Diego Sánchez de la Cruz muestra cómo los bienes de consumo nos suponen hoy muchísimo menos esfuerzo respecto a hace 40 años en términos de poder de compra de nuestros salarios y su motivo.
Por una parte, el incremento del poder de compra del trabajo que proporciona el capitalismo, fruto de la creciente especialización y división internacional del trabajo (aumento de globalización económica) y de la acumulación de ahorro (etapas productivas más prolongadas y complejas que aumentan la producción y en número de productos abaratando el coste por unidad monetaria) provoca incrementos de la productividad, de la inversión y del desarrollo tecnológico.
Pero desgraciadamente, el monopolio del sistema financiero y la moneda por parte de los gobiernos suponen un efecto contrario y encarecedor de la vida de las personas (emisión monetaria masiva para sufragar gastos y deuda creciente vía bancos centrales y sistema financiero con dinero fiduiciario sin reserva real) al aumentar el número de unidades monetarias, lo que reduce el valor de compra de cada unidad (devaluación monetaria generadora de inflación) y encarece el nivel de vida de las personas y el aumento de precios de los bienes (cabe comentar que el precio de un bien puede aumentar pero el esfuerzo para hacerte con él disminuir).
Por una parte, el incremento del poder de compra del trabajo que proporciona el capitalismo, fruto de la creciente especialización y división internacional del trabajo (aumento de globalización económica) y de la acumulación de ahorro (etapas productivas más prolongadas y complejas que aumentan la producción y en número de productos abaratando el coste por unidad monetaria) provoca incrementos de la productividad, de la inversión y del desarrollo tecnológico.
Pero desgraciadamente, el monopolio del sistema financiero y la moneda por parte de los gobiernos suponen un efecto contrario y encarecedor de la vida de las personas (emisión monetaria masiva para sufragar gastos y deuda creciente vía bancos centrales y sistema financiero con dinero fiduiciario sin reserva real) al aumentar el número de unidades monetarias, lo que reduce el valor de compra de cada unidad (devaluación monetaria generadora de inflación) y encarece el nivel de vida de las personas y el aumento de precios de los bienes (cabe comentar que el precio de un bien puede aumentar pero el esfuerzo para hacerte con él disminuir).
Artículo de Libre Mercado:
Caen los precios de bienes y servicios | Pixabay/CC/jarmoluk
El grueso de los estudios referidos a la desigualdad se centran en las diferencias salariales como si dicho indicador fuese el más apropiado a la hora de medir el grado de equidad en el acceso a bienes y servicios. Sin embargo, cada vez más expertos abogan por centrarse en medir la desigualdad de consumo, puesto que dicho indicador refleja de forma más fehaciente las diferencias efectivas en el estilo de vida de quienes ganan más y quienes tienen unos ingresos más bajos.
Este matiz es importante. En España, si se analiza la desigualdad de consumo, encontramos que su evolución durante la crisis no ha sido a más, sino a menos. Somos, de hecho, uno de los países europeos con menor inequidad referida al consumo. Pero España no es un caso aislado. En clave internacional, los estudios referidos a la desigualdad de consumo muestran también una tendencia a la baja que lleva varias décadas desarrollándose.
Pero, ¿cómo es posible que esté ocurriendo esa mejora en la distribución de la capacidad de consumo? La clave radica en la revolución del low cost que hemos vivido en las últimas décadas. La globalización ha hecho que los precios de nuestros bienes de consumo se reduzcan de forma significativa, permitiendo que el poder de compra de un sueldo medio sea hoy mucho mayor que a mediados del siglo XX.
La plataforma Human Progress ha analizado esta cuestión con distintas mediciones que apuntan en la misma dirección. Comparando precios y salarios de 1979 con 2015, los resultados expresan el coste real de comprar un producto en un año y otro. Para que la comparativa sea homogénea, se toma como referencia un sueldo medio y se comparan las horas de trabajo necesarias para conseguir los ingresos equivalentes al precio del bien en cuestión. El resultado que arroja este ejercicio es demoledor, puesto que confirma un profundo abaratamiento en todo tipo de bienes de consumo:
- Un televisor de sobremesa cuesta un 94% menos.
- Las cocinas de gas se abaratan un 65%.
- Comprar un microondas es hoy un 95% más económico.
- Hacerse con olla supone un coste un 53% más reducido.
- Las bicicletas cuestan un 62% menos.
- La compra de una aspiradora se ha abaratado en un 85%.
- Las licuadoras supone un desembolso un 66% más bajo.
- El precio real de las tostadoras ha caído un 84%.
- El coste de hacerse con una máquina de café se reduce un 84%.
- Un horno auxiliar es hoy un 94% más barato.
- Comprar un lavavajillas exige un 61% menos de gasto.
- Los procesadores de alimentos se han abaratado un 64%.
- Hacerse con una nevera sale un 52% más económico.
- Las parrillas se pueden comprar por un 71% menos.
- La máquina para correr se ha abaratado un 91%.
- El coste de los sistemas de audio para el hogar cae un 96%.
En la misma línea, Libre Mercado ha publicado un informe que compara el precio de distintos bienes en la España actual y la de mediados de siglo XX. En términos homogéneos, los precios se han reducido así:
- El coche más vendido en la España de 1957 costaba el equivalente a 19.351 euros, frente a los 12.730 euros que se registran hoy. Antes necesitábamos ingresos equivalentes a 45 salarios mensuales medios para sufragar la compra del automóvil modelo, frente a poco más de 5 en la actualidad.
- Si nos fijamos en el acceso a la vivienda, vemos que su coste en 1975 era de 1.500 euros actuales por cada metro cuadrado, frente a los 2.120 de 2016. No obstante, en términos de salario necesarios para hacerse con un domicilio de 90 metros cuadrados, este indicador ha caído de 95 a 85 pagas.
- En cuanto al gasto en alimentos, su peso en el presupuesto familiar era cercano al 55% en la segunda mitad de los años 50, pero cayó por debajo del 10% en la última década.
- Si nos fijamos en la jornada efectiva de los trabajadores, también constatamos que los salarios hoy acarrean un menor número de horas de ocupación, puesto que la duración ha caído de 45 a 34 horas semanales entre 1958 y 2016.
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