gestación subrogada. (EFE)
"Someter a la mercantilización, a las leyes del mercado, el útero de las mujeres creo que no es algo bueno".
Irene Montero
Volvemos a vivir las paradojas de una izquierda que aboga por el poder de la mujer sobre su propio cuerpo mientras estigmatiza a quien no lo usa para abortar. Más de 20 familias están bloqueadas en Ucrania a la espera de que el Gobierno dé el visto bueno a la inscripción de sus hijos en el consulado como nacionales españoles allí nacidos. El proceso no tendría más complicaciones de no ser por haber sido concebidos mediante lo que se ha conocido siempre como 'vientre de alquiler' y que, en los últimos años, ha visto suavizada su denominación por el término, más políticamente correcto, de 'gestación subrogada', que trata de obviar la mercantilización que supone el primero.
Al fin y al cabo, se trata de un contrato, consentido por ambas partes y por tanto sin ningún tipo de intimidación de una sobre otra, admitido por la legislación local, en el que una parte (generalmente una pareja heterosexual, aunque no necesariamente) contrata los servicios de gestación de una mujer a cambio de una cantidad de dinero, con el fin último de lograr la patria potestad del nacido. Durante la semana pasada, el Gobierno de España cambió tres veces de criterio y se espera el cuarto y definitivo, aunque quizá sea en vano.
Si inicialmente el cónsul se valió de una instrucción del lejano 2010 para bloquear las inscripciones, la Dirección General de Registros y Notariado rectificó el viernes al cónsul de Kiev, instándole a inscribir a los nacidos del mismo modo que se había hecho hasta ese momento, algo que permitió la filiación de casi 300 niños el pasado 2018. Sin embargo, el Ministerio de Justicia procedía el sábado anulando la orden de la dirección general del viernes y anunciaba la persecución de las agencias que intermediaban entre las partes.
Por supuesto, no faltan voces que, desde la fe y desde la ciencia, se declaran contrarias a la legalización de la práctica. La Iglesia católica se muestra, en general, contraria a toda práctica de reproducción asistida, como lo son también la fecundación 'in vitro' o la inseminación artificial, además de condenar con rotundidad las prácticas asociadas a la donación de esperma o de óvulos. Los argumentos en contra de la subrogada tienen que ver con el respeto a la dignidad humana, la consideración de la reproducción como algo compartido por la pareja o la instrumentalización del cuerpo de la mujer y la destrucción de la relación madre-hijo.
La posición de la Conferencia Episcopal es clara al respecto. Existen posiciones discrepantes, como por ejemplo la de Redes Cristianas, que mantienen una posición favorable siempre que se garanticen la libertad de las partes y la legalidad del proceso. En la fe musulmana, tampoco se admite la subrogación salvo en los lugares donde la poligamia está admitida, en cuyo caso se admite que la segunda esposa pueda gestar un hijo de su marido con sus propios espermatozoides, para evitar la acusación de adulterio.
La ciencia, representada en parte por el Comité de Bioética de España, se posiciona claramente en contra en el último informe que emitió al respecto, datado hace casi dos años. El presidente del citado comité, D. Federico de Montalvo, se ha posicionado radicalmente en contra, calificando de “repugnantes” los contratos de subrogación. También el Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona se mostró contrario a esta práctica, promovida únicamente por Ciudadanos dentro de su programa electoral.
Las razones del CBE, del presidente del CBE o del citado Observatorio son coincidentes, como no podría ser menos: mercantilizan el cuerpo de la mujer, suponen su explotación, dañan los intereses del menor, rompen la relación afectiva entre la madre biológica y el nacido. Todo deriva, por supuesto, de la mentalidad neoliberal que plantea que todo podemos tenerlo a cambio de dinero. La solución que proponen esos distintos comités es sencilla: prohibir. Establecer una legislación internacional que impida a la mujer disponer de su cuerpo para ofrecer el fruto de su gestación a quien ella, libremente, haya decidido.
Lo que resulta lamentable no es la posición de la Iglesia al respecto, que atiende a razones que trascienden la razón y entroncan directamente con la espiritualidad, y, en ese sentido, difícilmente discutibles desde un plano racionalista. Cada cual debe actuar conforme a sus principios, y la Iglesia está obligada a mostrar su posición a sus fieles, a los que sirve como soporte moral. Sin embargo, tratar de ofrecer como 'científica' y 'objetiva' una posición como la de los distintos organismos de bioética citados es alarmante.
Todos los argumentos en los que sostienen su rechazo se basan en un error de origen, y es el de la falta de voluntad de la mujer. No entro a valorar el manido argumento del 'neoliberalismo' empleado, y que traduce todas las posiciones de la izquierda sociológica a una relación comercial entre las partes, despreciándola por el hecho de hacer intervenir el vil metal. De ahí parece provenir la repugnancia que algunos profesan a esta figura jurídica. En Ucrania, como en Georgia, como en EEUU, como en Canadá, la legislación recoge la figura y protege claramente a las partes en el proceso, estando sometidas a especial protección la figura de la gestante y la del niño nacido. Más allá de esto, reconocen la libertad de las gestantes de actuar de acuerdo con sus creencias.
Resulta al menos contradictorio que la izquierda se apoye en este tipo de argumentos cuando, a la vez, declara como solemne el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Parece que, siempre que ese derecho se ejercite para abortar o para morir (cual es el caso de la eutanasia), debe prevalecer sobre la opinión que otros tengan al respecto. Mientras que, cuando ese mismo se ejercita, libremente, desde la responsabilidad individual, protegido por una norma legal y garantizando los derechos de las gestantes, entonces aparezca el neoliberalismo para argumentar en contra.
Los argumentos no son éticos, no nos engañemos. Son ideológicos. Son los mismos que emplean para prohibir la prostitución. Son los mismos que emplean para someter a la población a su moral, que no tiene por qué ser la de todos.
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