Juan Rallo analiza el impacto recaudatorio que ha tenido la rebaja de impuestos en EEUU, el efecto de la denominada curva de Laffer (a partir de cierto punto la subida de impuestos lleva a recaudar menos en lugar de más por detracción de la actividad económica y viceversa), el electoralismo y error que supone bajar impuestos sin bajar gasto (el habitual que aún es mayor error es aumentar el gasto mucho más que los impuestos, que también suben sufragando con deuda la diferencia) y la moraleja o lección que hay que aprender y deben interiorizar los políticos.
Artículo de El Confidencial:
El presidente de EEUU, Donald Trump. (EFE)
La curva de Laffer es cierta: lo que no es cierto es que siempre estemos a la derecha de la curva. Es decir, resulta incontrovertible que existe un determinado tipo impositivo que, en caso de seguir aumentando, ya no acrecienta la recaudación del Estado sino que la disminuye (puesto que se desincentiva más la creación de riqueza de lo que se extrae adicionalmente con la subida impositiva): lo que sí resulta muy controvertido es que ya hayamos traspasado ese tipo impositivo dentro de nuestras sociedades.
Los defensores de las reducciones profundas de impuestos caen a veces en la tentación de defender públicamente unos principios que son correctos pero mediante argumentos incorrectos (Vox, por ejemplo, cae habitualmente en trampas cercana a esa). Es decir, en lugar de reconocer que determinados grados de recortes impositivos pueden conducir a una minoración de la recaudación y que, en consecuencia, lo responsable financieramente es sufragarlos mediante recortes de gastos (especificando cuáles y cuánto), tiran por la calle de en medio afirmando que toda reducción fiscal necesariamente se autofinancia, esto es, que impulsa una creación tal de riqueza extraordinaria que aun con el menor tipo impositivo se recaudará tanto o más que con el mayor tipo impositivo.
En EEUU, el Partido Republicano y Donald Trump justificaron su rebaja fiscal en términos muy parecidos a estos: la disminución tributaria se autofinanciará y, por tanto, no será necesario recorte alguno del gasto (o incluso será posible incrementarlo al ritmo al que se expande la economía). A la postre, que una rebaja fiscal se autofinancie significa precisamente eso: que la recaudación será exactamente la misma (o incluso superior) con rebaja que sin rebaja. Esta aseveración ni siquiera significa que la recaudación no se reducirá en términos absolutos, sino que será tan alta como lo habría sido sin rebaja impositiva (por ejemplo, que si la recaudación hubiese crecido un 2% en ausencia de rebaja impositiva, con esta también lo hará un 2%). Tras el primer año de esta reducción impositiva en vigor, ¿cuáles han sido sus resultados en EEUU?
La Congressional Budget Office publicó hace unos días los datos de recaudación federal para el conjunto de 2018 y el resultado es que los ingresos de ese ejercicio fueron de 3,329 billones de dólares frente a los 3,344 billones del ejercicio anterior, es decir, una caída en términos absolutos de 15.000 millones de dólares. Si limitáramos la comparativa a los tres grandes impuestos federales (IRPF, cotizaciones sociales y sociedades), la caída es todavía más acusada: desde 3,047 billones de dólares en 2017 a los 3,017 billones en 2018, esto es, una disminución de 30.000 millones.
Pero es que, además, para saber si la rebaja impositiva se autofinanció, no hay que comparar la recaudación de cierre de 2018 con la de cierre de 2017, sino la recaudación de 2018 con la recaudación que alternativamente se habría producido en 2018 sin recorte impositivo. Hagamos un cálculo muy sencillo. En términos nominales, la economía estadounidense ha crecido alrededor de un 7% en 2018: de haberse expandido la mitad sin la rebaja fiscal de Trump y de haber mantenido la misma presión tributaria federal de 2017 (el 16,86%), los ingresos fiscales en 2018 habrían sido de 3,46 billones, a saber, 130.000 millones de dólares más de lo que finalmente han sido; de haberse expandido solo a una cuarta parte de lo que lo ha hecho (algo poco probable, ya que implicaría que, en términos reales, EEUU habría experimentado una recesión sin rebaja fiscal), la recaudación habría sido 71.000 millones de dólares superior; y si, en cambio, la expansión hubiese sido tres cuartas partes de la que fue, la recaudación habría sido 190.000 millones de dólares superior. En suma, en ningún caso puede decirse que la rebaja fiscal de Trump se haya autofinanciado: ni en términos absolutos ni en términos comparativos.
Sea como fuere, que la recaudación solo haya descendido finalmente en 15.000 millones de dólares (un 0,45%) podría parecer 'peccata minuta' para una economía como la estadounidense. Y desde luego así lo sería si el presupuesto federal estuviera cerca del equilibrio. Pero no: el gasto público federal a lo largo de 2018 ha aumentado desde 4,056 a 4,204 billones de dólares, de manera que el déficit público federal ha pasado de 712.000 a 875.000 millones de dólares (desde el 3,5% al 4,1% del PIB, en medio de una profunda expansión económica, no de una recesión).
La moraleja de la experiencia estadounidense debería ser obvia: si queremos recortar hondamente los impuestos, habrá que recortar hondamente el gasto y no fiarlo todo a san Laffer. Muy especialmente en economías que, como la española y a diferencia de lo que sucede en EEUU, ya han agotado casi todo su margen de endeudamiento estatal.
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