Juan Rallo presenta una alternativa o propuesta de ahorro para los ciudadanos, que beneficie el poder adquisitivo de las familias.
Artículo de El Confidencial:
Foto: iStock.
Este lunes, el diario 'El País' nos acusaba a “los economistas más liberales” (así, 'in toto' y sin distinciones, apuntalando la marca de rigor informativo) de promover los planes privados de pensiones cuando tales vehículos de inversión han exhibido un deplorable rendimiento a lo largo de las últimas décadas. La intención del mensaje es bastante clara: ya sea por ceguera ideológica o por inconfesables intereses logísticos, los economistas liberales defienden inversiones que perjudican claramente al conjunto de la sociedad.
Lamento informar a 'El País' de que algunos economistas liberales, como yo mismo, ya habíamos informado a nuestros lectores sobre estos problemas de los planes de pensiones antes de que el otro diario independiente de la mañana publicara su noticia: en España, esta industria se halla en general copada por planes de gestión activa que son administrados muy ineficientemente por el oligopolio bancario y cuya única finalidad es conseguir que los españoles difieran el pago de algunos impuestos (merced a su desgravación fiscal) a cambio de que los bancos se embolsen suculentas comisiones. No, los economistas liberales no recomendamos a los españoles que se metan en tan desastroso negocio, pero desde luego tampoco los engañamos (como sí contribuyen a hacer la mayoría de medios de comunicación de manera concertada con la casta política) prometiéndoles un retiro dorado a través del fraudulento e insostenible sistema de pensiones público.
¿Entonces? ¿Cuál es la alternativa? La alternativa es la que siempre debería haber sido: ahorro e inversión personal, pero no necesariamente a través de un producto financiero específico controlado por el oligopolio bancario (fondos de pensiones) sino de cualquier activo, real o financiero, que sirva para amasar un patrimonio de cara a la jubilación. Dado que estamos en las semanas previas a unas elecciones y los partidos políticos se hallan ahora mismo elaborando sus programas electorales, permítanme que les exponga un mecanismo de ahorro e inversión previsional que sí puede conciliar fácilmente el apoyo de todos los economistas liberales y que, a la vez, resultaría enormemente beneficioso para los españoles: llamemos a este vehículo 'supercuenta de ahorro personal'.
La supercuenta de ahorro personal contaría con tres peculiaridades fiscales:
1. Las aportaciones que se efectuaren a la misma deberían ser desgravables de la base imponible del IRPF del contribuyente, de un modo similar a las actuales desgravaciones por aportaciones a planes de pensiones. Las aportaciones desgravables deberían estar lógicamente limitadas (por ejemplo, a 8.000 euros anuales por contribuyente), pero no debería haber límite para las aportaciones no desgravables. El capital de la cuenta podría invertirse en cualquier tipo de activo real o financiero (acciones, participaciones en fondos de inversión, ETF, bonos, participaciones en fondos monetarios, cuenta corriente e incluso inmuebles, plazas de garaje o solares), esto es, podría inmovilizarse a discreción del ahorrador en cualquier instrumento que incremente su patrimonio. A cambio de establecer esta supercuenta de ahorro personal con las ya mencionadas ventajas fiscales, cabría eliminar 'ipso facto' la ineficiente (y redundante) desgravación a planes privados de pensiones que a día de hoy solo beneficia al 'lobby' bancario.
2. Los dividendos, intereses o las plusvalías que afluyeran a la supercuenta de ahorro personal deberían estar exentos de tributación siempre que se reinviertan dentro de la misma para adquirir otros activos: es decir, en la medida en que no haya una desinversión patrimonial para incrementar el gasto corriente del ahorrador, no habría que pagar impuestos o, en todo caso, unos impuestos simbólicos (al igual que sucede hoy con los fondos de inversión o con las sicavs: un impuesto del 1% por las ganancias derivadas de sus activos). De este modo, el inversor puede gestionar dinámicamente sus activos (vendiendo aquellos que considere sobrevalorados y comprando aquellos otros que considere infravalorados) sin por ello tener que pasar por la caja del fisco.
3. El capital que haya inyectado el contribuyente a la supercuenta y que se haya beneficiado de desgravaciones no debería poder ser rescatado hasta la jubilación o, en caso de hacerlo anticipadamente, debería estar sometido a tipos fiscales agravados (por cuanto el contribuyente se ha beneficiado de desgravaciones al introducirlo en la supercuenta). Ahora bien, no hay razón para impedir que el contribuyente retire el capital aportado en exceso de las desgravaciones o las ganancias que haya generado a partir de sus activos: pues ni el uno ni las otras han recibido ningún beneficio fiscal. En principio, tales ganancias deberían tributar a los actuales tipos impositivos sobre el ahorro: desde el 19% (para los primeros 6.000 euros) hasta el 23% (a partir de 50.000 euros). Sin embargo, sería conveniente introducir unos coeficientes reductores del tipo impositivo en función del número de años transcurridos desde su realización: por ejemplo, un coeficiente reductor del 10% por cada año transcurrido desde que se ha obtenido una ganancia supondría que al cabo de una década dividendos, intereses y plusvalías quedarían exentos de tributar. De este modo, se beneficiaría el ahorro a largo plazo frente a la especulación a corto plazo
El coste recaudatorio de esta supercuenta de ahorro personal sería verdaderamente escaso (sus desgravaciones se financiarían con la supresión de las desgravaciones específicas a los planes de pensiones y la pérdida de ingresos por la menor tributación de las renta del ahorro sería bastante modesta: a día de hoy, la recaudación por la imposición sobre todas las rentas del ahorro apenas supera los 5.000 millones de euros), pero sus beneficios serían notables e inmediatos: proporcionaría un enorme incentivo al ahorro a largo plazo para las clases medias sin convertirlas en rehenes de ningún producto financiero concreto (dinamizando consecuentemente la competencia en toda la industria financiera). Es hora de habilitar un mecanismo de ahorro personal que no sea vilmente rapiñado por nuestra casta política o por nuestra oligarquía financiera. ¿Se atreverá algún partido político a impulsarlo? Ojalá, pero soy bastante escéptico.
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