Jorge Vilches analiza la estrategia del PSOE de cara a las elecciones.
Artículo de Voz Pópuli:
Iván Redondo, el día de su toma de posesión como director de la Presidencia del Gobierno
Recuerdo la brasa que nos dio Pablo Iglesias con Juego de Tronos. La aparente broma llegó a que el Caudillo podemita regalara al Rey unos DVD de la serie, e incluso que coordinara un libro titulado “Ganar o morir. Lecciones políticas en JDT” (2014). Por supuesto, en la portada de la obra aparecía él sentado en el famoso trono. La tontería llegó al punto de que vimos a los niños grandes de Podemos con camisetas de los personajes. Es cierto que no sé si fue antes o después de que presentaran su programa como un catálogo deI kea.
La infección llegó a una política del PP, quien apareció en público con una camiseta que decía “No soy una princesa, soy una Khaleesi”, como había hecho Pablo Iglesias. Tampoco faltó el bombardeo en las redes con imágenes de Alberto Garzón, orgulloso comunista soviético, disfrazado de uno de los protagonistas de la serie. La simpleza llegó hasta las elecciones andaluzas, en las que Teresa Rodríguez basó su cartelería en imágenes de JDT. Aquello solo sirvió para una alipori general, porque la sangría de votos y la destrucción organizativa se convirtieron en las señas de identidad de estos populistas infantilizados.
Al tiempo, los chicos de Ciudadanos tomaron la serie danesa Borgen como un sueño hecho realidad: la política de centro, muy cool, que, aun sin ganar, es capaz de formar gobierno. Dio poco de sí porque Rivera no quiso asumir ninguna responsabilidad de gobierno en 2015, con populares y socialistas, ni en 2016 con Pedro Sánchez. Tampoco entonces la situación política estaba tan crispada como ahora, y esa suavidad de Birgitte Nyborg, la Primera Ministro danesa, quedaría francamente ridícula.
Ahora tenemos a un Jefe de Gabinete, Iván Redondo, que dice inspirarse en House of Cards y en la mítica El Ala Oeste de la Casa Blanca. El asesor ahora sanchista, mañana ya veremos, combina las campañas publicitarias para fingir que Sánchez tiene un perfil de estadista internacional y de hombre comprometido, con la clásica guerra de posiciones.
Esto se traduce en que Redondo piensa que a los españoles se les puede embaucar con posados robados, entrevistas amañadas y un CIS de chiste, y, al tiempo, desplegar un discurso y una acción políticas que, jugando con la reacción del adversario, coloque al partido de Sánchez en una posición ventajosa. En realidad es como una maniobra de judo: utilizar la fuerza y el peso del adversario para derrotarlo.
Diagnóstico del 'enemigo'
El diagnóstico que han hecho del enemigo es que la derecha está movilizada y ansiosa, que ha salido de la abstención ya sea para Vox o para el PP, y que Ciudadanos quiere repetir el pacto andaluz para llegar a La Moncloa. La clave es la cuestión nacional, algo lógico tras el impacto del golpe de Estado en Cataluña, el irredentismo de los supremacistas, la desvergüenza de los fugados, el juicio a los políticos presos, y el riesgo para el orden constitucional.
Ese “peso” del adversario lo quiere utilizar Producciones Redondo para convencer a la izquierda de que tiene que salir a votar si no quiere que “las banderas de Colón”, que “huelen a naftalina”, estropeen “la España inclusiva”. Los votantes socialistas, creen en Moncloa, están desmotivados, y es necesario apretar los resortes que despierten su interés. Piensan que esto se puede provocar de dos maneras, que también son clásicos de la sociología electoral.
Uno de ellas es la propaganda inversa; esto es, que el discurso del adversario se convierta en la mejor publicidad de lo que eres, en este caso, del más fiero enemigo de “las tres derechas”. De esta manera, el mismo discurso de PP, Cs y Vox sirve para perfilar más todavía la marca de Sánchez: “Vanapormí”, como dijo tras la concentración en la Plaza de Colón. Esto refuerza al PSOE como el proyecto personalista del propio Sánchez, sin el cual, ese partido de 140 años se vería en el ostracismo, víctima de un “cordón sanitario”. No hay que olvidar que una carga de victimismo siempre conviene cuando se quiere representar el arquetipo del bien contra el del mal.
En consecuencia, cuanto más contundente y dura sea la campaña de PP, Cs y Vox contra Sánchez, como el pasado miércoles en el Congreso, creen que más beneficiará su estrategia electoral. Ya lo dijo el ministro Ábalos: en estas elecciones se ponen a cara a cara “dos modelos de sociedad”, el dialogante y el crispante. En realidad, esta táctica es una mala traducción de la política que Slavoj Žižek aconsejaba a la izquierda: convertir en conflicto polarizado cualquier circunstancia de la vida pública y privada.
La segunda manera para activar a los votantes socialistas es utilizar el decreto-ley para hacer política ficción. Es legal, pero indecente. Es la propaganda más burda jamás conocida, pero parece ser que todo vale con tal de marcar la iniciativa política. Por esta razón, tras conocer que Sánchez había decidido qué fecha le convenía más para cumplir su promesa de elecciones, los ministros pasaban a dar noticia de los decreto-ley que han de convalidar la Diputación Permanente de Cortes; eso sí, después de haber purgado al grupo socialista en dicha institución.
¿Qué pone así en marcha el fan de House of Cards? Una exhumación del dictador que coincida con el inicio de la campaña electoral, el 12 de marzo. Un proyecto de “transición energética” prohibiendo la fabricación de coches de gasolina y diesel para 2040. Una reforma laboral sin debate ni estudios, sino para aparentan empatía con “la clase obrera”. Un anteproyecto para la transformación digital del sector financiero. Y, cómo no, otra ley educativa, en la que no han preguntado a nadie, ni considerado siquiera que, aparte del hartazgo del sector, debe ser el resultado de un pacto de Estado.
Las maniobras de distracción de Producciones Redondo casi acabaron: solo queda la presentación del libro escrito por Irene Lozano. Las fechas no son fortuitas: el estreno de la próxima temporada de esta serie política ya estaba en la mente de los productores hace mucho tiempo.
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